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-Eres lo peor que me ha pasado en mi vida, Ecuador.-

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No era muy bueno expresando lo que sentía, en eso estaba de acuerdo. Pero está vez era diferente, oh bueno... Eso era lo que su corazón le decía. Sin embargo sentía miedo, uno muy profundo que venía desde épocas muy antiguas.

Su infancia no fue nada buena al igual que las demás colonias, de hecho en ocasiones sus amargos recuerdos volvían a su mente. Y bueno cada vez que lo hacían su cabeza junto con su pecho ardían como el centro de un volcán, era algo que después de tantos años era incapaz de controlar. Sabía que esto no era lo mejor para su salud mental ni física y que podía observar las consecuencias de sus traumas que a pesar de tanto esfuerzo aún no podía sepultar, como por ejemplo, el ser incapaz de amar a otra persona. Tenía miedo, lo asustaba el simple hecho de entregarle todo su corazón a alguien. Tal vez y estaba mal culpar al pasado por como se sentía ahora ya que para el ecuatoriano jamás nos logramos curar si volvemos al lugar que tanto daños nos hizo. Pero sin importar que, el tricolor seguía y seguía recordando su pasado, se asfixiaba en un pozo sin fondo que poco a poco lo dejaba sin respiración.

Ecuador también creía que del pasado nacía el futuro, pero el no podía ver un futuro porque seguía encerrado en el pasado. Las cadenas eran realmente fuertes y se había cansado de luchar.

-Por favor perdóneme padre.-

-¡¿Acaso no te lo había dicho?!.- Su padre se hizo presente con una bofetada que resonó en toda la habitación y frente a los sirvientes.

-...- No dijo nada, no se sentía con el derecho para responder a su padre.

-Desde el día en que naciste, no tienes derecho a sentir algo en ese inútil cuerpo tuyo. ¡No quiero una colonia sentimental! Sería un gilipollas si me manejara por sentimientos.-

El menor solo pudo alzar un poco su vista, hace mucho que no sentía el sentimiento de tristeza dentro de su cuerpo como para llorar en estos momentos.

-¡Fuera! No quiero ver tú maldito rostro nuevamente, que inútil.- Con un empujón realmente fuerte que lo tiró al suelo fue suficiente para que el tricolor se levantará en cuestión de segundos y se fuera con su mejilla morada en conjunto con su espalda ensangrentada por los latigazos que su padre le había regalado.

Suspiro un poco mientras observaba la taza llena de café que su hermano le había dado después de que bajará del cuarto del mexicano, fue hasta la cocina donde estaba el colombiano.

°Après la mort, aime-nous plus°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora