[Game Over]

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El ambiente estaba tenso, varios presentian lo que pasaría a continuación y no querían que lo peor sucedieran, asi que cada uno armaba estrategias y alianzas para lo que vendría, cada uno escogiendo su bando, su grupo, en aquellos que confiarían y con los que pasarían esa noche.

—Ustedes tranquilos, yo los protejo —habló el pelinegro con serenidad.

—Gracias Spreen, igualmente si queres matar a alguien nosotros te apoyamos, nada mas que no sea un pro porque nosotros somos medio petes—habló el de máscara morada.

El más alto río.

—No, tranquilo, no quiero matar a nadie, —confesó —solo manténganse cerca de mi y no le peguen a nadie sin razón.

Y así lo hicieron Goncho y Carrera se mantenian a una distancia prudente del pelinegro, estando alerta y haciendo alguna que otra broma mientras esperaban que pasara la noche.

Su grupo era grande, mayormente conformado de latinos, algo que hacía que tuvieran la confianza suficiente de creer que nada les pasaría, hacían turnos para dormir y se dividían para vigilar las zonas, los de más experiencia estando al mando.

Tal vez por eso mismo ambos argentinos se mantenian cerca del hibrido de oso, tanta gente podía apartarlos de la protección del azabache y realmente querían mantenerse seguros.

Confiaban con su vida en el pelinegro, además de ser habilidoso y tener un fuerte lazo entre los tres, sabían que entre tanta gente, Spreen los cuidaría más que a nadie.

Spreen se mantenia sereno, acompañando a sus amigos mientras esperaban el caos, pero al parecer ellos serían el caos.

—¿Enserio no vas a acompañarnos a matar a otros? —cuestionó el francés.

—No voy a dejar que les pase nada a ellos. —Sonrió mirando de reojo a los dos argentinos que mantenian platica con el mariana.—Me quedaré por los alrededores si necesitan ayuda.

Shadoune asintió y se despidio del pelinegro.

La noche paso tensa, con la ansiedad del cuándo terminara esto, todos tomaban turnos para dormir y no quedar desprotegidos, cada uno cuidaba a su gente, cada uno buscaba tranquilidad.

Bendito aquel que esa noche la paso sin martirio alguno y durmio sin preocupación.

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—Che, capo, ya es de día, a levantarse —habló el híbrido mientras movia con suavidad al chico recostado en la cama.

—Cinco minutos más —dijo el castaño ojisverdes con pereza mientras con sus manos se aferraba a la única almohada de esa cama.

—Si te quedas cinco minutos más el guarda te mata y yo no intentaré defenderte, —amenazó el azabache aún moviendo, con un poco de brusquedad al más bajo —asi que levantate ahora.

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