Corriente
Todo en la vida de Ruben había cambiado desde el día en el que el ladrón mas buscado del pueblo había entrado por la ventana de su habitación. Eso lo tenía seguro el día de su ceremonia, lo que no sabía era si después de su huida de la iglesia, ese ladrón volvería a aparecerse en su ventana. Tenía miedo de que lo hiciera y tenía miedo de que no lo hiciera. Tenía miedo de las palabras del padre el otro día y tenía miedo de lo que pasaría después.
Su cabeza estaba llena de cosas que le asustaban y que le preocupaban. Ruben pensaba mucho. No le gustaba eso. Quería permanecer despierto y esperar a su ¿amante? Creo que podía llamarlo así. Pero al mismo tiempo quería dormir para dejar de pensar tanto. ¿Vendría Miguel? ¿Lo atraparían en el camino? ¿Lo atraparían cuando estuviera en la habitación? ¿Que haría Ruben entonces? Lo acusarían de pecado, ¿no es así? A ambos. Lo colgarían... A ambos...
En ese momento, Ruben escucho un sonido que venía frente a el y una cabeza se asomó por la ventana seguida por un cuerpo.
Ruben se levantó rápidamente y se dirigió hacia el.
- Déjame ayudarte, por favor -
Le dijo mientras lo tomaba de su torso y jalaba. Cuando logró entrar, estaba jadeando y lo único que pudo hacer fue recostarse en el suelo por unos segundos y en seguida intento pararse.
- No, no, quédate recostado - intervino en seguida el ahora rey y se acostó en el piso debajo de el. A pesar de que no le gustase, esta vez llevaba solo el pantalón de noche. Observo como Mangel se encontraba recuperando su aliento con los ojos cerrados.
Se encontraban paralelos uno con otro sin dirigir palabra alguna, o al menos por unos minutos, ya que el rey no tardo en caer por la ternura del recién llegado y ponerse encima de el dandole un abrazo. Mangel lo abrazó también y entrelazo sus manos con las de "Rubius"
Este, notó que las manos de Miguel Ángel estaban temblando.
- Estas temblando - dijo inseguro - anoche no lo hacías.
- Había muchos mah guardías que anoche - dijo el otro con delicadeza.
Claro, ahora se le daba mas seguridad que cuando no era oficialmente mayor de edad. ¡Que torpe de su parte! Solo pensaba mucho pero no hacía nada...
La mano de Mangel subió a su oído y bajo a su boca.
- Tu estah sudando también, ¿Que hacías? -
- Solo - dijo y se bajo de Mangel, sentandose - estaba pensando mas de lo que debía - Mangel se sentó entonces, con un poco mas de control sobre su cuerpo - otra vez... -
- ¿Sobre la ceremonia de hoy? - dijo ahora sentado Mangel
- Si... - susurro vagamente.
Ruben noto la mirada baja de su amante. "No, no, no, el no se refería a que quería dejar de verlo. ¿O si? No. Pero si no lo hacía ambos pagarían un alto precio. Ambos. El no podía dejar que por un sentimiento tan fugaz, Miguel fuera ejecutado....
En ese momento, fue el quien sintió el abrazo.
- ¿De verdad quieres hacer esto? - Preguntó Ruben. ¿De verdad estaría dispuesto a morir por el?
- Claro que si - un alivio entero y repentino lo lleno.
- Entonces hagamos que funcione -
Se besaron con amor y hasta un poco de pasión. Se levantaron sin separar sus bocas y se dirigieron hasta la cama.
Ya ahí, no hablaron de todas las negatividades en las que Ruben había pensado unos minutos antes, ahora mismo ya no importaba todo eso, lo único que importaba era Mangel y el, Mangel y Rubius, el ladrón y el príncipe, solo su historia de amor prohibido.
A la mañana siguiente, el príncipe despertó con el sol, y se percato en el segundo de dos cosas. En primer lugar, su amante se había esfumado por la ventana desde hace un tiempo desconocido. Y en segundo, estaba durmiendo hacia el lado de afuera de su cama.
No recordaba haber tenido ninguna pesadilla de las que solía tener cuando dormía de esa especifica forma, solo recordaba haber dormido abrazado de Mangel y acurrucarse en sueños.
Se levanto hacia la ventana de su habitación. No esperaba ver nada en especifico, pero con cada paso que daba temía con encontrarse un cadaver, afuera o sangre en las paredes.
