{Capítulo 19}
XANDER
¿Qué había hecho Thunder en el hotel cuando Sigh y yo estábamos fuera?
¿Por qué diablos había cambiado tan rápido de emociones?
¿Y por qué Sigh parecía tan avergonzada de sí misma?
Demasiadas preguntas inundaron mi cabeza y no tuve respuesta para ninguna de ellas, pero pensé que quizá Sigh sí las tendría.
—Si quieres un mechero, ve a comprar uno —le dije, cansado.
— Lo haría, s-sí, créeme que lo haría. ¡Si no robases cada uno de todos los malditos mecheros que compro! —me reprochó ella furiosa y elevando el tono—. Pero déjalo, da igual, Xander. Solo quiero ir a un lugar.
Eso sí había sido raro. ¿Sigh tirando la toalla tan fácil?
Generalmente, cuando recurría al tabaco, hacía lo que hiciese falta para fumarse un cigarro. Ya sea comprando un mechero nuevo o pidiéndole a alguien de la calle que se lo encendiese.
—Bien..., ¿a dónde vamos? —le pregunté, algo preocupado.
Su comportamiento me resultaba extraño, todo estaba extraño. Ella estaba extraña.
—Voy a ir a la escuela.
La forma en la que rehusó del plural para hablar sobre lo que iba a hacer, me hizo preguntar lo siguiente:
—¿Vas...? ¿Qué hay de mí? ¿Te has olvidado de tu fiel y muy atractivo compañero pelirrojo?
—Necesito estar sola. —Fue la única explicación que me dio, y viniendo de ella, supe que no hablaría más. Me podía dar por satisfecho.
—Bien, entonces te llevo.
—Xander...
—No, no vas a ir andando. Fin de la discusión.
ϟ ϟ ϟ
Una vez dejé a Sigh en la escuela, conduje hasta nuestra casa, que era una de las viviendas que ofrecía la escuela. Sigh vivía con sus abuelos hasta que decidió acogerme. Lo cierto era que yo tenía derecho a una vivienda propia, pero prefería vivir con ella antes que la soledad de una casa vacía. Su compañía me hacía bien, éramos buenos compañeros; de vida.
No me cansaría de decir que esta era como una hermana pequeña para mí, aunque la gente tuviese sus ideas en su cabeza y creyese que nuestro vínculo era algo más que una simple amistad. Aunque Sigh era realmente atractiva, para mí y para... cualquiera, jamás me había atraído de esa manera. Ni ella, ni ninguna otra mujer para ser sinceros. Sí recuerdo que mi primer beso fue con una mujer, una niña más bien, cuando yo también era un niño. Tan solo eso, un niño que no sabía qué era lo que quería. Supe quién me atraía cuando en la adolescencia en un juego de diferentes retos, tuve que besar a un chico. Un chico..., me dije a mí mismo en aquellos momentos. No creyendo jamás aquella posibilidad. No por una razón en concreto la verdad, sino porque... jamás me lo había planteado. Pero cuando decidí experimentar y probar, me di cuenta de que me llamaban mucho más la atención los chicos de mi edad que las chicas por las que todos babeaban. Al menos jamás había sentido un enamoramiento hacia nadie del género femenino. ¿Parecerme atractiva? Muchas de ellas, como era lógico. Pero sentir algo más allá de eso; un deseo más extenso que me hiciese querer tocar a la otra persona, acariciarla, besarla y hacerla mía..., tan solo me había sucedido una vez. Con mi expareja con la que corté por la distancia cuando me mudé para siempre aquí a Quebec.
Evadí la idea de pensar de nuevo en ello; de pensar de nuevo en él. Porque por mucho que ansiase lo contrario, siempre terminaba haciéndome daño. A veces creía no ser dueño de mis propios sentimientos, ya que aunque lo tuviese superado, aún quedaban resquicios de esa herida abierta que no había terminado de sanarse por completo.
Con ello, me adentré en nuestra vivienda, cobijándome sobre las mantas tumbado en el sofá, mirando a mi lado, sin encontrar el consuelo de Sigh. La cual había ido sola a la escuela por un único motivo; uno que jamás contaba a nadie.
Pero yo bien sabía por qué frecuentemente visitaba la escuela sola y se quedaba allí por horas y horas. Horas en las que se convertía en un completo fantasma de la misma, dado que nadie la encontraba. Nadie era consciente de su presencia, porque así lo quería ella.
Y no necesité que la misma me lo explicase para saberlo.
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Eléctricos suspiros
Teen FictionThunder, su nombre era Thunder Iversen. Él llegó a Quebec, Canadá, para empezar una nueva vida, un nuevo comienzo. Tenía carisma, y le sobraba talento. El músico decidió no pasar desapercibido y así lo hizo con sus cientos y muy peculiares tatuajes...