Postre

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Entonces naciste en Grecia. —dijo Nina mientras Xandro conducía.

—Asi es.

—Hablas muy bien el español. —señalo.

—Mi papá es griego, mi mamá es de aquí, además soy bueno para los idiomas y tengo unos cuantos años viviendo en New York. —le contó.

—¡¿De verdad?!¡Yo soy de new york! —exclamó con una gran sonrisa.

—Me lo imagine. —dijo mirándola un segundo, antes de poner atención al camino.

—¿Por qué te lo imaginaste? —quiso saber.

—Por el acento que tienes.

—No tengo acento. —contradijo.

—Lo tienes. —declaró.

—Posiblemente ¿y qué haces aquí? ¿Por qué dejaste la gran manzana? —le preguntó abriendo la bolsa donde traía la comida.

—Digamos que me tomé un año sabático.

—¡Yo también!  —dijo sorprendida tocándole el brazo— ¡Es el destino!

—¿El destino? ¿De qué? —cuestionó el griego mirándola para que no lo tocara, pero ella no se dio cuenta y lo quitó para tomar la bolsa donde llevaba un sándwich de queso.

—Conocernos, es el destino. —declaró partiendo el sándwich—Toma. —dijo extendiéndole la mitad.

—Ya desayuné, gracias. —lo rechazó.

—¿Eso no importa? No puedes rechazar un Sándwich de queso derretido. —le dijo con una gran sonrisa, que el griego no pudo resistir y tomó lo que le ofrecía— Es mi comida favorita. —le contó antes de morderlo y hacer un ruidito de placer, para él también era su comida favorita, pero no iba a decírselo, pensó comiendo— ¿No crees en el destino? —cuestionó la rubia unos minutos después.

—No.

—¿Por qué no? —quiso saber.

—Porque uno mismo es dueño de su vida, no hay ninguna fuerza externa que lo haga, por decirlo de alguna forma. —respondió.

—Eres un robot aburrido. —declaró después de escuchar su respuesta— Entonces ¿Cómo explicas que yo también haya tomado un año sabático y que estemos en el mismo lugar? —le preguntó.

—¿Por qué tendría que haber una explicación? Es una simple coincidencia. —declaró.

—Pero eso no es interesante, es más bonito pensar que una fuerza sobrenatural nos puso aquí. —contradijo sonriendo, el griego negó sin emitir ningún comentario, Nina lo observó un segundo, antes de continuar comiendo su sándwich de queso— ¿Cuál es tu color favorito? —le preguntó cuando terminó de comer.

—No puedes permanecer en silencio ¿Verdad? —preguntó con una suave sonrisa asomándose por la comisura de sus labios.

—Claro que puedo. —dijo indignada, antes de sacarle la lengua cruzándose de brazos, la sonrisa se extendió por los labios de Xandro, pero la rubia no pudo disfrutarla, pues tenía fija la vista en el camino.

La miró de reojo durante el trayecto que le faltaba para llegar a la ciudad y Nina realmente estaba resistiendo las ganas de hablar con él, odiaba los silencios largos, ella siempre estaba hablando, cantando o haciendo cualquier ruido, pero jamás en silencio.

—Creo que el negro. —habló Xandro ya entrando a la ciudad.

—¿Qué? —preguntó Nina girando el rostro para verlo.

XANDRO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora