XXVIII

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Habían pasado seis semanas desde que JunMyeon regresó del hospital. Escuchó

cómo sonaba el teléfono en el recibidor de la granja. El mayordomo lo contestó antes de que JunMyeon pudiera llegar y le tendió el auricular.

—¿Estoy hablando con Kim JunMyeon? —preguntó una voz masculina que hablaba un tono formal—. ¿El nieto de señor Lee Sooman?

JunMyeon frunció el ceño.

—Sí... ¿por qué? —respondió Kiseop.

Era el abogado de su abuelo, Kant Wong. Lo llamaba para informarle de que su abuelo había muerto repentinamente esa misma mañana de un ataque al corazón. JunMyeon sintió un súbito mareo. Siempre había guardado en secreto la esperanza de que Sooman llegase a lamentar algún día lo mal que lo había tratado y lo reconociese como un miembro más de su familia. Pero ahora era demasiado tarde.

Al ver de lejos la pálida expresión de JunMyeon. SeHun entró en la habitación.

—¿Qué ha pasado? —pregunto SeHun.

—Mi abuelo ha muerto. —respondió JunMyeon con la mirada perdida.

—¿Cómo te sientes? —le pregunto SeHun. acomodando a JunMyeon en un asiento de su jet privado con tanto cuidado como el que hubiera empleado con un invalido.

—Estoy perfectamente bien. —contestó JunMyeon.

Sus blancos dientes rechinaron al pronunciar tal afirmación. JunMyeon estaba seguro de que, si le preguntaba una vez más qué tal se encontraba, se pondría a gritar. Tantas y tan exageradas atenciones le parecían del todo innecesarias. Ahora no sufría la menor molestia física. Irónicamente, se sentía con la salud de un caballo.

Cuando despegaron, JunMyeon se puso a leer el National Geographic e intentó parecer que no se daba cuenta de la mirada de SeHun.

—No me hablas... —murmuró SeHun.

—Por supuesto que te estoy hablando. ¡No soy un niño, por Dios! —exploto JunMyeon.

—No te conozco cuando te pones así JunMyeon. —confeso SeHun con tristeza—. Es como si estuvieras rodeado de alambre de espino.

—Vamos de camino a un funeral SeHun. Perdona si no me pongo a parlotear y reír. —JunMyeon se tapó la cara con la cubierta de la revista.

SeHun dejó su asiento y se sentó en el que estaba al lado de JunMyeon.

—JunMyeon nosotros podemos superar todo esto... pero tenemos que hablar. —suplico SeHun abrazándolo.

JunMyeon tiró la revista al suelo hecho un manojo de nervios. Sentía que sus emociones descansaban en el filo de una navaja. Su corazón estaba lleno de impulsos contradictorios. JunMyeon quería que SeHun estuviera cerca de él y, al mismo tiempo, no podía resistir la tentación de empujarlo y apartarlo de su lado.

—Déjame tranquilo ahora, por favor. —pidió JunMyeon sin mirarlo.

—Yo también he perdido un hijo... —replico SeHun—. No me apartes de tu lado mi amor, por favor.

Cuando JunMyeon se levantó para ir al compartimiento donde se encontraba la cama, SeHun le agarró la mano.

—¿Qué? —saltó JunMyeon exasperado.

—Podemos compartir algo más que una cama JunMyeon. —le dijo SeHun con un candor desconcertante.

Furioso, JunMyeon se libró de su mano y huyó de SeHun. Desde que perdió el niño, SeHun se había pasado las noches enteras abrazándolo sin ni siquiera tocarlo. ¿Sabía acaso SeHun lo mucho que JunMyeon echaba de menos el sexo? Y ahí estaba JunMyeon, sin apenas dirigirle la palabra y, aun así, sin poder apaciguar el deseo que sentía por SeHun. Sus manos se cerraron en puños. SeHun tenía razón. Había una barrera entre ellos, pero esa barrera era mucho más simple de lo que SeHun creía.

Por supuesto, JunMyeon ya no culpaba a SeHun porque este no hubiera querido tener un hijo. SeHun no era tan estúpida como para seguir culpándolo por eso. No, después del aborto, JunMyeon se había dado cuenta de que SeHun si estaba sufriendo, era sólo por su culpa. El amor no correspondido provocaba ese tipo de desilusiones. Lo peor de todo era que JunMyeon estaba obsesivamente enamorado de SeHun. Siempre lo había estado. Pero cuando eran tan sólo amigos, por lo menos había entre los dos la suficiente distancia como para que JunMyeon pudiese conservar su orgullo, su sentido común y su independencia. En resumen, se las había arreglado muy bien sin SeHun. Después de que el juez bendijera por segunda vez su matrimonio, sin embargo, las cosas habían cambiado y, con ello, también sus aspiraciones.

Aun así, JunMyeon no podía culpar a SeHun por no amarlo. SeHun nunca le había prometido amor eterno. Se comportaba como un romántico porque había nacido para ello. SeHun tenía el gesto apropiado y la palabra apropiada para cada momento. Después de ser tratado durante tres semanas en la luna de miel como un dios, el regreso a la realidad había sido especialmente duro para JunMyeon. SeHun no lo amaría. nunca y tenía que aprender a vivir con ello. Ya encontraría la manera de forjar otro tipo de intimidad con SeHun, razonó JunMyeon. Su orgullo estaba haciendo que se alejara, pero no quería destruir el matrimonio; no quería perderlo. Más valía que se contentase con lo poco que tenía.

—He dormido un poco... y ahora me encuentro mejor. —le aseguró JunMyeon a SeHun con una sonrisa firme mientras se aproximaban al aeropuerto de Gangnam—. Lo siento mucho, estoy un poco alterado SeHun, perdón.

—Considerando todo lo que has pasado, te has comportado como un santo mi amor. —dijo SeHun, haciendo con su carismática sonrisa que el corazón de JunMyeon diera un vuelco.

JunMyeon se llevó una gran sorpresa al ver que un rostro familiar lo saludaba con solemne formalidad al bajar del avión. Le reconoció al instante como el chófer de su abuelo.

—Dios mío... no esperaba que viniese nadie a recibirme. —exclamo JunMyeon riendo. Al cabo de un rato, JunMyeon le preguntó a SeHun—. ¿Crees que el conductor ha venido a recogernos por su propia voluntad? Los sirvientes de mi abuelo eran muy amables conmigo cuando llegué a Seúl.

La experiencia de SeHun le decía que, por regla general, el servicio no tomaba nunca esa clase de iniciativas, fueran o no fueran amables. ¿Estaban intentando quizá los abogados de Sooman correr un tupido velo sobre la crueldad con la que el viejo había tratado a su nieto? El ofrecerles una limusina para ir al funeral era un precio bastante barato para silenciar el comportamiento de Sooman. La sonrisa de SeHun se torció con una mueca sardónica y consideró que ésa debía de ser la respuesta a tanta amabilidad.

Desde el aeropuerto fueron a la casa de la familia de SeHun, donde los habían invitado a comer. JunMyeon había recibido llamadas muy cordiales y comprensivas de su suegra y sus cuñadas. El padre de SeHun los acompañó a la capilla. 

Durante el servicio funerario, JunMyeon se dio cuenta de que unas cuantas cabezas se giraban para mirarlo. Fue ya en el cementerio donde empezó a lamentar profundamente el no haber podido llegar a intimar con su difunto abuelo y los ojos se le llenaron de lágrimas. Sooman había sido el último familiar que le quedaba con vida y hasta el final había sido un hombre testarudo e implacable que rechazó todos los intentos de JunMyeon por acercarse a él. Por supuesto, sólo podía culpársele a Sooman por ese comportamiento. Mientras SeHun estaba hablando con su padre, Kant Wong se acercó a JunMyeon para comprobar si estaba dispuesto a visitar la mansión de Sooman después del entierro.

A JunMyeon le sorprendió enormemente la pregunta.

—No tenía intención de hacerlo la verdad. —le respondió JunMyeon al abogado de su abuelo.

—Pero, usted debe de ser el anfitrión. Es usted elúltimo de los Kim. Son todos los presentes aquí sus invitados. —puntualizó elabogado como si no hubiera nada de extraordinario en que JunMyeon asumieraahora el papel que Sooman le había negado en vida—. Además, aprovecharé la ocasión para leer el testamento. 

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Perdón muchos dias sin actualzar pero andaba ansiosa por mi matricula el lunes inicio las clase 7n7

ENTRE DINASTIAS -SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora