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Aun años después, Peter puede recordar perfectamente la primera vez que se conocieron.

Era la noche del cumpleaños cuarenta de su papá, y acababan de traer el pastel. El pequeño apartamento estaba lleno de personas. Los tíos Rhodey y Pepper habían retado a sus tíos Bruce y Betty a un juego de charadas, y el pequeño y emocionado público aplaudía y reía mientras tía Pepper saltaba en una pierna, intentando (y fallando en el intento) verse como un flamenco.

Vacías botellas de champaña yacían en el lavaplatos, y helado de chocolate se derretía lentamente en la encimera de la cocina, donde alguien, accidentalmente, había tirado su copa de helado. La música salía de los parlantes, viejas canciones de rock que Peter y su papá escuchaban cuando a Peter se le permitía unirse a su padre en el taller; también sonaban unas canciones modernas que no conocía. Ya era bastante tarde y la mayoría de los adultos se habían reunido en el comedor y la cocina.

Peter estaba acostado boca abajo debajo de la mesa de café, en la sala vacía, con los ojos cansados pegados a la pantalla de su Gameboy. Su Pikachu acababa de recibir un golpe de un Charizard. Se frotó los ojos ardientes, esperando a que su Pokemon se recuperara.

—¿Peter? Peter, hey —llamó su padre.

Peter alzó la vista. Vio los pies de su padre acercarse, así que se asomó desde su escondite cuando el adulto se arrodilló junto a la mesa.

—Ahí estás —dijo Tony, sonriéndole a su hijo—. Te perdiste el pastel, cariño.

—No tengo hambre —dijo Peter, y regresó la vista a su gameboy.

—No me sorprende. Asaltaste el refrigerador. —sonriendo, su padre señaló el bote de helado vacío a un lado de Peter.

El chico solo asintió.

Tony se aclaró la garganta—. Peter, quiero presentarte a alguien —dijo, su tono dejando en claro que Peter debería guardar el gameboy y poner atención.

Peter hizo lo que se esperaba, no queriendo arriesgar que su papá le quitara el juguete. Se cruzó de brazos sobre la almohada en la que apoyaba la barbilla.

Tony arqueó una ceja—. Tal vez quieras salir de ahí abajo.

Peter suspiró, exasperado, e intentó salir de su escondite, pero alguien se rió detrás de él. Fue entonces cuando Peter se dio cuenta que otro par de pies estaba parado al lado de Tony.

—Está bien, Tony, déjalo.

El hombre al lado de su padre se unió a ellos en el suelo. Asomó la cabeza por debajo de la mesa y dijo "hola".

Peter parpadeó hacia él. Pensó que ya lo había visto antes, pero no podía recordar dónde. El hombre era más joven que su padre, de cabello rubio y ojos azules. Su nariz estaba un poco torcida, notó Peter, y era mucho más ancho que cualquiera de los amigos de Tony. Un collar plateado con dos colgantes colgaba de su cuello. Parecía bastante amable mientras le sonreía a Peter.

Pero Peter solo lo vio con cautela.

—Peter, él es Steve —dijo su padre, moviendo la cabeza hacia el extraño—. Steve, este es Peter, mi hijo. Steve acaba de venir, tuvo que trabajar hasta tarde

—Un gusto conocerte, Peter —dijo Steve, ofreciéndole la mano para estrecharla. Peter lo vio extrañado, pero la tomó después de vacilar un momento. Ningún adulto antes le había ofrecido la mano como si fuera uno de ellos.

—Hola —dijo a cambio.

—¿Qué juegas? —preguntó Steve después de soltar la mano de Peter, señalando con la cabeza el gameboy que yacía a un lado.

Sobre fuertes de mantas y zapatillas deportivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora