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A Win lo conocí en la piscina del club, cuando yo estaba realizando mi rehabilitación con natación. Compartíamos al mismo entrenador, ya que él se estaba preparando para calificar a los juegos panamericanos. Cuando lo vi por primera vez, me deslumbró, enfundado en un slip de competición rojo bien ceñido a su cuerpo, su rostro aniñado pero varonil, cabello bien corto castaño, pestañas arqueadas, ojos oscuros y vivaces, nariz corta y fina, labios abultados, actitud desenfadada y algo exhibicionista. Llegó a última hora, cuando yo estaba por la mitad de mis actividades, descansando apoyado en la pared del borde de la piscina y desde ese momento no pude quitarle los ojos de encima. El entrenador le dio algunas indicaciones, Win se arrojó al agua e hizo varios largos para precalentar, antes de iniciar las verdaderas prácticas en estilo libre. Cada vez que pasaba ante mí por su andarivel, me daba un sofocón y ya me había provocado una erección. El entrenador me sacó de mi letargo de admiración pidiéndome que reiniciara mis ejercicios, así que no tuve más remedio que seguir en lo mío. Más de una hora después, él terminó su entrenamiento y salió de la piscina cerca del costado donde estaba yo, dejándome admirar bien su hermoso trasero al impulsarse por encima del borde. El entrenador comenzó a darle indicaciones mientras él se secaba con un toallón y yo no podía dejar de mirarlo al tiempo que me iba a los vestuarios a bañarme y vestirme. Alargué lo más que pude mi ducha para poder verlo desnudo a mi lado o frente a mí, pero la charla con el entrenador fue más larga de lo pensado, así que salí y me fui secando sobre un banco mirando hacia la puerta, hasta que él entró bastante enojado. Arrojó su toalla a la punta del banco más allá de donde yo estaba sentado y abrió su armario para buscar algo que no encontró.

-¡Todo mal!

Le pregunté si podía ayudarlo en algo y me dijo que había olvidado traer jabón y champú.

-Te puedo prestar gel de baño y un sachet de champú que me sobran.

-Sí, gracias, me dijo con una sonrisa de ensueño. Al fin se me da una.

-¿Qué te pasó? ¿Te retó el entrenador?

-Me dijo que tenía que entrenar más si quería llegar a los panamericanos, me contó mientras se sacaba el slip rojo y me permitía admirar su pelvis, su perfecta polla, circuncisa y sus testículos.

Balbuceando, le alcancé las cosas de aseo, tratando de mirarlo a los ojos y no desviar la vista hacia abajo. Me agradeció y fue a mirarse en el espejo, de frente, de perfil y de atrás, como si estuviese ante una vitrina, con absoluto desparpajo.

-No te preocupes, que estás bien, se me escapó decirle.

Me volvió a sonreír y fue a las duchas. Me contuve de ir a observarlo mientras se bañaba y me fui vistiendo lentamente. Al poco rato reapareció, chorreando agua y acercándose a mí para devolverme el gel y el champú, mostrando sus atributos a treinta centímetros de mi cara y sonriendo nuevamente agradecido.

Le dije que estaba a su disposición en lo que pudiese ayudarlo y que me parecía un gran nadador, como si supiese de qué se trataba. Sin dejar de sonreírme, fue de nuevo a mirarse en el espejo mientras se secaba por delante y por detrás, y yo absolutamente embobado lo seguía mirando. Así seguimos hasta que terminó de vestirse y pude volver en mí para retirarme de los vestidores y el club junto a él. Nos saludamos dándonos la mano y cada uno fue por su camino.

Fui acomodando mis horarios de rehabilitación y ejercicios a los de su entrenamiento, hasta que un día llegó más tarde de lo habitual y el entrenador lo regaño. Yo lo miraba desde el borde de la piscina, sobre todo porque Win usaba un slip color turquesa, muy clarito, que resaltaba aún más las formas que apenas ocultaba. Se arrojó al agua y nadó por el andarivel más próximo a mí, haciendo varios largos furiosamente.

EL CAMPEÓN DE NATACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora