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Pero me miraste.

Lo hiciste, lo admitiste mientras me veías fijamente con una sonrisa en el rostro.

Esperándome a mi y solo a mi,  de pie bajo el marco de la puerta, sin importar que te vieran.

—¿Estás lista, nos vamos? —me sentí una princesa siendo escoltada, mientras mi otra mitad observaba desde arriba semejante cursileria que cruzaba mi mente.

Eso era lo que causabas en mí.

Consecuencia irreversible que se quedaría como un sentimiento más en memoria al caer el balde de realidad fría sobre mi.

Pues nuestras manecillas nunca coincidieron.

Asi que marcabas el segundero para topar con una hora distinta a la mía.

Notas De Cuando Pensé Que Ibas A Quedarte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora