Un par de piernas de ensueño, una figura esbelta que cualquier chica desearía tener, un trasero firme y redondo, un par de senos frondosos que gritaban ser tocados, todo aquello cubierto por un diminuto vestido lila, y el complemento perfecto: una melena castaña abundante que bailaba al compás de su andar, cuyos reflejos de luz lo adornaban de rosa y violeta.
Su hermosa piel ligeramente caramelo, resaltaba en el lugar. No había duda, ella era mi siguiente víctima. Ese ángel tenía que ir conmigo.
La observé mientras tomaba asiento en una de las mesas del rincón, acompañada de un cretino que no se había tomado la molestia si quiera de acercale la silla.
Ella estaba ausente, perdida en sus propios pensamientos mientras el galán de cuarta le hablaba hasta por los codos.
—¿Será ella la siguiente víctima? —murmuró Leo cerca de mi oído.
Bebí de un trago el contenido de mi vaso, imaginando que el beso me lo daba ella y pedí otro.
—Tal vez... Si el galancete no me da problemas —repasé el luga con la mirada—. ¿Dónde están las tuyas?
—Ese par —señaló discretamente con el meñique, ocultandose con su bebida—. Justo a lado de la tuya.
—Se ven algo jóvenes —murmuré, aunque en realidad no me importaba a quién le quitaría la vida.
—Ya sé, pero Ámbar dío la orden, sus razones tendrá y ya me las dirá.
Ámbar era la versión femenina de Hanibbal Lecter, la abeja reina del mundo del canibalismo, solo la había visto una vez, pero con eso me bastó para no querer saber de ella, pues su porte dominante y altanero daba escalofríos, aunque a Leo le excitaba y siendo la cabeza de esa pequeña orda de caníbales, él no le ponía peros.
Y ahora las nuevas víctimas de Leo eran dos jovencitas morenas, que se encontraban en la mesa a lado de la chica que acababa de convertirse en mi nueva víctima.
—A trabajar, amigo.
Chocamos las copas y pedimos dos tragos más para caminar hacia nuestras nuevas víctimas.
En cuanto las chicas nos vieron pararnos frente a su mesa, no dudaron en permitirnos sentarnos a su lado.Yo tomé el asiento que quedaba a un metro de distancia de la chica que sería mi presa, a mi izquierda se acorraló la pequeña morena que no paraba de batirme las pestañas mientras pegaba sus piernas a las mías.
Iniciamos una conversación con aquellas chicas y agudizé el oído para tratar de escuchar al idiota que no paraba de hablar como perico a mi presa.
—Y ya te he dicho que no me gusta que te vistas así para el trabajo —señaló a la chica con sus toscas manos—. ¡Se te ve todo, Luna, te ves corriente y vulgar! —gruñó entre dientes para después beber de su cerveza.
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Luna
TerrorHistoria corta. Sebastián es un hombre sumamente atractivo, posee una belleza natural que hipnotiza a cualquier mujer que pasa a su lado, al ser consciente de ello hará uso de sus encantos para obtener lo que quiere, satisfaciendo su exquisito secre...