-Charlie, ¿puedes venir un momento?
Suspiró pesadamente antes de poner en pausa el videojuego, se levantó del sofá y fue a la cocina. Era el día antes de su cumpleaños y sabía que eso significaba que su hermana Isabella haría alarde de sus habilidades en la cocina y le prepararía una tarta, y eso era positivo. El problema era el proceso. Isabella era muy desordenada en todo, excepto en su ordenador, y cuando entró a la cocina, supo exactamente qué clase de desorden se iba a encontrar.
Miró a su alrededor, sin poder creerse lo que estaba viendo, a pesar de que ya se lo esperaba. La tarta estaba todavía a medio hacer y ya tenía tres boles distintos llenos de masa, dos espátulas de goma y el molde del bizcocho esperándole en el fregadero.
-No, ni de broma.
-Pero necesito que me ayudes.
-A ver, ¿en qué?
-Lava eso.
Ni había levantado la cabeza para mirarle, estaba partiendo el bizcocho de chocolate en tres para poder rellenarlo, y Charlie suspiró pesadamente, bajando los hombros. Por deliciosos que fuesen sus postres, tener que fregar todo lo que ensuciaba en el proceso no era agradable.Sin embargo no tenía alternativa, su hermana tendía a alterarse cuando las cosas se escapaban a su control y entonces era mejor salir corriendo, así que agarró la esponja y empezó a fregar los dichosos cacharros. Antes siquiera de que pudiese terminar con el segundo, Isabella agarró el bol recién fregado y le dejó un cuchillo.
-¿En serio?
No se molestó en contestarle, secó el bol con un trapo y empezó a montar nata sin prestarle atención. Isabella se concentraba mucho con todo lo que le apasionase, y hacer postres era una de esas cosas. Para ella eso era algo tan relacionado con el arte que casi parecía escultura. Cerró el agua en cuanto terminó, y en ese mismo segundo dejó de escuchar la batidora. Eso solo podía significar una cosa. Isabella dejó en el fregadero las varillas y se llevó una espátula de goma, sacó el baso de la batidora del armario y la manga pastelera del cajón.
-Tiene que ser broma.
Pero antes de que pudiese responder, la olla con los restos del almíbar de cereza con el que había bañado el bizcocho, apareció en su campo de visión.
-¡Isabella! -protestó.
-No me distraigas, estoy ocupada.
No tenía sentido reclamar nada, suspiró pesadamente y empezó a fregar, pero antes de poder terminar de enjuagar la olla, el bol de montar nata regresó al fregadero. Charlie se dio la vuelta, iba a decir algo, pero lo olvidó al ver la tarta medio hecha. Había elegido su favorita: selva negra. No pudo evitar sonreír, hasta que pensó en una cosa: las virutas de chocolate.
Isabella solía utilizar virutas de chocolate en lugar de láminas o ralladura porque le facilitaba las cosas. No era el mismo resultado, pero el sabor no cambiaba y tampoco iba a un concurso. Sin embargo eso no era lo negativo, sino que la mesa acababa llena de virutas de chocolate que luego Charlie tenía que limpiar.
Después de una hora fregando todo lo que Isabella había manchado para hacer la tarta, algunas cosas más de una vez, por fin se sentaron en la mesa de la cocina y él la miró con una sonrisa que intentaba ocultar con su expresión molesta.
-¿Cómo es posible?
-¿El qué?
-Que cada vez que cocinas esto parezca Vietnam.
Isabella empezó a reírse y, por mucho que Charlie intentase ocultarlo, a él también le hacía gracia. Le molestaba tener que fregar todos los trastos mientras ella seguía dándole más y más trabajo, pero valía la pena por esos deliciosos dulces de los que solamente ella tenía el secreto.
-No exageres. Eres mi pinche, es tu trabajo. Pero te prometo que, el día que cocines tú, fregaré yo.
Sabía que mantendría su palabra, pero eso no importaba demasiado porque, si Isabella había nacido con magia, talento y paciencia para cocinar, él solía quemar hasta la sopa.
YOU ARE READING
Huracán desastre
Short StoryCharlie adora a su hermana y su magia para preparar dulces... pero no lo que eso implica