Luna se fue del departamento dejando un extraño vacío, quedamos en seguirnos viendo, según me había explicado: el tipo con el que iba era su novio y estaban de visita en la ciudad, pero por la forma en que había terminado todo, eso se había acabado.
Me comentó que apenas había terminado la universidad y que estaba buscando trabajo, por eso había viajado con su novio, se suponía que un familiar de él le conseguiría puesto en recursos humanos en una de las fábricas de la ciudad, así que le di la dirección del lugar y ella se fue de inmediato.
Después de unos días sin saber de ella, llegó diciendo que le habían dado el puesto con un departamento al otro lado de la ciudad, la felicité aunque no me alegraba por ella, ya que en pocos días su puesto no importaría, ella ya no importaría.
Yo seguía teniendo mis citas a escondidas pues no sabía lo que realmente sucedería con Luna, ahora llevaba a las chicas a una cabaña que tenía Leo a las afueras de la ciudad, era perfecto; pues si ellas llegaban a gritar o querer escapar, no había manera de que alguien se diera cuenta.
Había tenido una pequeña fiesta de bienvenida en el lugar, invitando a varias chicas de diferentes ciudades, esto para no levantar sospechas pues la policía comenzaba a merodear por la ciudad.
—El ambiente está increíble hermano. —Me comentó Leo mientras serviamos la sexta ronda de tragos para las chicas.
—Lo sé, están todas de diez, ¿de dónde las sacaste? —acomodé los vasos en dos charolas grandes.
—Ámbar me dijo que había una reunión de exalumnos de una facultad hace una semana, invité a algunas y otras vienen de la convención de azafatas qué te mencioné el mes pasado.
—Pues parecen modelos.
—Ya te acostaste con todas, ¿verdad? —susurró volteando a ver en todas direcciones—. Porque faltan las dos pelirrojas con gran trasero que traje de un bar.
—Eso fue mi culpa, te las dejé en la habitación de la esquina —acepté riendo—. Se me pasó un poco la mano y esas ya colgaron los tenis, pero ya sabes que yo no me acuesto con ellas.
—Esta bien, esta bien —Se carcajeó—, ya te revolcaste con todas.
Chocamos los cinco y salimos a la sala, donde todas las chicas reían y bailaban.
Leonardo las invitó a pasar al sótano, donde instalamos nuestra trampa: una serie de jaulas conectadas entre si a un sistema eléctrico que les causaría una muerte segura mientras se achicharraban frente a nosotros.—Bellas damas, las invitamos a pasar a las jaulas —abrimos las puertas y ellas encantadas entraron—. Queremos que bailen como nunca lo han hecho —expliqué tomando entre mis brazos a la única castaña—. Tú te quedas conmigo, mi amor.
Besé su boca con desesperación y ella aceptó sentarse en mis piernas, mientras admirabamos el espectáculo.
Leonardo puso la música y cerró las jaulas, de inmediato se activó un sistema de seguridad que les impediría salir.
Nos sentamos en dos sofás individuales mientras ellas empezaban a bailar.
La belleza castaña en mis piernas se empezó a mover y no me quedó otra opción que hacerla mía. La até al sofá a modo de que no viera lo que ocurriría, la tomé sin piedad mientras la música amortiguaba los gritos de las chicas que se empezaban a quejar.
Las chispas comenzaban a salir, la electricidad hacía de las suyas acariciando la piel de cada mujer, desprendiendo el calor que ellas poseian, muchas se habían desprendido de sus prendas en el baile y ahora saltaban desesperadas de un lado a otro, quemando lo que había sido una belleza de piel aterciopelada y que ya lucía rojiza.
—¿Qué pasa? —La chica frente a mi que estaba siendo penetrada desesperadamente, quería soltarse—. ¿Por qué huele raro?
Moví el sofá de lado y ella lo vio todo.
—¿Verdad que es un espectáculo digno de Broadway? —soltó Leonardo extasiado.
—No! ¡No! ¡Basta! ¡Sueltame! —La pobre chica intentó soltarse y la tomé con fuerza del cuello.
—¡Olvidalo! —La embesti con más fuerza—. ¡Mientras más te resistas, es mejor para mi!
—¡Para...! —flexionó sus piernas para que me detuviera—. ¡Ustedes están enfermos!
Nos reímos de su declaración tan evidente.
—Por lo menos sabrás cómo fue tu muerte... —murmuré entre dientes aferrándome a su cuerpo.
—¡Basta por favor! ¡Me duele! —estaba llorando pero poco me importaba.
—¡No me importa! —grité desesperado—. ¡Tengo que terminar!
—¡La policía me va a buscar! - declaró con rabia.
Leo y yo nos volvimos a carcajear.
—¡Como si a esos cerdos les importara! —gritó Leo terminando su bebida.
La tomé por los tobillos y abrí sus extremidades, Leo se percató de lo que ocurría y me acercó un lazo, así bien atada, me dispuse a terminar con mi sesión.
Finalicé con la vida de la chica hasta llegar al clímax total, mi corazón latía desenfrenado con una adrenalina difícil de describir, mis manos temblorosas acariciaban la piel desnuda de la chica sin vida, mí mente me gritaba que esa noche podría dormir tranquilo.
Observé todo el lugar: la sangre de nuestras víctimas corría por los suelos y el ambiente se había tornado sombrío y hogareño.
Apagamos el sistema eléctrico y uno por uno tomamos los cuerpos para guardarlos en bolsas negras, pues Leonardo tenía que llevarlos con su jefa.
—Me quedaré con esta —señaló a la castaña—. La carne quemada no me gusta.
Nos carcajemaos como un verdadero par de dementes; risas desenfrenadas que llenaron el silencio del lugar.
Después de que Leo guardara los cuerpos en su camioneta, lo observé descuartizando a la chica: abrió el cuerpo desde el cuello hasta su entrepierna, sacó todos los órganos y uno por uno los guardó en frascos individuales para llevarlos al congelador.
—No es necesario que te quedes a mirar —comentó viéndome nervioso.
—Quiero quedarme —mentí—. Tal vez algún día te toque descuiartizarme, así que quiero ver el proceso.
—Eso no pasará —aseguró riendo—. Sabes que Ámbar solo me da trabajo para terminar con los infieles, tú no eres de los que tienen novia, así que jamás estarás en esa lista.
—Pues en ese caso... Gracias por salvarme.
Cortó las extremidades y las llevó al jardín trasero donde encendió una fogata y una vez que preparó la carne: la insertó en varios palillos y la llevó a cocción como si de brochetas se tratase. Un espectáculo digno de máster chef, en su versión canibal.
—¡Esto va a quedar de diez! —estaba más que contento, y no era para menos, pues iba a darse todo un festín—. Puedes probar si quieres, Sebas, te aseguro que no hay mucha diferencia con la carne de animales.
—Tal vez luego...
Mis ojos no podían creer lo que veían, había encontrado varios frascos de órganos en el refrigerador con anterioridad, pero jamás había visto el proceso desde el inicio, y aunque pensé que el estómago se me revolvería, no sucedió nada. Al contrario, debo admitir que se me antojó probar un poco de esa carne azada.
Ver a Leo cuidando cada corte, tomando los órganos con delicadeza y cociendo la carne con verdadero interés, me quitó los prejuicios que alguna vez tuve de él.
ESTÁS LEYENDO
Luna
HororHistoria corta. Sebastián es un hombre sumamente atractivo, posee una belleza natural que hipnotiza a cualquier mujer que pasa a su lado, al ser consciente de ello hará uso de sus encantos para obtener lo que quiere, satisfaciendo su exquisito secre...