Nora Muscatello, mimada hasta lo impensado, tiene a toda Italia a sus pies.
Su padre le da todo lo que cruza por su mente, sólo hasta que sortea un horrible tropiezo.
Su pesadilla comienza al pisar la catástrofe que es Corea del Sur, pues una serie...
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Tomé asiento en uno de los sillones cuando ya hubo pasado demasiado tiempo. No entendí cuál era la idea de tener luces en movimiento dentro de tu propio cuarto. Dieron las doce y estas comenzaron a moverse tanto que me estaba mareando.
Todo el entorno parecía más bien un antro, o una vulgar habitación de motel si miraba la cama.
El ambiente y la espera me estaban sofocando, así que tuve que salir a la terraza. Abracé mi propio cuerpo para darme calor y sentí vértigo al mirar abajo por la altura a la que me encontraba. Una enorme y cristalina piscina reflejaba a la luna sobre su agua y cientos de árboles protegían a esta mansión como paredes de un fuerte.
Sentí miedo por lo que me esperaba. Su reacción había sido la más esperable frente a mi desesperada declaración. Sin embargo, a solas, temía todo lo que podría hacerme, ahora que él manejaba esta información.
Y como si mis pensamientos lo hubieran llamado, oí pasos acercarse presurosos y firmes a través del pasillo hacia el cuarto. Me giré y me congelé como en una pesadilla cuando tratas de correr.
Así como se abrieron, las puertas se cerraron bruscamente de par en par y Jungkook de reojo vio que yo estaba en el balcón. Negó con la cabeza y se quitó la chaqueta suspirando. Pude ver en su cadera una negra pistola enfundada.
—Ven aquí —ordenó sin mirarme, y a pasos cortos y vacilantes obedecí, sin descruzar mis brazos.
Su camisa blanca brillaba cual flúor bajo las azuladas luces. Me senté en el sofá de antes sintiendo tibia la tela. Jungkook presionó un botón en la pared y las luces cesaron, siendo reemplazadas por un tenue dorado desde dos lámparas junto a su cama.
Caminó en silencio por el cuarto frotando de vez en cuando su entrecejo y no pude hacer nada más que mirarlo.
—Eres la hija de Muscatello —sentenció cuando estuvo frente a mí y me obligué a dejar de temblar para asentir—. ¿Crees que soy estúpido? —inquirió y se acercó tan rápido a mí que tuve que levantarme—. Sí, claro que lo crees... Pensaste que nunca me daría cuenta.
—Pues no te diste cuenta —repliqué con todo el valor que pude—. Tu compañero lo hizo, ¿y qué más da? No cambia nada.
—No cambia nada —bufó y se alejó hacia el bar—. Solo eres la hija de Muscatello, un detalle.
—Mi padre está preso —dije con la voz temblando.
—Sí, y por eso estoy seguro de que te estás infiltrando —respondió sirviéndose un licor transparente.
—¡NO! —clamé colapsada de tener que explicarme.
Vi los hombros de Jungkook dar un respingo y enseguida se giró.
—No, a mí no me gritas —espetó con dureza—, a no ser que a tu trasero le guste mi cinturón.
—¿Para qué voy a infiltrarme? —pregunté, viendo necesario aclarar esa sospecha para no morir—. Lo he perdido todo... incluso mi libertad.