Prólogo

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La familia Carvajal era muy conocida por el pueblo, desde la fundación del mismo ellos lo han habitado. El Barreal era un pequeño poblado de no más de quince mil habitantes y casi todas las familias se conocían entre sí, es por eso que era una gran novedad cuando llegaban nuevos vecinos. Las noticias estaban en boca de todos, y cada residente quería conocerlos. Y la familia Carvajal no era la excepción. Es por eso que cuando se enteraron que los nuevos habitantes se establecerían en la gran casa de campo de al lado, rápidamente organizaron una reunión de bienvenida entre las familias amigas y los nuevos vecinos. Solo quedaba la invitación por lo que, pacientemente, esperaron a que la nueva familia se termine de mudar.

Después de unos días León, el padre de la familia Carvajal, decidió que era un buen momento para visitar a sus nuevos vecinos. De la mano de su pequeña hija de solo seis años, Valentina, se dirigieron hacia la casa de al lado. La fachada era asombrosa, era una casa muy grande, casi tanto como la de los Carvajal. Las paredes, con una pintura blanca impoluta, estaban muy bien conservadas. El jardín impecable, con el césped recién cortado. Si bien a la casa no la habitaban hace mucho, parecía en fantásticas condiciones aún cuando la familia Ferrera ya había abandonado el lugar hace más de cinco años.

Al llegar al porche, León se acercó a tocar el timbre, pero fue impedido por una pequeña y tímida Valentina, que se agarraba de la mano de su padre con mucha fuerza.

- Ey Vale.- le dijo.- ¿Qué sucede?

- No quiero hablar con esos extraños, papá.- habló con voz temblorosa.

León la miró con comprensión y se agachó hasta ponerse a la altura de su pequeña hija.- Oh hija, no son unos extraños, ellos son nuestros nuevos vecinos, nos debemos llevar bien con ellos. Y quién sabe, capaz conozcas nuevos amiguitos.

Valentina miraba dubitativa a su padre, sin embargo, aflojó su agarre y permitió al hombre a tocar el timbre de la casa.

Unos segundos después, la puerta se abre dejando ver a un hombre jóven, con fuertes ojos celestes, pelo castaño corto y una barba frondosa.

- ¡Hola!- saludó León.- Un gusto, mi nombre es León Carvajal, soy tu nuevo vecino.- dijo, y miró a Valentina.- y ella es mi hija menor Valentina.- presentó a la pequeña y luego se dirigió a ella.- dile hola Vale.

La pequeña miró al hombre extraño en frente suyo, y lo encontró devolviéndole la mirada con una pequeña sonrisa amistosa.- Hola.- saludó timidamente.

El vecino sonrió y les devolvió el saludo.- ¡Un gusto! Mi nombre es Macario Valdés, aunque me pueden decir "el Chino".- se corrió hacia un lado.- Si gustan pueden pasar.- sugirió.

- Claro, nos encantaría.- respondió León.

Acto seguido, los tres entraron hacia la casa encontrándose con un gran salón donde habián muchas cajas en los rincones, y algun que otro mueble.- Disculpen el desorden.- comentó el Chino.- es que recién nos mudamos y no hemos tenido mucho tiempo para ordenar.

- No hay problema.- respondió comprensiblemente León.

El salón daba paso a un pasillo donde se podía ver que habían otras habitaciones, y del lado opuesto se encontraba la cocina de la casa. Ésta última era bastante grande y espaciosa. Tenía una gran heladera y en el medio de la habitación habia una isla donde se encontraban unas pequeñas cajas de mudanzas.

Por el pasillo salió una bella mujer jóven. Estaba vestida con una musculosa blanca que se ceñía a su figura y un pantalón jean azul clásico. La mujer tenía el pelo largo negro recogido en una coleta. Era morena y tenía unos hermosos ojos verdes. Al verla parada a la entrada del pasillo, Macario la llamó.- Lupe, ven a saludar a nuestros nuevos vecinos.

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⏰ Última actualización: Mar 14, 2023 ⏰

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