Estaba entrando la noche cuando terminamos de recorrer las tiendas. Juliana se había disculpado unas cinco veces por haber perdido el sentido del tiempo y dejarme sin comer. En realidad, tenía hambre, pero no había sido consciente de ello hasta que la pelinegra lo dijo.
Luego de pagar de forma apresurada en una tienda de ropa interior, comenzamos a buscar un restaurante. Juliana estaba decidida a llevarme a comer potstickers y tuvimos que caminar un rato hasta encontrar un restaurante que sirviese comida japonesa. Era un lugar cinco estrellas donde se debía hacer reservación, pero la pelinegra consiguió una mesa en muy poco tiempo.
Las enormes lámparas en lo alto del restaurante y las mesas con un estilo antiguo eran hermosas. Era como estar entrando a una especie de comedor súper elegante. Manteles color vino y decoraciones en oro. Nos dieron una mesa en el medio del lugar, justo bajo un enorme candelabro de cristal.
-Podíamos haber comido cualquier cosa. - comenté acariciando la mano de la pelinegra sobre la mesa.
-Tenías que comer potstickers en Italia. - explicó mientras nos servían la campaña. En esta ocasión me vi obligada a aceptar la bebida aun cuando no acostumbraba a tomar alcohol.
-La he pasado muy bien. - susurré jugando con sus dedos, ella sonrió.
-Yo también. Lo mejor ha sido ver tu rostro en el sex shop. - anunció con un brillo malvado en sus ojos. Dejé salir in puchero no creyendo lo cruel que podía ser esta mujer.
-No me recuerdes ese lugar, casi muero de vergüenza. Ni siquiera podía mirar al empleado al rostro. - comenté sintiendo las mejillas calientes.
-No tiene nada de malo la tienda, pero podemos encargar nuestros juguetes por internet si tanta vergüenza te provoca. - habló Juliana con la mayor naturalidad del mundo.
-¿Nuestros juguetes?- pregunté en un susurro.
-Sí.- respondió Juliana imitando mi tono de voz, pero con una sonrisa burlona.
Abrí y cerré mi boca en varias ocasiones sintiéndome como un pez fuera del agua.
-O...podemos utilizar mis juguetes, pero...
-No. - sentencié pensando en que quizás ella los había usado con Emma.
Juliana me miró levantando una de sus cejas. Como si esperase que dijese algo más; me armé de valor para continuar.
-Es mejor tener algo nuestro. - admití y ella asintió.
Los alimentos llegaron no mucho tiempo después. Juliana había pedido varios platillos. Descubrir que la pelinegra comenzaba a memorizar mis gustos me llenaba de una sensación cálida. Valdés se comió una ensalada que se veía tan sana que me provocó tristeza. La pelinegra no solía hablar mientras comía, pero nuestras manos unidas hacían que el silencio fuese cómodo. Nuestras miradas se encontraban constantemente e intercambiamos sonrisas siempre que estas se cruzaban.
-No puedes terminar de cenar sin haber comido un potstickers.- anuncié extendiendo mi tenedor hacia Valdés cuando me percaté que ella dejaba los cubiertos sobre la mesa. El platillo de potstickers que había pedido para ambas, me lo había comido yo sola.
-No, Valentina, estoy llena. Además, es el último y son tus favoritos. - explicó Juliana, dejé salir un puchero.
-¿Me vas a rechazar?- insistí con ojos de cachorro abandonado.
-Está bien, tú ganas. - susurró atrapando el potstickers y logrando que una sonrisa iluminara mi rostro.
-No son tan buenos como los de San Antonio. - comentó Valdés lanzándome un guiño.
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Mimetismo (Juliantina AU)- Adaptación
FanfictionValentina Carvajal es policía en San Antonio. Un día le asignan la misión de infiltrarse en la mansión de los Valdés: una familia de mafiosos a los cuales jamás se les ha podido encontrar motivos para apresarles. Valentina encontrará el amor en la...