Había una vez en un tiempo no muy lejano una pequeña niña campesina con dientes chuecos y unos lindos ojos grandes marrones. A esta pequeña niña le fascinaba la idea de crecer, era su mayor anhelo ser adulta, eso de ser niña no le quedaba, pensaba ella, le fascinaba la idea de usar tacones, maquillaje, prendas y hermosas ropas cómo usaban esas chicas en la televisión, poder tener novio y tener un auto.
Se pasaba los días soñando despierta entre las plantaciones de trigo de su padre, imaginándose de adulta.
— Como quisiera presionar un botón y adelantar el tiempo. — Su empeño por querer ser adulta se convirtió en un deseo tan fuerte que alguien pudo escuchar y sentir, una pequeña oruga se acercó a ella y le dijo.
— ¿En serio ansias esto con tanta desesperación como para saltarte las etapas que vivirás en el proceso? — La pequeña no dudo en asentir.
Que importaban unos años si obtendría lo que deseaba con tantas ansias.
— ¿Estás dispuesta a renunciar a crear esos momentos?
Volvió a asentir con energía.
— ¿Eres un hada? ¿Por eso puedes hablarme? — preguntó con inocencia la niña con ojos de chocolate.
La oruga solo puso su pequeña cabeza un poco de lado.
— Se puede decir... lo importante es que cumpliré tu deseo. — respondió.
> Pero existen algunas consecuencias por tu deseo...
— No importan las consecuencias aun así quiero crecer. — interrumpió la pequeña.
— Bien, pues vamos a hacerlo realidad, hoy a la media noche tu sueño se convertirá en realidad. Si deseas deshacer tu deseo deberás venir a este mismo lugar y de la misma manera en que anhelaste que lo cumpliera debes pedir que lo deshaga. — Al escuchar las primeras palabras la niña saltaba de alegría y a lo demás no le había prestado atención, no podía creer que fuera a cumplirse, estaba tan feliz, ya quería que fuera media noche.
Salió corriendo de la plantación a casa, desesperada, los minutos se le hacían eternos, pero el tiempo pasó y la hora deseada llegó.
De pronto se sintió adormilada y cayó en un profundo sueño, y al despertar rápido se acercó al espejo.
¡Había pasado! Lo que tanto deseaba había pasado, era grande, tenía el doble de tamaño y su cuerpo se parecía al de las chicas que acostumbraba a ver en televisión.
Salió corriendo para mostrarle a su madre lo que había pasado. Pero su madre al verla se asustó, no comprendía la razón de que su hija estuviera dando semejante cambio, esto no era normal, al no entender lo que pasaba la encerró en casa.
La niña se puso triste y lloraba, el día transcurrió y como la noche anterior volvió a caer rendida, al despertar se miró al espejo y se veía más mayor, el doble de lo que se veía ayer. Su madre al verla se asustó más, ¿Por qué pasaba esto? Al ver que dicho cambio es permanente le contó a su padre y entre ambos decidieron esperar un poco más para saber si retrocedía lo que sea que estuviera pasando, pero al pasar los días la pequeña niña de ojos color chocolate solo envejecía más y más, su sueño se había convertido en una pesadilla, sus manos estaban arrugadas y su pelo se volvía blanco como la nieve, ahora solo ansiaba volver a ser como al principio, ya no deseaba apretar el botón para adelantar el tiempo.
Tenía miedo.
— ¿Es acaso esté mi castigo por confiar en los demás? — dijo la ya no tan pequeña niña con tristeza.
Le pidió a su madre llevarla a la plantación de trigo por última vez, allí había iniciado todo y allí quería que terminara.
Se sentó sobre la tierra, y las lágrimas comenzaron a salir, pensando en que ser desesperada y querer las cosas de empujón no es lo mejor, que debió saber más, esa oruga tramposa la había engañado.
Mientras estaba en sus pensamientos una linda mariposa se posó en su pierna.
— ¿Estás arrepentida de tu decisión? — La mariposa le hablo.
La pequeña oruga se había transformado en una hermosa mariposa.
— Si, ¿Por qué me hiciste eso? ¿Por qué simplemente no me dejaste de un solo tamaño? Confié en ti y me engañaste. — dijo enojada la ya adulta chica de los ojos color chocolate.
La mariposa, dolida por sus palabras y el hecho de que no entendiera la razón elevó vuelo. Y desde el viento le dijo a la mujer.
— La madures sólo llega con los momentos vividos, nunca dejamos de crecer y evolucionar, todo tiene su tiempo y lugar, veo que no aprendiste la lección y sigues teniendo la misma soberbia, te convertiré en una planta para que no puedas quejarte ni reprochar y en el momento en que entiendas que el tiempo transcurre a su propio ritmo, entonces estarás preparada para convertirte en lo que debiste ser, tu desesperación y ansias por esto fueron tantas que no escuchaste la solución en su momento. Hasta luego pequeña. — La mariposa elevó vuelo.
Y la niña se convirtió en un pequeño árbol en medio de una inmensa plantación de trigo, condenada a esperar y sólo esperar que el tiempo le dé la sabiduría que le hacía falta para así obtener su libertad.
FIN