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Una pesadilla. Shinso se levanta de su cama de sopetón, lanzando a su gato (que dormía sobre él) por los aires. Se disculpa con él después, volviendo a subirlo a la cama y tomando de nuevo su lugar.

La noche anterior se pasó bebiendo y los recuerdos se mezclan en su cabeza enlazándose con el sueño. Sin embargo, justo cuando está a punto de dar con eso que busca en su memoria, un par de golpes en la puerta le distraen y tras decir "adelante", su padre asoma la cabeza dentro de su habitación.

Shinso ni molesta en ponerse la camiseta del pijama.

—Cariño, voy a salir a...

Aizawa se queda callado cuando entra y le ve y él espera que continúe, sin entender esa cara que le pone.

—Toshi —retoma su padre, cerrando la puerta detrás sí y dispuesto a empezar (por la forma en la que toma aire) una de esas charlas que Shinso preferiría no tener nunca —, sé que te dije que no me metería en tu vida privada, pero no creo que eso sea bueno. Sé que sois jóvenes y todo lo que quieras, pero cariño, ¿cómo piensas tapar eso antes del lunes?

Shinso frunce el ceño sin entender de qué habla a lo que a Aizawa no le queda otra que suspirar y acercarle el espejo de mano que hay en su escritorio. El chico le agradece y se mira en él, sin entender todavía de lo que habla. Sí, tiene los labios un poco hinchados, pero tampoco era...

Oh. Bien. Ahora sí que lo entendía.

—Me cago en la puta.

La casa entera está en silencio esa mañana, cómo lo lleva estando desde hace tres días.

Kaminari se cae de la cama con la tercera alarma, chocando contra el suelo y murmurando un "lo siento" aunque no haya nadie a quien molestar. Con paso lento se dirige al baño para lavarse los dientes y quitarse ese horrible regusto a cerveza que ni siquiera bebió la noche anterior. Recordarlo le hace sonreír mientras se agacha para lavarse la cara.

Shinso había jugado mucho con él los últimos días, así que Kaminari se había tomado la libertad de dejarle un par de recordatorios sobre su piel en caso de que decidiera olvidar voluntariamente la noche anterior. El pobre ni se había dado cuenta (demasiado concentrado en no quitar las manos de sus caderas) y lo cierto era que él tampoco quería estar presente cuando lo hiciera.

—Me va a matar —le dice a su somnoliento pero triunfante reflejo.

—Pensé que odiabas mi mierda.

Sero mira de reojo a su amigo, siguiendo sus acciones con atención. Bakugou da una profunda calada a su porro y deja escapar el humo como si nada. Cuando en la mañana le preguntó si podrían verse, Sero creyó que se refería a... bueno, dentro de unas semanas. No que se presentaría esa misma noche en la puerta de su casa, justo cuando él se estaba preparando para una noche a solas colocado porque su hermano acababa de irse de viaje de negocios.

—Que te jodan —le gruñe Bakugou.

—Mírate, si ni siquiera toses cuando fumas... —sigue bromeando Sero por puro entretenimiento. —Qué orgulloso estoy de ti.

—Antes fumaba, imbécil. No eres el único con malos hábitos.

Sero frunce el ceño. No tenía ni idea de ese dato, pero tampoco le sorprendía. Bakugou estaba siempre a un paso de explotar; no era de extrañar que hubiera probado cualquier cosa con tal de aliviar su frustración y rabia constantes. Y la nicotina resultaba ser muy útil cuando la dejabas tomar las riendas de tu control.

love & game | shinkamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora