El taxista

5 0 0
                                    

Mi corazón latía despacio pero fuerte. Mi saliva espesa y me costaba pasarla. Tuve una sensación extraña al tocar mis dientes con la lengua, como si se derritieran al tacto. Mi mente en él.

Inmóvil quedé al reaccionar y entender que no se merecía la importancia que le daba. Quise pensar entonces en otras cosas como el blanco brillante de la nieve o el taxista de aquella noche.
Jamás había estado en una situación igual, iniciando una conversación con un extraño taxista al otro lado del mundo y en un idioma para nada parecido al mío. Desconcertado giró a verme.

Interesado al instante en mi notable acento bajó el volumen de la radio y volvió su ojos al camino. Noté su confusión por no saber de qué manera verbalizar sus intenciones y le expresé en su idioma que podría hablar sin problema, pues entendía más de lo que hablaba.
Mis manos se sentían húmedas pero mi corazón tan tranquilo que casi podía creer que estaba inmóvil aún sabiendo su imposibilidad.

Era la conversación más incómoda y cuando el destino nos alcanzó recordé esa reacción. Esa reacción que me hizo despertar, aquella que me detuvo de extrañarlo y, en vez de ello, despreciarlo por un momento. Con medio cuerpo por fuera del taxi llegó mi revelación y decidí regresar al vehículo.
Fue tan repentina mi decisión que golpeé mi cabeza al mismo tiempo que volvía a meter mi cuerpo en el auto.

Deseaba desaparecer en ese momento pero mi cuerpo se movía solo. Sentía vergüenza por aquel regreso tan patético y aún así extendí mi brazo con mi teléfono en mano y pregunté por su número telefónico.
Mis mejillas se sentían calientes, quería reír.

Camine rápidamente, vi el taxi a lo lejos girar hacia la izquierda para luego perderse y marqué el número de su casa; allí en el frío y a la espera de su respuesta respiré profundo. Copos de nieve llenaron mi abrigo y levanté el rostro. La temperatura de mis pómulos bajó al sentir el frío y la humedad de la nieve al caer sobre mi piel.

Abrió la puerta y mi mente quedó igual de blanca que las calles durante ese invierno. Olvidé por completo el reciente acontecimiento con el taxista al ver su sonrisa y aunque me repetía que no se merecía nada, ahí estaba yo, dispuesta a pasar una noche más entre sus brazos.

Gritos InternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora