15 El Inicio

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El terrible dolor de cabeza y la desagradable sensación de hundirse en su hamaca no contribuyeron a disipar las náuseas.

Zaine saltó del lecho, sintiéndose instantáneamente mareado. Prefería despertar con la persistente sensación de ser fuego que con la impresión de que alguien había tomado su cuerpo para devolvérselo al revés.

Sentado en el suelo, extrajo el huevo del nido artificial y lo aferró entre sus brazos. Aún no alcanzaba a comprender por qué aquel gesto le brindaba confort, pero desde su duelo con Jason cada noche conseguía dormir en la hamaca si tenía el huevo.

Tomó una profunda respiración, sintiendo el calor expandirse hacia sus extremidades desde su pecho. Cerró los ojos, deseando que el mundo dejase de girar y cuando sus oídos encontraron los latidos de la cría dentro del cascarón, el malestar se detuvo.

Repitió el proceso, percibiendo sus nauseas disminuir con cada expiración.

No recordaba haber regresado a su cuarto la noche anterior. Ni haberse cambiado de ropa o acostado. Sí recordaba haber bebido... como...mucho. Vagos recuerdos de sentarse a conversar con Kaya y Amal. Les entregó sus regalos y cuando se marcharon él quedó solo con Jas...

"Jason" pensó, evocando la imagen de su piel tostada, sus ropas nuevas y el oscuro color oliva de sus ojos.

Un profundo sonrojo le acarició el rostro.

Estuvieron cerca, tan próximos el uno del otro que Zaine pudo percibir su perfume, lo cálido de su aliento. La firmeza de su cuerpo.

Pero había algo más.

Una sensación distinta enterrada tras la niebla de la resaca y las náuseas. Y cualquier cosa que fuese, le aceleraba el pulso y le revolvía el estómago en una forma que comenzaba a comprender no era desagradable.

Inconscientemente sus dedos alcanzaron sus labios y Zaine se preguntó si aquella sensación efímera sería solo un sueño. Un cruel y estúpido sueño.

Estaba convencido de no necesitar esa clase de pensamientos. Le sobraba con perder el control de su pulso cada vez que estaba en el mismo espacio que el mercenario. No necesitaba que invadiese también sus sueños.

"Pero que dulce fue" pensó, percibiendo el cosquilleo en su vientre tan similar al aleteo de las mariposas. Se preguntó entonces, si aquel atisbo de color que vio en los ojos de Jason era real. O solo un espejismo creado por su inconsciencia.

Agitó la cabeza en un intento de espantar el pensamiento.

Las emociones.

Y sin embargo, algo cambió. El aire a su alrededor se volvió ligero.

Cálido.

Un extraño resplandor llenó el cuarto, demasiado próximo como para que el cazador tardase en localizar su origen.

Apoyado en su pecho el huevo emitió un suave trinar. Similar al lamento de su madre moribunda.

Las manchas del cascarón se esfumaron y cómo mismo vino, la agitación se fue, dejando a Zaine atónito en el espacio entre la cama y la pared.

Asustado, comprobó la frecuencia de los latidos de la cría. Paz le acogió al identificarlos constantes y fuertes. Pero a la vez quedó contrariado. Inseguro del significado que podría haber tenido aquel despliegue Zaine lo regresó al nido artificial que construyó junto a sus compañeros.

Solo había alguien a quien podía acudir por respuestas. El mismo sujeto que lo trajo allí a pesar de sus quejas y que tan egoístamente se lo impuso.

Crónicas de la Superficie: Los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora