CAPÍTULO 7: MADRE

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TRIXIE

Hace omiso a mi pequeña suplica.

Desliza su mano hacia mi cuello, todo ocurre en cámara lenta, puedo sentir su tacto suave, tierno y posesivo. Toma mi cintura y me inclina hacia atrás como en las películas de Disney provocando que lance un chillido.

Acerca su rostro al mío, juntando nuestras frentes, clava su profunda mirada azul y se adueña de mis labios como un ladrón.

Instintivamente cierro mis ojos al sentir sus labios contra los míos. Llevo mis sudorosas y temblorosas manos a su cuello palpando de inmediato la pintura y la calidez de su piel.

Dejo que me bese y lo beso. Es tan delicioso, intimo e inevitable. Nuestros labios se devoran, nos besamos con pasión y algo de cariño. Su beso me da gusto, sus labios son sabrosos, su sabor a menta me vuelve loca. Me gusta demasiado este beso...me hace delirar. Pero, necesito aire para vivir, así que me separo unos milímetros y con mi voz débil, caliente y un tanto avergonzada como nunca en mi vida he estado, musito:

—Y vivieron felices para siempre... —sonrío y muerdo suavemente mi labio—. Desde ahora me encantan los cuentos de hadas, Zack

Ladea una sonrisa sexy y con una agilidad sorprendente me pone sobre mis pies dejando atrás el beso de cuento de hadas.

—¡Que lindossssssssss! —gritan, aplauden felices y suspiran.

Me giro hacia ellos y les doy una sonrisa tímida de labios cerrados. Zack pasa su brazo por mi espalda y me abraza pegándome a su cuerpo. Regreso a verlo incrédula y aprisiono mi labio inferior entre mis dientes. Primero me besa y luego me abraza, eso es extraño.

—Ahora todos a las duchas —ordena sin soltarme.

Todos los niños comienzan a salir de la habitación y corren por los pasillos mientras no dejan de cuchichear y hacer bullicio.

—Tú también a la ducha

Frunzo el ceño.

—Me voy a vengar, Zack, lo sabes, ¿verdad?

Se encoje de hombros.

—Todos los actos tienen sus consecuencias —comenta.

Mi pecho quiere explotar, su voz ronca y rasposa impacta en mi sistema y lo altera, lo alborota tal cual como si estuviera en una montaña rusa.

—¿Dónde están las duchas? —inquiero.

Toma mi mano, miro el gesto y luego sus ojos. Se siente jodidamente bien. Me guiña y con una sonrisita en los labios tira de mí y me lleva por el pasillo. Nos vemos ridículos y me gusta está ridiculez.

Corremos en medio de los pasillos, hasta llegar a una habitación. Entramos y lo tengo que soltar y es cuando siento un vacío. Algo que nunca me había sucedido o había sentido.

Detallo el lugar. Es un cuarto pequeño. Tiene una cama en el medio perfectamente tendida. Un par de mesitas de noche a sus costados y algunos cuadros en las paredes que son blancas en su totalidad.

—Puedes bañarte ahí —me tiende una toalla y me señala una puerta—. Margarita nos va a matar por el desastre de los pasillos.

—Tú eres el culpable —lo acuso.

Asiente y sin más me meto al baño. Es pequeño, pero tiene ducha y eso es lo que verdaderamente importa. Me retiro la ropa llena de pintura de todos los colores y voy quedando desnuda poco a poco bajo el chorro de agua que cae de la regadera. El agua está en su estado perfecto.

Froto mi piel con algo de fuerza para quitarme toda la pintura que está impregnada. El piso se tiñe de colores y mi piel se tiñe de rojo puesto que es un poco sensible.

Inevitable AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora