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Después de seis años levantando la banderita blanca con mi hermana, la caja de Pandora se ha vuelto a abrir. Y no es nada divertido...

No sé cómo pero Meera se enteró que Ruggero ah vuelto y está haciéndose parte de la vida de mi hijo, y ahora no para de llamar pidiéndome que le exija al italiano que haga cargo de su hijo también.

De él también...

Estoy muy molesta ahora mismo.

Masajeo el puente de mi nariz mientras escucho a Jared cantar una canción de niños y jugar con sus astronautas de peluche. El teléfono vuelve a sonar, lloriqueo estirando mi mano para colgar.

Pero en solo diez segundos vuelve a sonar, maldigo tomando el teléfono para contestar. 

—Déjame en paz. —exijo.— Los problemas que sea que tengas con Ruggero los tienes con él, no conmigo. Deja de llamar.

—¡Le estás robando a mi hijo la oportunidad de vivir junto a la persona que le dió la vida!

—¡Pues dícelo a él, Meera! A mi me da exactamente igual.

Quiero colgar pero entonces escucho el eco desde afuera y el teléfono.

Carajo... ¿En serio?

¿En serio vino hasta aquí?

Me pongo de pie, lanzo el teléfono a un lado y camino fuera de la casa. Se está volviendo loca.

Y me va a volver loca a mí de paso.

—¿Quién es, mami?

—Jared, sube a tu habitación y no bajes mientras no te lo pida. —ordeno y él asiente tomando sus peluches.— No salgas por nada, ¿okey?

—¿Por qué, mami?

—Ahora.

Sujeta sus peluches contra su pecho y corre escaleras arriba, salgo a abrir la puerta y tan pronto tengo a mi hermana frente a mí, me cruzo de brazos para decir;

—¿No te cansas de joderme la paciencia? Ya te dije que no tengo nada por decirte.

Ella sujeta la mano de su hijo, sonrío inclinándome a la altura de mi sobrino.

—¿Quieres ir a jugar con Jared?

—Mi mamá dice que tu hijo es un mocoso estúpido y que no tengo que jugar con él porque me está robando a mi papá. Y que tú eres una perra.

Maldita hija de...

Dios, Karol. Respira.

—¿Ah sí? —me incorporo señalando a Meera.— ¿Eso es lo que tú madre te dijo?

Asiente sacándome la lengua, sonrío acercándome a Meera para susurrar cerca de ella;

—Eres maldita insensible sin corazón. No hagas de tu hijo una nefasta copia exacta.

—Eres una...

—¿Interrumpo?

Y lo que me faltaba...

Ruggero camina hacia nosotros con la manos dentro de los bolsillos, Meera sonríe saboreando todo lo que seguramente tiene por decir y suspiro profundo mientras masajeo el puente de mi nariz.

Esto va cada vez de mal en peor.

—Oh, eres tú. —dice Ruggero con cierto tono de molestia en cuanto ve a mi hermana. Ella sonríe.

—Soy yo. —extiende sus brazos.— Te das tiempo de ver a un mocoso que ni siquiera sabes que si es tuyo o no, ¿Pero ignoras completamente a tu hijo?

TÚ, YO Y LA HISTORIA QUE NUNCA SE CONTÓ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora