| Capítulo 45 |

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El mismo día que mi madre se fue, Liam y yo subimos una foto de ambos a nuestro Instagram, pero no cualquier foto, sino, una besándonos, con una leyenda que decía: Mi doctora bacterias favorita, por parte de él. Mientras que yo subí una que decía: Mi piloto engreído favorito. Los vecinos y quienes nos conocían comenzaron a felicitarnos, diciendo que ya lo sabían y se alegraban de que al fin lo hiciéramos público. Porque éramos muy malos escondiendo lo que sentíamos el uno por el otro.

Un par de días más tarde, Liam recibió una llamada de Tomás en la que le decía que habían puesto la demanda en contra de Rafael Guzmán. Enseguida todo un equipo de abogados salió a defenderlo. Ellos se habían comunicado con las chicas, él platicó con ellas sobre lo que yo intentaba hacer en su contra y para tener un caso en contra de él necesitábamos más testigos, evidencias y/o personas que hubieran pasado por una situación similar. Yo le dije a Abigail lo que hice, que un abogado se comunicaría con ella y así fue. Ella aceptó porque yo lo estaba haciendo, y con el apoyo de la otra chica, tendríamos un caso solido en contra de él.

Tomás le dijo a Liam que nos esperaba en sus oficinas. Que si podríamos ir ese mismo día, solo unas horas más tarde.

Ahí nos encontrábamos sentados en la pequeña sala de espera, tenía mi cabeza recargada en su hombro y él me abrazaba con fuerza. Estaba nerviosa de lo que nos fuera a decir Tomás, porque algo dentro de mí me decía que esto sería algo grande. Un escándalo de magnitudes gigantes y sabía que saldría salpicada de todo esto.

Estábamos esperando cuando del elevador aparecieron Abigail y Mariela. Ambas tenían cara de sorpresa, no supe si ellas estaba sorprendidas de haber coincido o de verme. Me levanté y quedamos frente a frente.

—Doctora Valentina—expresó Abigail—Cuanto tiempo sin verla—me abrazó.

Mariela asintió y sonrió.

—Es un gusto conocerla en persona, aunque no en estas circunstancias.

—Lo sé.

La recepcionista nos dijo que ya podíamos pasar que Tomás nos esperaba en la sala de juntas. Caminamos hasta allá. Y efectivamente ahí estaba él y otras cuatro personas, las cuales supuse eran su equipo de abogados. Saludé a todos estrechando sus manos y me senté frente a ellos en la gran mesa que había ahí. Las demás personas hicieron lo mismo.

—Bien—habló Tomás—los cité porque los abogados por parte de Rafael Guzmán se han puesto en contacto con nosotros. Quieren que discutamos con ustedes algunos puntos. Están dispuestos a pagar indemnizaciones absurdamente altas.

— ¿Le están poniendo precio a nuestro silencio? —preguntó Mariela— Ya callé una vez, por causa suya, no pienso volver a hacerlo. Le ha jodido la vida no solo a mí, sino, a otras personas. Saben que por su culpa me quitaron de un asombroso proyecto liderado por la mujer que tengo a un lado. Sin más, un día me dijeron que me moverían de ciudad y del proyecto. No me dieron explicaciones, solo me dijeron que me moverían a Bogotá y que alguien más se haría cargo del proyecto.

Entonces eso era lo que había pasado.

—Yo no quiero tener problemas—comentó Abigail —Apenas estoy comenzando en este mundo de la ciencia y no quiero verme afectada por esto. Como les dije antes, quiero que todo sea de manera discreta.

— ¿Y usted Valentina, que opina? —preguntó Tomás.

—Quiero que obtenga lo que merece. A mí no me hizo lo que a ellas, porque no tuvo la oportunidad, pero quiero que pague por lo que hizo y que ninguna más pase por lo que ellas.

—Bien, entonces proseguiremos.

Cuando la junta terminó, hablé con Abigail. Mariela ya se había ido. Estábamos en la salida.

Nuestras mañanas de marzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora