1

225 19 2
                                    


— Ya ni se para qué vine si no me vas a entretener mientras esperamos. Estás perdiendo tiempo valioso que podías gastar aprendiendo más sobre la señorita Carvajal. — Valentina decía en obvio tono de broma. A este punto, sentada en el asiento del conductor de un auto hace tres horas, hacía cualquier cosa para no aburrirse.

— Yo soy el que no sabe por qué vino, dos horas eternas soportando a la señorita Carvajal.

— ¡Oye! — Valentina usó el dorso de su mano para empujar en forma de juego a Luis, su amigo.— El insoportable eres tú.

La mujer lo juzgó con la mirada, pero, al no recibir respuesta alguna se enfocó en leer mejor sus facciones, parecía muy concentrado en cualquier cosa que estuviera pasando en la calle opuesta. Valentina estuvo apunto de mirar en la misma dirección hasta que le escuchó hablar apresurado.

— ¡Escóndete, ya!

Ambos se ocultaron de las personas que habían estado vigilando todo este tiempo, quienes por fin salían del hotel frente a ellos. Luis se levantó para tomar algunas fotos mientras el grupo de políticos, empresarios y demás se despedían e ingresaban a sus autos.

Esperaron un tiempo prudente hasta que al fin les pareció seguro manejar el auto lejos de allí.

— Esto era exactamente lo que necesitábamos, Valen. Es la prueba de la conexión de estas personas. Ya quiero recibir mi cumplido y respeto como detective privado. — Para haber vivido un momento tan estresante el tono de Luis era relajado.

Valentina se sonrió, pero antes de responder, justo después de frenar en un semáforo, tuvo una actitud más seria.

Llevaban mucho tiempo trabajando en esta investigación periodística y tener a alguien de confianza para tomar este riesgo había sido invaluable. Le preocupaba ahora tomar el riesgo más grande: la exposición de la historia.

— Lo hiciste muy bien. Te respeto, créeme que si y gracias por todo. Ahora solo queda seguir con fuerza hasta terminar.

— Gracias a ti, solo el hecho de querer liderar esta investigación en base a un tip que ni sabía si era cierto. No me quedaba de otra que ayudar de alguna manera.

Valentina asintió y avanzó el auto, pensativa. Luis se enfocaba un computador portátil, estaba transfiriendo las fotos y haciendo copias en la nube. Manejaron en silencio unos cuantos minutos hasta entrar en un área residencial.

— Ahora, suerte en tu cita con ese chico que te tiene tan mal.

El comentario de Valentina hizo que Luis soltara una suave risa.

— Mal es poco decir. Suerte a ti en la tuya, salúdame a Juliana y a la pequeña.

— ¿Suerte a mi? ¿En qué?

— Tu salida a comer con Juliana ¿Acaso no era hoy?

— No, no era hoy. Era... ¿mañana? - Valentina trataba de recordar, la larga jornada hacía que no supiera siquiera que día de la semana era.

Una punzada en el estómago le trajo el recuerdo que buscaba. Por supuesto que era esa noche, estaba cegada por la emoción de salir a avanzar su investigación. Perdió noción del tiempo, del día.

La verdad, no se le hacía extraño pues no era la primera vez que su mente bloqueaba todo lo que no tuviera que ver con el trabajo, especialmente cuando se trataba de la investigación.

Estos pensamientos no quebraron su concentración y logró estacionar el auto frente a la casa de su amigo. Ella todavía estaba casi congelada, pensando que hacer, pero Luis había organizado todo para bajarse y retiró su cinturón.

Hasta la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora