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En el siglo XI a.c (1001) en una aldea llamada aethelu ubicada al norte de Europa y sus habitantes no superaban los 300 pueblerinos aquella aldea rodeada de acuíferos, su sostén era a través de la agricultura y artesanía, en aquel entonces surgió un disgusto entre los habitantes al plantear la idea del nuevo surgimiento a través de la arquitectura y la maquinaria.

Darkora un joven humilde, desde sus raíces la magia se difundió de generación en generación hasta llegar a él, quien luego de su padre paso a ser el líder del pueblo, varios en desacuerdo no tardaron en demostrar su recelo, las luchas constantes no cesaron durante años, así las nuevas generaciones no tardaron en llegar , Darkora felizmente atrajo en sus brazos al pequeño a quien llamo Adán, tristemente al paso del tiempo su hijo no demostró el mínimo interés por la magia y sin embargo mostrar más interés en la ciencia del universo, Darkora siendo oprimido por el pueblo reunió a todos los creyentes, sin embargo los contrarios fueron la mayoría, Allard en su avaricia dio la orden de matar Darkora sin embargo su muerte jamás fue cierta, Allard inicio una revolución imparable y todos aquellos que se opusieran fueron arrastrado a una sola creencia.

(Cap. 1)

Volando entre horizontes

En lo más lejano de costas europeas, se avistaba un palacio tan alto que sus puntas chocaban con las nubes, a lo largo del camino hacia él cruzando el océano, banderas que se azotaban violentamente por el viento, su vista iba de aquí a allá asombrado de la multitud de personas que habían a lo largo y ancho de la calles, en los cielos aparatos increíblemente grandes se mantenían flotando sobre las nubes, era un paraíso mecánico y uno inimaginable, aquel pequeño carruaje donde era transportado lucía un color plateado increíblemente llamativo, niños y demás veían asombrados mientras entre ellos se preguntaban quién era aquel que era gustoso de estar en un carruaje real, uno mandado desde el mismísimo palacio, quien era tan importante para ser escoltado por los guardias.

mi poca amabilidad no me permitía asomarme a la ventanilla era para mi más bien un intento del rey por acostumbrarme a su circo de gente rica a la cual todos adulan sin verles la verdadera forma de su cara, siempre luciendo cosas caras y brillantes mientras el pueblo muere por ignorancia, aunque pintoresco una gran cantidad de estas se dedicaban a vivir en algún lugar escondido y de mala pinta, la maquinaria no parecía resolverlo todo como decían los altos mandos, su intento por ocultar aquellos era tan bueno que podías deducir fácilmente que no pagaban por el silencio, más bien mataban por el silencio.

Aquel viaje largo y aburrido era suficiente para estar seguro de oponerme a cualquier decisión totalmente absurda que se dignase a decir el rey, como era de esperarse enormes muros eran la primera bienvenida al palacio seguido de eso las enormes puertas se abrían de par en par dejando ver primero el jardín delantero y no a lo lejos se divisaba los enormes muros del palacio de orión, siempre encontraban una forma de llamar la atención.

Su servidumbre no era tan variada como en su fuerte en las afueras de las montañas, aquel lugar donde me habían visto crecer y reclutarme para los militares del reino de orión, todo era tan variado y alegre por sus muros y jardines, sin embargo, todos en este lugar tenían cara de conocer el infierno y de que sus muros y jardines eran tan silenciosos y sombríos como un páramo.

No todo lo que brilla es oro. Los collados y praderas inmensas, propiedades privadas de Lord Allard, cubiertos con flores amarillas y girasoles, desteñían una infelicidad oculta si las avistabas con minuciosidad. Las apariencias de la gente resultaban hipócritas, había un ambiente tóxico que desprendía inseguridad y miedo dentro de mí. Aquellos buenos momentos y agradables vistas que evocaba la naturaleza (girasoles floreados, maleza abundante) resultaban ser más un sueño ilusionado, un escapismo de la amarga realidad

LA PERLA ADMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora