Capítulo 12: Cambio de roles

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Brianna

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Brianna

No sé cuanto tiempo tardamos en correr, pero se sintió como una eternidad, ya que mis piernas comenzaron a flaquear y entre más avanzábamos, más nos faltaba el aire. En ese momento, el momento en el que Alec miró a Ethan como si fuera su enemigo mortal, pude entender que nada bueno podía salir de una combinación como aquella.

Tenía la sensación de que alguno de los dos en ese instante iba a explotar, y no quería quedarme para ver el resultado de esa situación.

Sus personalidades chocaban y no iban a dar su brazo a torcer.

Comprendía a Alec y su evidente sospecha, ya que ninguno de los tres entendía lo que estaba sucediendo, pero tampoco me parecía que Ethan fuera sospechoso de algo o que estuviera mintiendo con respecto a donde se encontraba antes de escaparnos. Su actitud era igual o más asustada que la nuestra y lucía a punto de tener un ataque de pánico.

No quería pasar por crédula, ni tampoco iba a armar un escándalo, pero si existía un sospechoso en ese momento de tener algún tipo de actividad ilícita en el internado, no era el chico rubio.

Era la hermana María, quien convenientemente había desaparecido antes de que pudiéramos presenciar esas extrañas personas a nuestro alrededor.

Durante años había caminado por aquellos pasillos, sin embargo, encontrar la salida se estaba haciendo una tarea imposible, hasta que finalmente, y luego de mucho correr y tropezar, pudimos llegar al pasillo principal.

El primero en detenerse frente a la puerta de salida fue Ethan, en el momento en que las luces parpadearon por un par de segundos, para luego volver a apagarse.

Aquello nos distrajo y nos cegó por un instante que parecieron horas, mientras el chico pareció arreglárselas, ya que estaba buscando la forma en la que pudiéramos huir.

Alec nos mantuvo lejos de este, haciendo que no pudiera determinar con exactitud si su postura se debía al recelo que de seguro estaba experimentando por la presencia del otro o por mera paranoia. Lo escuché suspirar, sin decir nada, ya que parecía nervioso y al mismo tiempo angustiado; como si estuviéramos a punto de enfrentarnos al mismo demonio de un thriller de los noventa.

No teníamos muchas opciones y contarle a la hermana Socorro lo que habíamos presenciado tampoco era una, así que rogué los cielos de que aquella puerta estuviera abierta y que todo los estudiantes de San Jorge se hubiesen encargado de hacernos una broma de mal gusto. Costó un par de intentos, en los que Ethan maldijo y Alec protestó, pero para nuestra buena suerte la cerradura al final cedió.

Los tres nos armamos de valor y atravesamos las amplias puertas, sin mirar atrás y pidiendo en lo más profundo de nuestras mentes, no aparecer en un sangriento titular a la siguiente mañana.

Una vez afuera, pudimos notar que las luces de seguridad de los faroles y postes eléctricos no se habían visto afectados, pero el resto de los edificios del internado se encontraban en penumbra por el corte de luz. Nos miramos cara a cara, no sabiendo como proceder, hacia donde ir o que camino tomar. Tanto Alec como Ethan debían cruzar el bosque para llegar a su dormitorio, en cambio, yo debía seguir la ruta de entrada hasta llegar a mi edificio.

Psicosis: bajos instintosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora