🪶CAPÍTULO 19: La muerte de la primavera🪶

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La princesa Brindy intentaba salir de aquel árbol hueco que era su hogar, y comenzaba a ser consumido por las feroces llamas.

Tomando valor, atravesó el fuego, cruzando la entrada. Encontrándose con un caos en el exterior. El lugar estaba rodeado de llamas y cenizas, mientras seres corrían de un lugar a otro, huyendo de las llamas, huyendo de los tenebris.

Dio un brinco y retrocedió unos pasos cuando cayó frente a sus pies el cuerpo de una joven guardiana.

—¡Corran hacia el bosque y escóndanse! —grito Yolanda, la guardiana del bosque con más años en la tierra.

Aunque su rostro parecía neutro, Brindy sabía que estaba intentando controlar sus emociones, para pensar con claridad.

Su mirada viajó entre los tenebris, buscando a su líder, y cuando cruzo con su mirada, el ser le sonrió con malicia.

Realmente quieres iniciar una guerra con nosotros Olegario. Pregunto telepáticamente.

Ustedes tienen información que necesito, pero como sé lo obstinadas que son, sabía que no me la brindarían a voluntad.

El grito de Yolanda llama su atención, pero la ceniza le impide ver con claridad su ubicación.

El sonido de otro grito, la hace girarse a su costado, en busca de Nazly, la guardiana del invierno.

Deja ayudarte a encontrarlas. Dijo Olegario, y con un movimiento desapareció el humo y cenizas, permitiendo ver a Brindy a las guardianas de las estaciones. Quienes se encontraban arrodilladas, con un tenebris detrás de cada una, quienes sostenían una cuchilla envenenada en sus cuellos.

—¿Qué quieres? —preguntó.

Quizá rompería alguna regla, pero no podia permitir que asesinaran a los guardianes de las estaciones, eso ocasionaría un gran caos.

—Brindy —llamo Yolanda, negando con la cabeza, una gran señal para que callara.

—Lo siento, ustedes son más importantes —expuso.

La sonrisa de Olegario se amplió.

—Dime, ¿a dónde se encuentra el primer portal para el jardín de las rosas cristalinas? —ante aquella pregunta, Brindy le voltea a ver—. No niegues desconocer la ubicación, sé que cada una de ustedes la saben.

Las guardianas eran importantes, pero ¿valía brindarle aquella información por sus vidas?, la repuesta era obvia.

Ante el silencio de la guardiana, dio pasos a ella, y sujeto su barbilla.

—Supongo que prefieren la muerte —murmuro.

Brindy aparto ferozmente su mano.

—No temo a la muerte, tampoco a ti —expuso— y si tenemos que dar nuestras vidas por proteger ese gran poder de ti lo haremos. Sin importar el caos que pueda causar nuestra muerte en el mundo.

—No necesitan morir todas para causar un caos —murmuro— solo tú, guardiana de la primavera —dicho eso, algo atravesó su abdomen. Bajo la mirada, encontrándose con la punta de una espalda.

De su boca brotó un poco de sangre, mientras sostenía el filo de la espalda entre sus manos. Para seguido voltear a ver a su atacante, quien tenía una sonrisa en sus labios.

—¿Conoces el castigo por asesinar a una guardiana? —pregunto, y la chica borro su sonrisa— están despiadada, que por ello el dejo que tú te ensuciaras las manos —agrego.

Volteo a ver a Olegario.

—Y tú, olvidaste todo lo que brindamos —expreso— olvidaste que cuando tus padres te abandonaron por no ser humano después de haberte adoptado en un orfanato, te sobrecogimos y protegimos, te brindamos una madre que cuidara y amara, un ser de luz, ¿y qué hiciste tú?, la mataste para obtener su poder y escoger el mal camino con aquellos poderes.

Brindy, perdió la fuerza en sus piernas, por lo que cayó de rodillas al suelo. Esta muerte era demasiado lenta y dolorosa.

Marcela miró a Olegario aterrada, pero disimulo rápidamente. Debía cuidar bien sus pasos y palabras, porque si llegaba a cometer un error, él la mataría sin remordimiento.

—Vamos, quizá ella no nos dio la ubicación, pero ellas lo harán ¿verdad? —miro a las guardianas.

Brindy dirigió su mirada a ellas.

—Lo siento Brindy —dijo la guardiana de otoño.

Olegario amplio su sonrisa.

Los tenebris, ayudaron a poner de pie a las guardianas, quienes comenzaron a guiarlos al portal.

Brindy se recostó en el suelo, mirando las copas de los pinos menearse ligeramente.

—Lo siento, lo intenté —murmuro a la naturaleza.

Cuando estuvieron lo suficiente lejos, Axel salió de su escondite y acerco a ella.

—No lo hagas —dijo, al percatarse de la intención del chico— las guardianas del bosque no podemos ser sanadas.

—Pero, usted tiene que ser la siguiente en el trono —la guardia sonríe. Al pensar cuando tiempo añoro poseer aquel lugar, pero ahora jamás lo obtendría.

—Las cosas pasan por algo —murmuro— y no las podemos detener.

Axel sintió rabia por no poder hacer nada, ella era la próxima reina del bosque, era la única princesa que había nacido en la primavera los últimos siglos, lo que significaba el color de su pelo. Según los relatos de los guardianes, cada cuatrocientos años nace una hija de la primavera, la cual está destinada a tomar el trono del bosque, pensó en la tragedia que marcaría al reino del bosque al enterarse de la noticia.

Una sonrisa apareció en los labios de la chica al percatarse de una nueva presencia.

Axel, giro su cabeza, al escuchar a alguien detrás de él, contemplando a un joven, de ojos verdes, quien se colocó a su lado y contemplo a Brindy. El brujo se puso de pie, era la naturaleza.

—Creí que no te volvería a ver —murmuro al ser— es muy halagador que sea lo último que vea antes de morir.

—Lamento por el dolor que has tenido que soportar —expreso. Ella sonrió—. Descansa pequeña —estiro su mano, colocándola sobre su cuerpo.

El cuerpo de la guardiana se convirtió en bellas dalias.

—La princesa Brindy ha muerto —expuso— la guerra empezó —un fuerte aire corrió y el cielo se llenó de nubes grises—. Pagará caro lo que hizo —murmuro la naturaleza—. Tú eres como tu madre —expresa, cambiando de tema— no sigas los ejemplos de tu padre —agrega, para luego marcharse por el mismo camino por donde había llegado.

🪶🪶🪶

Anyi deambulaba por el bosque, intentando buscar una solución a la distancia que tenía con Esteban, porque Jul tenía razón, quizá uno de los dos no sobreviviría a la guerra o tal vez ninguno de los dos, lo que la hacía temer.

Se llevó las manos a la cabeza, frustrada. Pero toda desesperación desapareció cuando sintió un dolor en su abdomen, se llevó la mano a él, percatándose de como su blusa y manos comenzaba a empaparse de la sangre que brotaba de su abdomen.

El dolor por alguna razón se volvió más intenso, lo que la hizo caer de rodillas, tosiendo sangre.

Unos relucientes zapatos negros aparecieron frente a ella, pero antes de que lograr levantara por completo su cabeza y encontrarse con el rostro de su atacante, perdió la conciencia. 

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Mi Secreto: Entre Luz y Tinieblas. (Libro III) ⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora