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Kahaku chasqueó la lengua cuando notó las pequeñas gotas de sangre que brotaron de su piel.

Un corte provocado por el borde de un papel ardía de una forma irracional. Y en su boca se manifestó un ligero gusto a traición cuando pensó en lo fina e indefensa que se veía aquella página amarillenta y antigua.

—¿Estás bien?

La hermosa e inexpresiva voz de Fushi. Su cuerpo acercándose.

La sensación de ardor aumentó en su piel y Kahaku se preguntaba por qué debía soportar este tipo de amor; irracional e injusto.

—Estoy bien, Fushi —El tono dulce y gentil, alejado por completo de la susceptibilidad en su corazón.

En el cuarto de libros había un olor a vainilla que carecía de sentido y confundía la mente de Kahaku. Incluso opacó el fuerte aroma del aceite que se quemaba en las lámparas.

Detenerse en la posada fue su idea porque Fushi se veía exhausto, irascible y todo lo que él no comunicaba pero Kahaku intuía.

—Déjame verlo —respondió Fushi y le quitó el libro de las manos para dejarlo sobre el escritorio de madera.

Kahaku percibió que algo no encajaba. Las llamas de las lámparas emitían un calor acogedor y parecía que la sensación se transmitía igual para ambos. Incluso le daba la falsa impresión de que Fushi estaba cómodo con él, compartiendo el mismo espacio entre páginas desgastadas y el sonido de la lluvia que golpeaba los cristales.

Fushi mantenía la mano estirada para que le mostrara la pequeña herida y Kahaku sentía que se quedaba sin aire bajo su mirada expectante.

Si había algo que Fushi odiaba, era ser tocado por Kahaku.

—Dije que estoy bien, no es nada.

Tenía miedo de que Fushi volviera a sentir asco por él. Desde el principio Kahaku sufría por los dos, porque no quería disgustar a Fushi y porque no soportaba ver la expresión de horror en su precioso rostro.

Sin permiso, Fushi tomó despacio la mano de Kahaku y la extendió hacia arriba para ver el pequeño corte, era una herida insignificante que no valía la molestia de ser examinada.

Y aún así, Kahaku sintió el caos de ser tocado por Fushi. El pulso elevado le dio color a sus mejillas y tuvo que tragar saliva.

—¿Ves? —La voz de Kahaku temblaba—. Te dije que no era nada, solo me corté al pasar de página —Se obligó a sonreír—. Puedes dejar de tocarme ahora, no te obligues a hacerlo, por favor.

—Me estoy acostumbrando —dijo monótono y materializó un poco de algodón para limpiar la mano contraria.

Kahaku siseó con los dientes porque el algodón tenía alcohol—. Eso... —miró directo a los ojos de Fushi—. Eso arde mucho más que la herida en sí.

Fushi, por alguna razón, se hizo hacia atrás y cayó al suelo de madera. Cuando su espalda impactó contra una de las bibliotecas, algunos libros también se derrumbaron. Kahaku perdió el contacto con él y creyó que no existía una tristeza más profunda que la suya. Y sabía que pensar en algo como eso era lo más egoísta del mundo.

Se levantó de la silla y se inclinó apoyando una pierna sobre el piso para verificar que Fushi estuviera bien. Cuando lo vio, Fushi evitó su mirada; el cabello blanco se balanceó sobre sus ojos.

—Lo siento —dijo Kahaku con pesar—. Te asusté.

—No... no —Fushi era un desastre. Y su voz también lo era—. Tu mirada... tu pulso... me afectan.

—Lo sé. Así que por favor, levántate del suelo y vete. ¿Por qué estás aquí leyendo conmigo? Ve a dormir, lo necesitas.

—Tú no lo entiendes —Y tal vez, Fushi tenía toda la razón y Kahaku no lo comprendía en lo absoluto.

—Entonces háblame —La boca de Kahaku estaba seca—. Mírame.

Fushi tragó saliva y Kahaku lo notó. La sed en su garganta se volvía insoportable y verlo tragar empeoraba todo.

—Si lo hago... —Fushi hizo una pausa. La lluvia que golpeaba las ventanas era cada vez más fuerte—. Si te miro... si miro durante un segundo la devoción en tus ojos, siento que no voy a poder soportarlo.

Al escuchar su voz arruinada, Kahaku se arrodilló para quedar entre sus piernas y Fushi lo observó por el movimiento repentino.

—¿Ves que sí puedes mirarme? —Kahaku acercó su mano al rostro de Fushi pero sus dedos titubearon antes de tocarlo.

Para su sorpresa, Fushi movió la cabeza y su mejilla hizo contacto con los dedos temblorosos de Kahaku.

Cuando Fushi reafirmó el toque, Kahaku sintió que su alma estaba completa.

Sus miradas conectadas. La expresión vulnerable en el rostro de Fushi. El calor de su piel.

—¿Por qué lo hiciste, Fushi? Esto puede ser adictivo.

—Kahaku, yo... en realidad no sé qué hacer —Sus mejillas sonrojadas lo decían todo—. Siento que me estoy quemando por dentro. ¿Así se siente ser tú? ¿Cómo lo soportas?

Dios. Kahaku era el que se estaba incendiando. Escucharlo, verlo, tocarlo. Amaba a Fushi para toda la eternidad.

Kahaku se inclinó hacia adelante y apoyó su frente en la de Fushi, luego su otra mano tomó la mejilla libre y así, como si solo existieran ellos dos en el mundo, sostuvo con dulzura el rostro de Fushi—. ¿Duele, verdad? —preguntó sonriendo, con los ojos inundados de anhelo.

Fushi asintió como pudo. Y luego, simplemente, actuó consentido—. Alivia mi dolor, Kahaku.

Kahaku besó sus labios con inmensa devoción. Y Fushi tuvo la necesidad de tocar el cuello contrario para profundizar el beso; sus dedos se hundieron en el cabello negro y cuando sus lenguas se tocaron, Fushi comprendió que la satisfacción de ser besado por Kahaku solo aumentaría de ahora en adelante. Era adictivo, tal como él dijo que sería.

Y, para Kahaku, la eternidad de Fushi no era suficiente para cansarse de sus besos, sus toques y la belleza absoluta de su cuerpo temblando bajo sus posesivas manos.

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Cómo me gusta Kahaku y el inmenso amor que siente por Fushi.

¡Gracias por su tiempo!

Quiero comprenderte por completo #FushiKahakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora