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— ¿Tu casa o la mía?

— ¡No digas esas cosas así! Necesitamos privacidad para hablar sobre eso.— Cristian regañó levemente, tratando de ignorar la fuerte mirada de esa señora justo a su lado. Era cierto, Paulo no tenía que decir ese tipo de cosas en lugares públicos o en restaurantes, y menos en voz alta.

— Pero es que tenemos que bajar de peso y tú me traes a un restaurante de comida china, la comida más grasosa del mundo, ¿Qué querés que haga?

— ¿Que seas una persona normal? El cocinero nos acaba de ver mal por lo que dijiste.—ambos miraron a la cocina, donde un chico los miraba con los ojos entrecerrados mientras afilaba su cuchillo.

— Sólo dije un hecho.

— Si seguís así nos van a sacar.

— Yo ni siquiera quiero estar aquí.

— Pues yo sí, muero de hambre, ¿Serías tan amable de dejarme comer en paz?— torció sus ojos, como si estuviera pidiendo mucho, y después hizo un gesto con su mano, cediéndole el permiso de comer.—. Sos muy amable, gracias.

— Estás muy diferente desde lo qué pasó entre nosotros, ¿Te enojaste conmigo?— un dedo índice coqueto en su mano, y se atragantó con los fideos que tenía en su boca, haciendo que la señora de la otra mesa los mirara raro.

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— Si te enojaste, ¿Por qué? Sólo te hice sentir bien.

— Pau, hablaremos después, sólo que por favor, cállate.—un tono brusco, y siguió masticando, al tiempo que la mencionada suspiró, entrelazó sus brazos, y comenzó a utilizar el celular de Cristian, tomándose fotos para llenarle la memoria. Treinta en la misma pose, solo cambiaba su cara, pero aún así quería que el mayor conservara todas.

Ver a Cristian comer fue todo un proceso lento para el menor, que ya no sabía qué hacer en ese restaurante. Jugaba con sus tenedores, dibujaba en el menú de niños, pedía un vaso para pequeños y se peleaba con la mesera porque 'ya estaba muy grande para esos vasos', pero aún así el menor los quería. Se levantaba para ir al baño, le robaba un brócoli al azabache, y después volvía al celular de su mayor, jugando los juegos que tenía instalados solo para ella. Una risita cuando dejó de comer, pagó todo, y se levantó, con su mochila y su tabla de skate, y ambos caminaron a la salida, con Paulo riendo.

— ¿Querés hacer algo más?

— Quiero saber por qué estás enojado conmigo.

Cristian torció sus ojos, y volteó a ver a su mejor amigo, tomándolo de sus abultadas mejillas. Realmente amaba esas mejillas, realmente quería que si su amigo adelgazaba, conservará esas lindas y suaves mejillas, tan abultadas, siempre sonrosadas y lindas estuvieran ahí siempre. Cuando lo sujetó, se dio cuenta de que de verdad lo amaba. Amaba todo de Paulo, de manera desinteresada. Iba más allá de su rostro lindo, iba más allá de que fuera algo llenito, él amaba a Paulo tal y cómo era, y recordó las palabras de su tía.

El plan se renueva automáticamente mientras no sea cancelado.

Iba a sacar provecho de todo lo que le estaba ofreciendo el menor.

Con ese abultado rostro acunado en sus manos, sus labios se atrevieron a acariciar los contrarios, un beso suave. Cristian solo tenía una petición para seguir en su trato, seguir besando a Paulo. Sus labios sabían a sandía, y eran mejor de lo que había imaginado. Sólo lo besó levemente, un poquito, y después mordió levemente ese labio inferior, y se separó del menor.

— Vamos a tu casa, no hay nadie.

— Los preservativos ya están allá.—el rostro sonrojado del menor le indicó que él no esperó ese beso, y se sintió bien estar en el lugar de Paulo. Él no mostraba nervios ante sus acciones mientras el otro estaba muerto de vergüenza, y se sentía bien. El no mostrar remordimiento.

Su vista vagó hasta el cuerpo del menor a su lado, y por primera vez en mucho tiempo sus ojos fueron a sus pechos. Tragó saliva, pretendiendo que no había visto nada, y en cuando menos se dio cuenta, ya estaba en la casa de la menor, que estaba intentando abrir su puerta con nerviosismo, temblando, Cristian realmente tampoco estaba tan lista para hacer lo que iba a hacer.

La señal de que cerró la casa con seguro, entrelazaron sus manos, y ambos partieron al cuarto del menor, decididos a lo que iban a hacer.

Cristian mentalizó en todo el camino lo que iba a pasar ese día, Paulo iba a perder su virginidad con él, algo que lo hizo ponerse de nervios.

Estaban los dos sentados en la cama del menor, con sábanas nuevas, y el azabache se removía bastante, haciendo sonar la cama.

— Creo que deberías cambiar las sábanas, a unas viejas.

— Está bien, después las lavaré.

Ambas asintieron, y Paulo se puso a jugar con sus dedos, siendo tierno.

— ¿Cómo fue tu primera vez?

— En un baño, la señora Díaz me acorraló en los baños y, ahí pasó la cosa, perdí mi virginidad en un baño público— el menor asintió, mordiendo su labio inferior, labio, que fue anteriormente mordido por su mejor amigo—. Quiero que la tuya sea especial, Pau.

— Ya lo es, si es contigo, tonto, pero tengo miedo, ¿Y si me duele?

— Haré todo lo posible para que no te duela.

Paulo asintió, y se acercó al mayor, viendo sus labios. Estaban tan nerviosos, casi temblando. Cristian tragó saliva, sujetó el rostro de Pau, y lo besó con sumo cuidado, moviendo sus labios de manera lenta y cuidadosa. Esos labios sabor sandía debían ser cuidados con toda la cautela del mundo, que él mismo tenía miedo de hacer algo mal. Comenzaron a moverlos al mismo tiempo que las manos del menor fueron por las de su amigo, poniéndolas en su pecho izquierdo, y gimió levemente cuando sintió que lo apretó levemente, sobre su camisa.

Manos debajo de la camisa de Cristian, tocando su abdomen a medio formar, después sintió como el menor se separó para comenzar a desabotonar su camisa de botones, uno por uno, y cuando terminó, besó su clavícula, para después dejar un rastro de saliva con su lengua por toda la extensión.

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𝗱𝗶𝗲𝘁 𝗼𝗳 𝘀𝗲𝘅 ━━ cuti x paulo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora