37 El peso de la Determinación

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Sentado bajo las deslumbrantes luces rojas de las hojas, Zaine observó la tumba de los padres de Jason. No sabía por qué lo había hecho, pero limpió la lápida con el agua tibia de las termas y apartó las hojas secas sobre su superficie. Incluso buscó en el jardín de crecidas hiervas por los lirios que el mercenario le dijo eran las flores favoritas de su madre.

Suspiró, observando su obra con un nudo en la garganta y malestar en el estómago.

– ¿No vas a tomar un baño? – dijo una voz masculina a su costado, y cuando Zaine alzó el rostro, encontró a Kyde de pie a su lado.

El joven Suthaly había vuelto a ponerse el pantalón, pero mostraba abiertamente el bronceado pecho desnudo. Su largo cabello castaño dejó una marca de gotas de agua, indicando el camino por el que había venido. Zaine no necesitó ver el vapor brotar de su cuerpo para comprender que acababa de salir de las termas.

El cazador desvió la mirada, dejándola descansar sobre la palidez de las piedras de la tumba frente a él. Usar su mutación después de tanto tiempo le había dejado con un profundo frío que le calaba los huesos. La temperatura exterior no había descendido, pero su cuerpo le rogaba por el calor que había perdido.

Sumergirse en las aguas termales podría ser la solución a su problema, pero Zaine temía que los recuerdos de su estancia previa en las termas le atormentase de permitirse sumergirse en las cálidas aguas. Tal vez era esa misma razón la que le impidió entrar en la casa de madera.

El peso del hermano de Kaya emitió un sonido sordo al dejarse caer a su lado. Sentado. Observándole con aquellos ojos agudos y cristalinos.

– Déjame adivinar – murmuró Kyde – Jason te dijo que nunca había traído a nadie aquí. Que sería vuestro pequeño secreto.

Zaine entrecerró los ojos, evocando sus recuerdos. Vacíos de aquellas palabras necias. Lentamente negó.

– No es asunto tuyo – contestó. Sin ganas de explicarle que sabía que Aineri le había acompañado antes que él.

– Por supuesto que te dijo algo como eso – se vanaglorió Kyde, acomodando los codos sobre sus propias rodillas. – Jason dirá cualquier cosa para meterse en tu cama. Has de saber que todo el mundo en El Nido sabe de este lugar. Es nuestro punto de paso. Aquí nos refugiábamos yo y mis hombres entre misiones. Mientras esperábamos que se nos asignase nuestro próximo trabajo. Esta cerca de Estigia y podíamos vigilarlos fácilmente.

Zaine cerró los ojos.

Recordó que en su primer viaje pensó que la casa se veía demasiado limpia para estar abandonada. Ahora comprendía a qué se debía. Pero que otros utilizasen aquel sitio, no implicaba que el mercenario le hubiese mentido. Jason nunca mencionó a otros viniendo a estas tierras. Sino que habló de sí mismo, y como solo había estado allí en esas dos ocasiones.

"¿Por qué lo defiendes?" dijo una voz en su cabeza. Una extraña mezcla entre su propia conciencia y la de su maestro fallecido.

"Es la verdad" se contestó a sí mismo.

– Nunca supe que había una tumba aquí – comentó Kyde, sacándole de sus cavilaciones.

– Tampoco yo – contestó Zaine, sintiendo como el peso de los ojos de Kyde aumentaba sobre su figura.

– ¿Sabes? Cuando mientes se te hace una tremenda arruga entre las cejas.– dijo el muchacho Suthaly, haciéndole girar el rostro. El cazador le observó con el entrecejo fruncido. Pero Kyde se limitó a sonreírle. –Como si tu cuerpo se resistiera.

Zaine no contestó, sino que se llevó la mano a la frente, comprobando en efecto que las palabras del muchacho eran ciertas. Hubiese deseado que alguien más se lo dijese antes, así no hubiese mantenido aquel desagradable habito que en tantos problemas le había metido.

Crónicas de la Superficie: Los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora