Desate de verdades 1/2

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Octobella pensaba y pensaba, era un momento inesperado para ocurrir. Sin embargo, el de ojos violetas se las empeñó en hacerlas parecer una tonteria.

Unámonos en comando, tú y yo. La Pulpita delicadeza y el Sabio de La Arena. —Sonrió presuntuoso el contrario. La villana turquesa no supo que decir, el faraón vió esto una oportunidad y seguidamente rió con picardía. Esa actitud no le gustó mucho.

—¡Oh, me parece una superidea! ¡Me muero por trabajar con usted! —bramó ella.

Ante eso, Pharaoh Boy se apoyó con su báculo e hizo un gesto lleno de vanidad.

—Entonces, Octobella, ¿te sientes más orgullosa por mí que en verano?

—¡Es superfántastico compartir esta clase de cosas! —contestó animada, pero cambió de expresión de inmediato—. Pero ponte firme, que ya viene tiempo.

¡Perfecto!, pero de alguna forma, me deslumbra tu actitud euforica...

El chico faraón suspiró mientras se acercaba a la criatura, esta observó cómo tomó su muñeca y la acercó entre jalones.

—¿Qué haces? —soltó la ojiceleste.

—Nada importante; te noto muy grata, Octobella.

—¿Gracias?, supongo...

—Pero tendré que enumerarte mis condiciones. No sé, me puse a pensar en tus desacuerdos.

—¿Por qué lo dices?

—Porque una de ellas se relaciona con un tema no muy hablado por aquí, sin embargo, recurrente en mis tiempos.

—¿En serio?, dímelo mejor —pidió la adversaria y se encongió de hombros.

Como digas. La primera de las condiciones es: no puedes tocar o abrazar a Pharaoh Boy si no te lo permite, ¿ajá? Aunque sea un roce, no me gusta el contacto físico de nada. Me produce, aj, pesares. No tengo la costumbre esa de estrechar la mano o tomarla. Saludo así nomas.

—Oh. Entendido, a mí tampoco es que me guste, mas si es con una persona que odio, porque de ser contrario quizás me esfuerce un poco.

—Pero... si tengo que tenerlo por una situación que lo requiera, lo haré.

—¿Entonces, eres muy sacrificado?

—Por los planes, Octobella. Existirán momentos en los que se vivirá lo inpensable.

¿No te cansas de tener mucho vocabulario? —demandó aburrida.

—¿Por qué decirlo? Jamás, así yo soy. Debes respetar a tus contrarios.

—Bueno, ¿cuales son las demás condiciones, chico faraón?

—La segunda será la de fingir un clan unido, pero unido de forma... ¿romántica? Creo que entiendes.

La ojos cielo no pudo aguantar la reacción, sentía un revuelo, su estomago se contrajo y se puso a mirar a la nada. ¿Cómo podia exaserbar la situacion? De pronto, sintió su vision constriñada y la sangre helada. Mas lo último que pudo oír del egipcio antes de perder la consciencia y caer, fue:

—¿Turmalina azul? ¿T-te sientes bien? ¡Ahhh, esto no es simulacro...

También miró a un faraón preocupado, ya que dejó caer su báculo de la impresión.

Los minutos de total calma sucedieron, en realidad demoró un poco más, pues el golpe de la cabeza dió efecto. La pulpo estaba recobrando la consciencia y empezó a levantarse hasta quedar sentada en el piso del lugar donde se encontraba. Reconoció las puertas del museo a lo lejos, la biblioteca, los monumentos y una gran esfinge.

La Quiero a Ella (Pharaobella)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora