PROLOGO

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El paisaje se abre ante mis ojos, verde y azul en contraste de lo desgastado de la carretera. Colores vivos que se unen y desvanecen, pero realmente poco me importa la forma de las nubes, o el hermoso color amarillo de los árboles en medio de montañas verdes, o la conversación sobre fidelidad que entablan mi hermano con mi tío, realmente poco me importa lo que pasó ayer mientras lloraba en el suelo de un baño en medio de una fiesta con mis amigos; solamente miro la carretera y siento como me alejo de mis problemas, intento entender cómo describir el estar sin estar, y el profundo vacío que llevo en el pecho. Suspiro.

—Abby... ¿Estás? —Pregunta Marian mientras se da cuenta que me estoy perdiendo nuevamente.

—Fue mala idea eso de llegar a las 4am y viajar a las 7. —Evado su pregunta.

—Solo es una hora—Dice.

—Tengo sueño. —Digo

—Y yo hambre—Dice. Sonrío sin ganas.

Mi hermano insiste en la conversación sobre fidelidad y como él no le fue infiel a Marian solo por poner prioridad sobre su amiga y no sobre ella, ahora ambos son ex novios, y van muy bien con eso. Cierro los ojos realmente no queriendo opinar, opinar sobre cualquier cosa ahora mismo se me hace demasiado personal. Leo por última vez el mensaje que le envié y borro el chat, sé que no tendré respuesta, no le importa responder, ahora mismo él debe sentir alivio porque no estoy en su vida y yo con la verdad en la mano también lo hago.

8 años atrás

Vivir en una burbuja que es explotada de manera repentina es como volver a nacer, siempre he pensado que nacemos más de una vez, no somos seres humanos lineales, cada situación te cambia y es tu decisión lo que aprender o no de eso, suena egoísta, suena a poco realista pero así lo creo.

Esa burbuja explotó un día, sin aviso, sin llamado, en un parpadear de ojos, mientras simplemente intentaba por primera vez tomar decisiones egoístas, decisiones que fueran solo para mí, lejos de mamá, lejos de ser buena hija, o muy madura para mi edad, lejos de "lo que tienes que hacer'' y cada una de las cosas que se suponía que yo tenía que ser,  era yo lista para enfrentarme al mundo por primera vez y con el miedo que eso representaba. Recibí la llamada angustiada de mamá diciendo que mi hermano estaba enfermo, no somos exagerados, ni nos gusta el drama. Sabía que no me llamaba por una simple gripe, ella llora al teléfono y reclamaba que no estaba allá con ella, no entendía nada, subí de prisa las escaleras y le pedí a mi tía que intentara llamarla, necesitaba saber. Subimos al auto y viajamos 1 hora para llegar a casa, no había nadie, solo el silencio que gritaba que algo no iba bien, un dolor grande en el pecho me atravesó, intenté llamar a mamá y solo me decía que ella junto a papá están en una ambulancia camino a un hospital central.  No hacemos eso, no. No necesitamos ambulancias.

Tomé las medicinas, algo de ropa y fuimos directo al hospital que quedaba 45 minutos, en mi mente solo se repetía un constante:

"Dios, por favor no"

—Dios por favor no—Decía en voz baja.

Esas palabras se repetían en mi cabeza una y otra vez, como una voz de fondo, como si las palabras no brotaran de mi cabeza, venían de mi pecho como una fuga, gotas constantes, fijas, a un mismo ritmo, Hacia promesas, intentaba llegar a algún acuerdo con Dios, le prometí ser lo que él quería que fuera, intentaba chantajear a Dios, en mi desesperación esperaba ser escuchada por él, solo quería que Dios me escuchara.

“Dios por favor no, por favor no.

Por favor, no.”

Todo pasó muy rápido y al mismo tiempo muy lento, borroso y confuso.  La habitación estaba colapsada por las emergencias, necesitaba saber qué pasaba, camine entre las camillas repartidas por personas viviendo sus propias desgracias y lo miré, mi padre lo sostenía mientras sangre brotaba de su boca, vomitaba sangre, estaba vomitando sangre.

POLVO DE ESTRELLAS. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora