Cálido

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El sol empezaba a colarse por las ventanas de la habitación y a pesar de tener un cansancio latente fue capaz de abrir sus ojos sintiéndose algo ofendido por la luz que chocaba en su rostro.

Llevo una de sus manos a su cabello, jalando de él suavemente intentado procesar que ya estaba despierto y cuando intentó levantarse recordó el por qué se sentía tan cansado, le dolía todo, desde las piernas hasta su cuello y se dio cuenta de el sin fin de vendas que tenía puestas. Dio un esfuerzo más y se sentó en la orilla de la cama, puede tener dolor en todo el cuerpo, pero el hambre es más importante.

Estaba a punto de pararse hasta que escuchó la puerta abrirse y ahí vio a Guillermo, con una bandeja y una coleta que sostenía la mayoría de sus rizos dejando algunos mechones cortos sueltos que adornaban los cotados de su rostro.

−Buenos días, veo que al fin despertaste. Es mejor que te recuestes; Anto aún sigue descansando así no ha podido venir a tratarte, tampoco quería molestarla así que decidí venir a revisarte por mientras −Dijo el mexicano colocando la bandeja en una mesa que estaba al lado

− ¿Cuánto tiempo... llevo dormido? −Preguntó el argentino con voz ronca al ser las primeras palabras del día intentando orientarse un poco

−Olvidaba lo grosero que puedes ser, ni un "buenos días" ni un "gracias", qué amable eres eh −respondió con sarcasmo haciendo que el argentino rodara los ojos−Y bastante rato, desde ayer en la tarde y ahora es medio día

−Debo revisar a los demás −Intentó levantarse y rápidamente Guillermo lo detuvo

−No seas pendejo, aún no puedes levantarte o hacer movimientos bruscos, los chicos están bien, desayunaron y volvieron a descansar, además mis amigos los están cuidando no te preocupes−Ayudó al castaño para que se apoyara en varias almohadas para estar sentado de manera cómoda en la cama

−Gracias −Dijo el argentino casi susurrando, bastante tímido como siempre y Guillermo sonreía ante la ternura que le daba

− ¿Qué dijiste? −Preguntó sabiendo perfectamente lo que había dicho, pero quería molestarlo. Tomó la bandeja y se sentó al lado de Leo

−Que gracias, por todo, por cuidarme ayer y asegurarte de que mis amigos estén bien, por curarme también y por el desayuno−Respondió aun apenado viendo hacia las sabanas

−No hay de qué −sonrió satisfecho− ahora, yo te daré de comer

− ¿Qué? ¿Sos pelotudo o qué? Claro que no, yo puedo solo −Dijo más avergonzado de lo que se encontraba

−Bien, intenta a ver si muy cabrón−Sonrió viendo como a penas el argentino notaba sus dedos vendados

Leo con cuidado tomó el tenedor y con todo lo que pudo intentó sostener un trozo de las fresas que estaban en el plato siendo imposible por la poca fuerza que tenía en las manos.

−Bien, si, necesito ayuda−suspiró, rendido y frustrado por no poder hacer una acción tan simple

−Entiende que te excediste, a penas y podías caminar ayer así que relájate, no serás menos aterrador solo porque te doy comidita en la boca−Se burlaba un poco del castaño quien solo rodó los ojos.

Guillermo tomó uno de los trozos de fresas y lo acercó al argentino quien no dudó en atrapar el trozo en su boca, tenía mucha hambre y aquellas fresas estaban deliciosas, pudo sentir un poco la miel que rodeaba aquella fruta, volvió a abrir la boca dando a entender que quería más y Guillermo acató la orden dándole esta vez fresas con un trozo de los panqueques

−Esto está buenísimo ¿lo hiciste vos? −preguntó el argentino mientras despacio tomaba el del vaso de jugo

−Claro, por algo están ricos, soy un maestro de la cocina −Respondió sonriente mientras veía a Leo disfrutar de otro bocado

Los villanos no son malos   (Mechoa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora