Madrugada en vela I

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Anoche soñé que aparecía manchada con sangre, hasta unos animales de mi alrededor (algunos perros), estaban manchados con ese mismo fluido. Tenía los brazos cortados y no sabía por qué. Al parecer un hombre, estudiante de la UV que entregaba folletos en una actividad a la que asistí con una amiga -imaginaria-, me había hecho un mal porque no me pudo volver a tener. Toda mi familia estaba en mi contra, por mis antecedentes suicidas, nadie creía que yo no había sido, ese daño no era mío, pero nadie creía en mi palabra, sobre todo mi madre. Todo iba subiendo de nivel en una discusión con ella hasta que me exiliaron de la familia y yo estuve de acuerdo.

Casi me voy lejos por un momento a vivir la vida, en medio de una celebración en la que aparecí de pronto, aparecen unas mujeres a ofrecerme irme con ellas y como estaba quedando mal ante todos, decidí ir.

Terminé descubriendo en ese corto viaje que el mal se le había devuelto a ese joven en cuanto mi vida comenzaba a mejorar. Lo encuentro en un cuarto oscuro con cámaras criogénicas, alrededor de otras personas reposando sobre esos aparatos. El chico se veía demacrado, como si hubiese quemado todo su cuerpo en un incendio, lleno de pústulas y con su piel expuesta, completamente roja. Me miraba con arrepentimiento y yo lo perdonaba. A mí me importó verlo de esa manera y lo iba tocando y perdonando, mientras poco a poco su rostro comenzaba a mejorar y sanar.

También soñé que era un perro en una manada y encontrábamos una cueva llena de perros muertos. Uno de nosotros se quedó ahí adentro, supimos que moriría y aceptamos su decisión.

Fuera de cualquier fantasía o incoherencia, lo que puedo analizar es mucha tristeza y desesperanza por abandonar un clan y, sin embargo, aceptación. Es parte de la vida. Dejar el clan, soltar el cordón umbilical emocional es parte de crecer. Tristemente a veces toca hacerlo de una manera más dolorosa, pero creo que lo estoy haciendo bien, aunque tarde, sanamente. Hacerlo desde la sinceridad no es algo malo, aunque quienes no quieren abandonarte pueden verlo como su perdición. No soy una mala persona, hago lo que puedo con lo que se y voy aprendiendo en el camino.

Ya no pasa día en que no escriba. Las madrugadas en vela las paso dibujando mentalmente la primera edición del libro que estoy escribiendo. Tengo miedo de tener objetivos tan grandes para mí porque no sé si pueda dar la talla. Tengo que ser cautelosa con las ilusiones. Algo bueno de tener padres tan pragmáticos, es que sus enseñanzas sobre la vida quedaron en mí, un ser poco ortodoxo. Siento que nací para ejecutar un punto medio sobre ambas visiones de la vida. Un punto medio con respecto a la felicidad y plenitud sentida cada vez más cerca. 

El primer paso Tercer DiarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora