Capítulo 8

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Gabriel y Daniel caminaron por la casa, precedidos por una persona del servicio. Se habían habilitado unas carpas y mesas en la parte posterior de la vivienda. Había gente agrupada en corrillos, con copas en las manos. Buscó entre ellos algún rostro conocido, y así percibió como Emilio adoctrinaba a su hijo Damián para que saliera a su encuentro. Sí, como había pensado, aquella reunión poco tenía que ver con la excusa para hacerla.

-          Hola Daniel, Gabriel. Me alegra que hayáis venido. Hay una barra en la esquina por si queréis tomar algo antes de comer.-

-          Claro.-

-          Mi madre a veces tiene buenas ideas, esto del bar está mejor que servirte tu mismo en la mini barra de la piscina.-

-          Oh, Damián, aún no me has presentado a tus amigos.-

Damián puso los ojos en blanco antes de volver su cara hacia su madre.

-          Mamá, a Daniel ya lo conoces, y este es su hermano.- Gabriel le tendió la mano mientras le regalaba una sonrisa que hacía que las bragas le temblaran.

-          Gabriel Recio, es un placer.- depositó un suave beso en el dorso de su mano, para deleite de la mujer.

-          Oh, estamos encantados de tenerle hoy aquí.-

Una atenta Zulema, aprovechó el momento para intervenir. Las entradas inesperadas eran lo suyo.

-          Mamá, te necesitan en las cocinas. Jimena se ha puesto a dar órdenes a los del catering y los tiene locos.-

-          Oh, discúlpenme. Zulema, ¿te encargarías de atender a nuestros invitados?. –

-          Por supuesto, mamá.-

Zulema tomó el brazo de Gabriel y lo  guió con paso calmado.

-          Daniel habla mucho de ti.-

-          Espero que bien.-

-          Umm, a veces creo que demasiado.-

-          ¿Demasiado?.-

-          Dice que eres el rey de la noche.-

-          Podría decirse que sí. Mis 3 locales están entre los más populares.-

-          Eso también. Pero creo que él habla de tus conquistas.-

-          Bueno, no me quejo.-

-          Eres un rompecorazones.-

-          Nah, solo busco a la indicada. Pero aún no la he encontrado.- Zulema soltó una carcajada.

-          Un día de estos la encontrarás, cuando menos te lo esperes.-

-          Dejemos entonces eso al destino. ¿dijiste que tu prima estaba organizando a los del catering?.- Zulema soltó un pequeño bufido.

-          Que va. Mi madre la convenció para que hiciera uno de sus "increíbles" postres, y está volviendo locos a los del catering con sus exigencias. La gusta controlarlo todo, y cada cosa ha de hacerse cómo y cuando ella dice. Es una controladora.-

-          Espero que el resultado merezca la pena.-

-          No creo que un postre sea tan decisivo para triunfar, pero mi madre siempre quiere ser a la que las demás intenten imitar. Ponerle pedigrí a una tarta no la hará más dulce.-

Gabriel frunció el ceño, no acababa de entender lo que Zulema quiso decir con aquella última frase, pero se encargaría de averiguarlo. Estar bien informado siempre era la clave para conseguir buenos negocios. Nunca se sabía demasiado cuando se apostaban aquellas cantidades de dinero.

Antes de dar el primer trago de su bebida, Emilio y un par de sus socios ya se habían presentado. Antes de que su vaso estuviese por la mitad, ya le habían puesto al día del negocio que querían que "apoyara" económicamente. Se lo vendieron como una oportunidad única e irrepetible, una que no había que dejar pasar.

-          Podría echarle un vistazo y deciros algo en breve.-

-          Bueno, eso sería estupendo. Aunque nos gustaría tener una respuesta antes del miércoles. Queremos empezar con las licitaciones esta semana y no podemos esperar mucho más.-

-          Si tendrías un dosier que pudiese llevarme hoy, con gusto lo echaría un vistazo. El martes podría daros una respuesta.

-          Oh, eso sería estupendo. Antes de irte, recuérdamelo. Seguro tengo alguno en mi despacho.-

-          Perfecto.-

-          Caballeros, dejen los negocios para más adelante, es hora de sentarse a la mesa.-

Helena tomó el brazo de su marido, y con toda la clase que pudo imprimirle instó a los hombres a que se acomodaran a las mesas.

Por mucho que buscó, Gabriel no encontró ningún rastro de Jimena, hasta que llegó el postre. Un repetitivo tintineo llamó la atención hasta una Helena en pié.

-          Damas y caballeros, es para mí un honor anunciarles que el postre que van a degustar, ha sido realizado por mi querida sobrina, Jimena Corona Fitz-James Stuart. Para aquellos de ustedes que no  ha leído el artículo que le dedicaron en la revista Restaurant Magazine, solo decirles que la catalogaron como una de las 10 mejores reposteras del mundo. Y eso que solo ha hecho sus prácticas en dos restaurantes, eso sí, muy conocidos. En fin, no quiero entretenerles más con mi parloteo, tan solo disfruten.-

Mientras hablaba, un grupo de camareros había empezado a colocar en algunos platos un delicado postre. Era una rosa de pétalos de manzana, con una hoja de barquillo verde oscuro en el que descansaba una pequeña bola de helado. Estéticamente era tan hermoso, que uno no sabía si comer o deleitarse con aquella perfecta imagen. Alzó la mirada hacia otro comensal, el cual ya casi había terminado su rosa, y que posó sus ojos sobre la de Gabriel. Parecía que esperaba a que no se la comiera para hacer él lo propio. O al menos eso decían sus ojos. Con cuidado, partió la corona de pétalos por la mitad, haciendo crujir la base de la flor. Llevó el pedazo a su boca, y no pudo evitar cerrar los ojos cuando el sabor estalló en su boca. Estaba caliente, pero sin quemar, ni tampoco tibia. Era la temperatura justa, para que el caramelo natural que se desprendía de la manzana, se deslizara suavemente sobre su lengua. Un pequeño toque de limón se fundía con la dulce manzana, marinando perfectamente. Y como contrapunto, la masa crujía suavemente, fundiéndose poco después en pequeños copos tostados. Cuando el bocado desapareció de su boca, bajó el tenedor al plato para recoger el trozo restante, sin poder evitar mirar al hombre de antes. Su plato estaba vacío, y sus ojos vagaban sobre los platos de aquellos que aún mantenían alguna parte del delicado postre en ellos. Ahora lo entendía, al igual que él, quería más. Después, le tocó el turno a la hoja de la flor. Recogió un poco de la bolita de helado, y este se fundió en su boca. Estaba a la temperatura justa, no demasiado fría, lo justo para que empezara a derretirse en su lengua, dejando un regusto a ron jamaicano, suavizado con miel. El barquillo de color verde, fue lo siguiente, y sorprendió por su sabor a chocolate y nueces.

Sus sentidos gustativos habían sido llevados al cielo. Su olfato, su gusto, nada podría alcanzar las cumbres a las que aquella delicada obra maestra había los había catapultado. Si Jimena había confeccionado aquella exquisitez,  el orgullo de Helena estaba de sobra justificado. "IN NOBIS PERFECTA EST", pues ella había conseguido sacar la perfección hacia el exterior. 

Un ángel de alas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora