🪶CAPÍTULO 47: Mil vidas🪶

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Lucifer contempló con interés los cadáveres a sus pies.

—Amo, ¿Qué haces con ellos? —pregunta Balcebú.

—Lo que se hacen con los cadáveres, entiérralos.

Todo aquello creado por Calix, con su poder, con la energía que desprendía su alma, había desaparecido, escudos, hechizo de resurrección, absolutamente todo se desvaneció.

Algo se estaba escapando de sus manos, y pensaba averiguarlo.

—¿Cómo está Calix? —pregunta, mirando el cielo nocturno.

—Agonizando, no creo que sobreviva la noche.

Se supone que no debería estar viva ni siquiera en ese momento. ¿Por qué no había muerto en el instante en que absorbió su alma de nuevo?

—¿Quiere que haga algo en especial con las chicas?

Negó, sin apartar la mirada del cielo.

—Por el momento, que continúen en el calabozo, estoy seguro de que serán tan idiotas para regresar por ellas. —Lo voltea a ver—. Para los seres mágicos no hay nada más importante que la existencia de la realeza, por ellos son capaces de sacrificar mil vidas.

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Sus pasos provocan un ruido ligero al tocar el suelo mientras caminaba por en medio de un túnel oscuro que desprendía una atmosfera negativa, anunciando a todos sus sentidos que estaba en peligro. Volteo hacia atrás, para comprobar que estuvieran los chicos sintiéndose. Había detestado la idea de dividirse para encontrar a Calix y Mariza, pero era la opción más rápida que tenían para encontrarlas, obligándose a sí misma a estar en desacuerdo con sus planes, respetando sus órdenes.

Los segundos empezaron a hacerse eternos a ver que solo avanzaba sin rumbo y no había señales de los chicos. Un escalofrío le recorrió rápidamente la columna y supo al instante que un demonio se encontraba cerca por el olor a azufre que liberaba por los poros su asquerosa piel babosa.

Miro de nuevo a Rubí y Esteban, quien le hicieron la señal de que no se moviera y dejaron viajar su mirada por el lugar, en busca de una puerta en aquellas paredes mohosas y resbaladizas.

—Tranquila Marisol —susurro Rubí, al ver lo nerviosa que estaba la chica.

Esta no era la primera vez que visitaba aquel lugar, más si la primera en donde era consciente que los riesgos de ser atrapados eran más alto, al ser Lucifer el nuevo líder de los tenebris.

—La encontré —anuncio en voz baja Esteban.

La puerta era pequeña, pero guiaba a las profundidades del castillo, en donde se encontraban los calabozos, aquellos en donde volvían prisionero a los tenebris más peligrosos, que se negaban acatar las órdenes del líder.

Cuando logro abrir la puerta lo suficiente, le hizo la señal a Rubí de que iría primero.

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Al otro lado del castillo, en la parte más alta, Ariel, Franco y Anyi se colocaban por la chimenea. Debido a que las probabilidades de que aquella área fuera patrullada por demonios eran casi nulas.

—Revisa la parte este —Ariel ordeno a Franco—. Anyi, tú la oste, Flynn, tú la sur, yo me encargaré del pasillo del norte —agrega—. Revisen bien las habitaciones, porque ellas solo pueden estar aquí, o en calabozo.

Sin decir otra cosa, todos se dividieron.

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A las afueras de la ciudad, Lailah, José y Max se encontraban alertas a cualquier amenaza, ocultos entre las copas de los pinos.

Mi Secreto: Entre Luz y Tinieblas. (Libro III) ⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora