Capítulo VIII. La verdad

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El día fue inusual; no recibía respuesta de Morgan. Aunque sus últimas conexiones indicaban que simplemente me estaba evitando, no la culpo; debió sentirse presionada, Ya eran las 3 de la tarde y terminaba de recoger mis cosas, pues las clases habían terminado. Me sentía exhausto, como si hubiese corrido durante 6 horas y recordar en el mensaje de Veronica me provocaba mareo, realmente estaba cansado.

Tomé mi mochila y mi bufanda para salir de las instalaciones mientras rebuscaba en los bolsillos de mi pantalón las llaves de mi auto.

Finalmente, entré al auto, me abroché el cinturón y me mire por el retrovisor, mis ojos chocaban con los de mi reflejo mientras soltaba largos suspiros para relajarme. Las preguntas, las confusiones, las imágenes que surgían en mi mente acerca de Morgan me hacían sentir que pisaba fuego; era un tema abrumador, pero empezaba a tener una reacción con todos esos pensamientos.

Mi mirada se desvió hacia abajo en busca de respuestas y comprendí lo que me estaba sucediendo: estaba teniendo una erección.
Sentí una fuerte presión en las mejillas.

—Por favor, cálmate, ahora no...-me repetía a mí mismo.
Manteniendo mi postura, evitando el deseo de tocarme imaginándomela.
Solo ella lograba que sintiera esto, lo que me inquietaba aún más. El corto viaje de 20 minutos se hizo interminable, la erección que estaba teniendo final mente bajo cuando estacione el auto fuera de mi hogar,no  sabía si sentirme feliz o traicionado por mi propio cuerpo.

Salí del coche y caminé hacia la puerta de mi casa; sin perder tiempo entre y sentí rápidamente ese frío, el aroma de manzana con canela y lo silencioso que era. Me tumbé en el sofá y volví a revisar mi celular para entrar al chat de la chica que me tenía obsesionado.

Última conexión hace 8 minutos

—¡¿QUE?!,¿¡DE VERDAD ME ESTÁS HACIENDO ESTO?!- arrojé el teléfono al otro sillón que estaba delante de mí y sentí como una inseguridad extraña recorría mi alma.

—No...no...esta bien, solo está confundida...-,dije en un intento de calmarme, pero unos rasguños que salían de mi cuarto llamaron mi atención . ¿Era algún animal atrapado, o ¿tal vez...? —¡Newton!

Corrí hacia mi habitación para abrir la puerta y vi cómo mi peludo amigo se acercaba a mi y se pegaba a mi pantalón, dejando algunos pelos en él. Me agaché para cargarlo y darle un beso.
—¿Extrañaste a papá?-le pregunté acariciando su pelaje gris con franjas negras y blancas. Sus orejas se movieron como si realmente me estuviera escuchando, y solo maulló. —Yo también lo hice...-le sonreí volviéndolo a dejar en el suelo para dejarlo andar.

Lancé mi saco y mi bufanda en la cama para dejarme caer en ella, mi habitación era minimalista, con colores oscuros y claros. Las pocas mujeres que habían entrado en esa habitación siempre decían admirarla, eso me hacía sentir bien y con un poco de orgullo, la última había sido Veronica, que después de mucho ya no quiso volver a dormir aquí.

No tenía muchas ganas de pensar y recordar mis "malas experiencias". Mi teléfono volvió a sonar, pero no tampoco tenía ganas de mirarlo. Temía que  fuera Verónica diciendo cualquier cosa, lo que me llevó a recordar lo de esta mañana. ¿Qué era tan importante?
Hacía mucho tiempo que no la veía en su casa y yo sabía que se veía a escondidas con alguien más, lo que llegó a desanimarme en su momento pero no entendía aún lo que quería. Ella estaba con Don Médico Perfecto, que tenía un bonito auto y una bonita casa, al igual que yo.

El dolor de ser nosotros ✔️ Editando Donde viven las historias. Descúbrelo ahora