Abrí el grifo y me lavé las manos. El agua se tiñó de rojo a medida que iba limpiando la sangre fresca del conejo que acababa de faenar. Miré hacia el frente, una pequeña ventana me dejaba contemplar el sinfín de nieve que caía desde hace tres días, cubriendo la tierra por completo. Era un día bastante helado, y sabía que era sólo el comienzo de esta odisea en busca de un lugar seguro para poder rehacer mi vida dentro de lo que se podía hacer entre todo el caos que el país sufrió tras un brote de infectados por un hongo.
Mi padre me comentó, que hace mucho tiempo, un científico había hablado por TV acerca de los virus que podrían ser letales para la humanidad. Pero puso en jaque cuando nombró un espécimen mucho más poderoso y capaz de terminar con todo aquel ser vivo que se contagiara. El Cordycep. Lo que mi padre me contaba con tanta convicción, yo lo traducía como algo imposible pues, ¿un hongo apoderarse de la mente humana? Imposible. Hasta ahora.
Suspiré tras recordar la última mirada de mi padre al ser fusilado en la ZC de Boston. Había violado la principal ley de no salir de aquel recinto. Él solo quería lo mejor para mí y ello, le costó la vida y a mí, las esperanzas de vida. Después de ello, me encerré en nuestro departamento, ordené lo que debía ordenar para fugarme de allí, sin importar mi destino.
La casa en medio de la nada, en ese entonces, era mi refugio seguro. Caminé sin contar los días, ni los meses. Sabía que no estaba en ningún lugar que pudiese conocer, este lugar era nuevo y seguro.
Dejé el conejo ya listo para prepararlo, cociéndose en la chimenea del que fue el hogar de una pareja. Tomé mi rifle y salí de casa para ver si tenía suerte. Ahora, iba por algo más grande.
Mis pies luchaban contra la espesa nieve que aún caía. El viento era leve pero denso. Miré a mí alrededor, verificando que todo el perímetro estuviese libre, y me adentre al bosque blanco. Si tenía suerte, podría encontrar el venado que había visto días atrás.
El caminar entre los arboles me daba esperanzas de poder quizás, hacer mi vida en esa pequeña casa. Pero también quería salir de allí y ver la posibilidad de encontrar un lugar mejor. Wyoming era un lugar que mi padre mencionaba bastante, y que incluso hablaba con miembros de esa comunidad. En clave, claro está. Pero, cómo llegaría allí sin un mapa cuando todo mi trayecto lo había hecho a ciegas.
Una rama romperse me hizo frenar de golpe. Agudicé mi oído, prestando atención a todo ruido que significara peligro. Nuevamente, el mismo sonido. Tomé mi rifle y con cautela seguí mi instinto. A lo lejos pude observar un bulto negro. Me aproximé él, rodeando el bosque pero sin perderlo de vista.
La visión entre los árboles y el blanco cegador de la nieve no me permitían ya diferenciar los colores. Sin embargo, seguí. Si era el venado, valdría la pena. Sino, pues aún me esperaba el conejo en la chimenea.
Grande fue mi sorpresa cuando visualicé a una persona arrastrándose por la nieve, con un rifle en manos, apuntando lo que era un venado.
—Mierda. —Murmuré. Era el venado que había visto hace días y ese idiota me lo iba a arrebatar. Sin embargo, el sujeto disparó. El venado cayó herido y yo aproveché de correr y posar mi rifle en su cabeza. —Suelta el arma.
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Pedro Pascal - Joel Miller || One Shots
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