No habia nada inusual afuera y posterior a los 10 segundos de alivio que sintio, llego la angustia de que se hubieran llevado el cuerpo si es que había ya pasado algo. O quizá que no hubiera muerto pero lo hubieran arrestado.
Se oyó que alguien toco a su puerta y se sobresalto lo suficiente para dar un salto. Obviamente era Charles que llegaba con una bandeja de desayuno y diciendo:
- Le atrae mucho la ventana ¿no es así? - dejo el desayuno en la mesa de noche como siempre - La diferencia de hoy a todos los demás días que la ve es que esta usando pantalones. Eso me alegra la vista.
- Buenos días a ti también, Charles - dijo el príncipe con el corazón aun palpitando velozmente. Se dirigió a sentarse para fingir que comería. Estaba demasiado preocupado para hacerlo.
- Le recuerdo, que este día lo viene a visitar la señorita Jeanine, tal y como lo pidió. -
Cierto. "Quiero que vengas todos los días solo a hablar conmigo"
- Si, gracias Charles -
Dijo sentándose, mirando la bandeja llena de frutos tiernos, pan endulzado, huevos frescos, carne bien cocinada, y si, la miro por un buen rato. Percatándose de la mirada perpetua de Ruben, Charles no pudo evitar en decir:
- No va a comerse eso, ¿verdad, señor? -
- N-no Charles, discúlpese de nuevo con la cocinera de mi parte, pero no tengo el apetito -
- A la pobre cocinera le sobran ya las disculpas - dijo sacudiendo la cabeza y tomando la bandeja -
- M-mas - dijo el príncipe balbuceando - me llevare la manzana, gracias - y la tomo antes de que su acompañante levantara su desayuno.
Ya que Charles salía de la habitación, dijo junto a un pequeño reojo:
- Esta poniéndose delgado - y acto seguido agacho la cabeza como despedida saliendo del salón.
Era cierto, a Ruben le enfermaba tanta comida y normalmente no comía mas que unas cuantas cosas de la bandeja. Sin embargo estaba teniendo menos apetito esos últimos días y comenzaba a perder peso.
Después de unos minutos Jeanine entro por la puerta de su habitación, no sin antes tocar. Llevaba un vestido de un color rojo que combinaba perfectamente con su cabello y no dejaba de ser humilde. Comenzaron con unos tímidos saludos y después de unos 70 minutos, el príncipe pudo asegurar no haber tenido conversación mas satisfactoria en su vida. Se despidieron con mucha pena de tener que hacerlo y quedaron la misma cita a la misma hora al otro día.
Desde ese día la vida real se volvió mas intrépida y activa. Por el día, despertaba con el olor de un amorío intruso en su ropa, la cual se cambiaba para recibir a la chica mas interesante del pueblo. Sus citas se alargaban cada día, a veces llegaba mas temprano y otras se marchaba mas tarde. Pero no era molestia alguna par ninguno de los dos, podían repetir temas muy seguido pero a ellos no les importaba. Se hundían en una conversación, en la cual ni el tiempo ni el espacio podían intervenir. Se revelaban secretos como que Jeanine era un alma creativa que huía de su casa a hacer manufacturas en la maderería, a pesar de que su familia quería que siguiera en la empresa comercial de las primeras importaciones y exportaciones del pueblo. Desde ese día Jeanine paso tiempo en la maderería haciendo un tipo de placa oval que con dos cuerdas formaba un brazalete. Llevaba tallada un símbolo extraño parecido a un espiral. El príncipe lo recibió como un regalo de parte de su compañera y esta le explico que era el símbolo que se usaba como la palabra conversación. Desde ese día, la gente notaba la pulsera, y en los paseos del principe por el pueblo y sus alrededores no evitaba preguntar por tan humilde objeto en la muñeca de tan notable hombre. Al no ser nada comprometedor, les revelaba su origen y su significado. Lo que no se imagino hasta ya mas tarde fue que el padre de Jeanine fuera a enterarse entonces de que su hija estaba haciendo maderería.
Le preocupo toda la noche hasta que en la mañana siguiente pregunto si había recibido alguna queja de su padre por su culpa. Le alegro a Ruben saber que el padre de Jeanine, encantado de que ella hubiera hecho algo para el príncipe, la dejo practicar maderería.
La vida de día era maravillosa, pero por la noche también.
