Entrenamiento entre hanyous

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Disclaimer: Los personajes y la historia no son míos. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de Wolf Blossom, yo únicamente traduzco.

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—¿Dónde está la pulga cuando la necesitas? —gruñó Inuyasha mientras empezaba a volver saltando al campamento.

—¿Y ahora qué? —preguntó Kagome en voz baja mientras sus orejas empezaban a moverse. Durante el viaje de vuelta, Kagome le cogió el tranquillo a mover las orejas a voluntad.

—Te entreno. —Inuyasha se encogió de hombros.

—Osuwari —dijo Kagome justo después de bajarse de su espalda.

—¡Eh! —rugió Inuyasha, desencajándosele el rostro. Habían llegado al campamento y sólo les faltaba caminar un poco. Kagome iba andando delante de Inuyasha ahora que lo había sentado—. ¿A qué vino eso?

—Venganza —gruñó Kagome. Por alguna razón, gruñir le resultaba más natural.

—Keh.

Caminaron en silencio y llegaron al campamento a tiempo para oler el ramen.

—Dios, qué fuerte. —Kagome arrugó la nariz.

—Acostúmbrate, niña.

—Dios, ¿cómo soportas todo esto? —dijo Kagome escondiendo la nariz en su manga.

—Lo hago y punto.

—Oye.

—¿Qué?

—Ahora que soy un hanyou... lucharé mucho, ¿verdad?

—Sí...

—¿Y necesito ropa buena...?

—Ah, sobre eso, le preguntaré a Myoga por la sastra que hizo mi ropa, te conseguiremos algo a partir de ahí —dijo Inuyasha.

—Vale, bien —murmuró Kagome mientras se hacían visibles.

—Eh, chicos, nos pregun... —Sango se interrumpió cuando vio a Kagome—. Inuyasha, ¿quién es? —preguntó Sango señalando a Kagome.

—Kagome.

—No.

—¿Qué?

—Kagome no es un hanyou.

—Ahora sí, Sango, acostúmbrate —dijo Inuyasha antes de saltar al árbol.

—¿ME DEJAS AQUÍ PARA QUE EXPLIQUE TODO YO SOLA? —gritó Kagome.

Inuyasha hizo una mueca, aplastando las orejas.

—Vale, vale, bien. Esa bruja murió anoche y me pidió que usara su último deseo. Deseé que Kagome fuera un hanyou para que pudiera quedarse aquí y ayudarnos a buscar la Shikon no Tama en vez de hacer exámenes estúpidos en su época.

—Inteligente, aunque completamente estúpido —dijo Sango mientras tiraba de una de las orejas de Kagome.

—¡Oye!

—Siempre me pregunté cómo eran de suaves —dijo Sango, le brillaban los ojos—. Dime, ¿las de él son como las tuyas? —dijo Sango mirando fijamente a las orejas negras, los ojos verdes, los labios rojos y al pelo azul de Kagome.

—Sí que lo son —suspiró Kagome.

—Vaya... Miroku y Shippo fueron a asearse, así que tendrás que contárselo más tarde —dijo Sango, mirando todavía fijamente a Kagome.

—Para de mirarme —masculló Kagome mientras cogía un tazón de ramen.

—¿También vas a tener la actitud de hanyou cabreado? —dijo Sango con auténtica curiosidad.

La hanyou, el hanyouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora