Había una vez, hace muchos años, en un retirado pueblo a las orillas de la monarquía, existía un monarca bueno en su cargó, pero se rumoraba sobre su mal trato con las personas, se murmuraba su falta de tacto, sentimientos y bondad.
Todos sabían que la familia Real, estaba integrada por cuatro integrantes, El Rey, su esposa la Reyna, el hijo mayor del matrimonio, y su hija menor adolescente, la princesa del reino, que, aunque para reinar, le hacían falta muchos años, ya era reina del corazón de su pueblo. Su belleza la caracterizaba, no era la belleza ordinaria que inspiraba frialdad y superioridad egocéntrica, era la belleza genuina, bondadosa y honesta que inspiraba una mujer tranquila y de buen corazón, los hombres adinerados y los plebeyos del pueblo, le ponían precio al amor de la princesa, creyéndose merecedores de su bondad.
Estás muestras de afecto eran bien recibidas por la princesa, sin ninguna pisca de interés o maldad, siempre dejándole claro a sus pretendientes sus intenciones con su pueblo, las cuales no incluían ser desposada por cualquier hombre que se le atravesaba, menos por uno que estaba dispuesto a comprar su amor.
Por supuesto, a los intereses de la monarquía, en especial al Rey, no le era agradable y mucho menos correcto, este tipo de acciones. Claro que con la belleza que portaba su hija, la princesa, lo que él esperaba es arreglar su matrimonio, y desposarla con un hombre atractivo, con títulos que ayudarán a su reino, desposarla por interés, ignorando por completo el amor.
-Padre, amo a mi pueblo y estoy muy comprometida con él, pero no quiero ser obligada a casarme por interés- dijo la princesa.
-A nuestro pueblo no le faltará nada mientras yo esté a cargo, no necesito un esposo con buenos títulos para ser princesa o siquiera reinar- añadió la princesa desanimada. Sabía que sus intentos por convencer a su papá, de poner de lado sus propios intereses para dejarla ser feliz, no darían resultados.
-Clara, eres una princesa, la princesa de mi reino, sabes lo importante que es para mí y para tu pueblo, el mantener lazos con otras naciones, lo mejor y lo que pasará, es que te casarás con un hombre de buena familia, los reinos pequeños, me han ofrecido a sus hijos varones, para desposarte.
-No está a discusión este tema, soy tu Rey y debes de obedecer al pie de la letra. Te irá bien, las opciones son chicos muy apuestos, no te faltará nada con ellos. -finalizó el Rey, se dio la vuelta y salió de su alcoba.
-Pero me faltará amor. - murmuró destrozada la princesa para ella.
Mientras la princesa caminaba sin rumbo fijo dentro del palacio, su hermano que aún se encontraba allí, la intercepto.
- ¿Discutieron? - pregunto simplemente, él ya estaba muy al tanto de su situación familiar, y sabía que su hermana no se rendía.
-Si, lo de siempre. -menciono ella con la voz cortada y los ojos vidriosos.
-Sabes cómo es papá, el solo quiere lo mejor para ti y para el reino, no te pongas así hermanita. - dijo mientras abrazaba a su hermana con mucho afecto, desde niños eran muy unidos, aunque muchas veces separados por los intereses de su papá el Rey.
Clara lo dejo pasar, a los días su papá retomo la conversación, mencionándole su ultimátum.
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LA DESICION
RomanceAunque sientas que sí, nadie está preparado para amar y ser amado, mucho menos para afrontar que el amor, ese conjunto de emociones hacia alguien, viene con fecha de caducidad.