Miguel dejo de robar definitivamente y cambio su rutina, ahora se quedaba por la noche en el pueblo y en el día regresaba a su casa.
El príncipe le daba su gran cantidad de comida, y la cocinera se ponía mas contenta cada día ya que por fin se entregaba a la cocina un plato limpio. Cuando Mangel empezó a notar, a pesar de la oscuridad, que el príncipe bajaba de peso, no dejo de mencionarlo por varios días, hasta que convenció a Ruben y comenzó a comer mas y con mas frecuencia. La seguridad bajo por mandato del príncipe y junto con los zapatos que le había regalado, a Miguel se le hacia tremendamente mas fácil subir.
Gracias a estos hecho, Miguel llego a pensar un par de veces que todo esto era un simple acto de caridad hacía el. Sin embargo cuando combinaban sus labios y alientos en un beso, o cuando se tomaban de las manos para no soltarse nunca o cuando se susurraban un "Te amo" en la cama de cara a cara, el tornado que surgía en el estomago de Mangel, le decía a gritos que todo era real, real y hermoso.
Nunca llegaron a tener una relación en la cama. Cada vez que sus besos y cariños sentían pasión simplemente seguían y se despojaban de sus ropas, enteramente. Se besaban por todo el cuerpo, pero solo eso, sin mas. No sentían necesaria la acción de tener "sexo", sin mencionar que aun no entendían como podían hacerlo dos hombres. A veces compartían sus ideas sobre eso echando varias risas. A ambos les encantaba todo del otro: su risa, su cuerpo, sus ojos, su comportamiento, su habla. Todo.
Y hacían cualquier cosa: podían pasarse la noche en el suelo contando historias, leyendas o anécdotas. Contando su vida a detalle, o tocarse la cabeza con los pies o dormir, cualquier cosa era perfecta si estaban juntos. Su relación era perfecta así, perfecta y secreta. No lo sabía ni Charles, el segundo padre de Ruben, ni la abuela de Miguel, solo lo sabían las 4 paredes que los observaban cada noche y la ventana que lo había iniciado todo.
Muchas veces cuestiono su madre a Miguel sobre el cambio de planes tan extremos y repentinos, sin mencionar la aparición de cosas nuevas en la casa. Lo único que había dicho a su madre, era que no era mas un ladrón. La expresión de confusión en ella y la sonrisa en su abuela, valían la mentira y el misterio.
Ruben dejaba de tener las pesadillas que lo atormentaban en algunas ocasiones, y es que comenzaba a pensar menos; mas bien se preocupaba menos.
A Mangel siempre le costaba despedirse así que siempre esperaba a que su príncipe se durmiera para huir sin dejar pista ni en la habitación, ni en el pueblo. Las visitas pasaban y una de las noches en las que el cielo se encontraba despejado, salió de la cama, como de costumbre, sintiendo un pie que le atascaba el tobillo y lo hacia caer hacía el suelo.
Enseguida vio la cabeza de Ruben asomándose a donde el estaba y diciendo:
- ¿A dónde crees que vas? - dijo con un tono divertido.
- Emm... ¿A casa? - dijo Miguel desde el suelo.
La cara de Ruben lo observaba serio desde el borde de la cama. Los ojos de ambos brillaban de curiosidad : A Miguel Angel nunca lo habían atrapado mientras huía furtivo del castillo y Ruben nunca había despertado mientras el otro huía.
Parecía ser de su costumbre ya, tener esos momentos de cruces de mirada.
- ¿Puedes quedarte esta noche? - dijo el rey por fin.
Miguel lo meditó un momento, podía irse en la mañana temprano, y le dijo que si a su amante.
Este, le extendió su mano, ambos se acomodaron en la cama y durmieron... Otra vez, y soñaron, o eso parecía juzgando por las sonrisas plasmadas en su cara. Quizá solo eran conscientes de la felicidad que residía en sus corazones en este momento.
En la mañana siguiente muy temprano, ambos despertaron y mientras el sol comenzaba a salir por las montañas lejanas, los amantes se despedían en la ventana con un beso.
Cuando el sol salió por completo, Miguel estaba ya lejos y Charles entraba al cuarto de Ruben con la ropa que usaría al ver a Jeanine. Y los días pasaban iguales, y Ruben nunca estuvo mas feliz de seguir la corriente de la vida.
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Prohibido (Rubelangel)
FanfictionMini historia Rubelangel es pequeña pero no tanto para tener solo un capitulo.