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Miya aun no lograba acostumbrarse a su nueva situación. ¿Cómo podría hacerlo, después de todo? Era un omega joven que aún no se había presentado cuyos padres fueron asesinados apenas hace un día y que se encontraba a la merced de numerosos alfas.

En estos momentos se encontraba en la habitación que le habían asignado. No era el único en aquel piso, ya que su supuesto... "dueño" tenía el afán de coleccionar omegas para su diversión (con tan solo referirse a ese hombre como su dueño provocaba que sus ojos se llenaran de lágrimas y sintiera una sensación de asco).

Estaba sentado en una esquina, ambas piernas contra su pecho a la vez que las abrazaba. Su rostro estaba escondido entre sus rodillas, no había dejado de llorar desde que el chico pelirrojo lo dejó acá. El omega fue muy amable con él, intentando consolarlo lo mejor que pudo, pero le resultaba muy difícil creer sus palabras.

Le resultaba increíble que Reki, a pesar de haber pasado años acá, no había sido ya tomado por un alfa. Una parte de Miya deseaba creerle, pero se encontraba tan desconsolado y agotado emocionalmente que tan solo tomo esas palabras como una forma de darle esperanza.

No resultó mucho.

Miya no sabía cuanto tiempo ha pasado ya desde que lo secuestraron, pero se sentía como si hubiese pasado una eternidad desde la última vez que vio a sus padres. Extrañaba a su mamá, incluso con sus exigencias fuera de lo común y sobre explotadoras. Por otro lado, apenas le importaba su padre.

Sin embargo, sentía un fuente rencor por ambos ya que era evidente que fue a causa de ellos que ahora estuviese acá. No tenia idea porque estaban relacionados con los yakuza, ni que tipo de situación se encontraban antes de que Miya fuese secuestrado, pero toda decisión que tomaron desencadenó su ruina.

Ellos mismos se lo buscaron, pensó con enojo. ¿Pero por qué tuvieron que involucrarme...? ¿Acaso no les importaba lo suficiente? Abrazó sus piernas con más fuerza, las lágrimas cayendo por sus mejillas otra vez.

Escuchó entonces un ruido que provenía de afuera, sobresaltándose al ver que la puerta de la habitación se abría. Se levantó con un expresión llena de rabia, decidido a no dejarse ver como alguien débil incluso cuando se sentía completamente indefenso.

Pero el que entró a la habitación era, de hecho, un rostro familiar. Reki sonrió tímidamente, cerrando la puerta detrás de sí de forma silenciosa.

―Lo siento, no quise asustarte ―se disculpó en voz baja al ver la postura de Miya.

― ¿Q-qué haces acá? ―preguntó, secándose las lágrimas.

Reki tenía ambas manos atrás de su espalda, como si escondiera algo. Se acercó a Miya y, efectivamente, puso delante de él una botella que parecía contener limonada.

―Te presento a Arabella ―dijo Reki, señalando a la botella―. Me desocupé por unos minutos para venir aquí y entregártelo, pero pronto tengo que regresar...

―... ¿Y que quieres que haga? ¿Que lo tome? ―Miya lo miró con sospecha. Reki daba la impresión de ser un muchacho amable y preocupado por los demás, pero apenas lo conocía y ni que hablar de que era un omega trabajando para los alfas.

La sonrisa de Reki se apagó, pero en vez de desaparecer como antes, cuando consoló a Miya, se forzó en seguir sonriendo.

―No te estoy obligando a beber de ella... pero si te recomiendo que lo hagas ―Reki frunció el ceño levemente―. O puedes dársela a Adam también, pero él no caerá tan fácilmente... ―su expresión parecía apenada―. No tengo el tiempo necesario para explicarte que hace, hay un alfa que quiere pasar el rato hablando y... lo que sea, ya se la di a los nuevos, solo faltabas tú.

𝐖𝐎𝐍𝐃𝐄𝐑𝐋𝐀𝐍𝐃 × (RENGA, Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora