23 de agosto, 2006 – 1:30 A.M
Fue la fecha en la que nací.
Desde temprana edad di indicios de ser un niño muy inteligente y con una capacidad de entender temas un poco avanzados para mi edad, algo a lo que mis padres nunca prestaron atención hasta más adelante. Desde que tengo uso de razón siempre tuve clara mi sexualidad, a pesar de que no era capaz de explicar eso que sentía, pero solo sé que me gustaban los chicos. Mi primer amor fue J, mi vecino. J tenía 6 años, justamente mi edad cuando me enamore de él.
J y yo jugábamos todos los días, su casa estaba situada frente a la mía, cruzando la calle, así que era muy usual verme en el otro lado de la calle jugando con él, corriendo y riéndonos de cosas estúpidas, disfrutaba pasar tiempo con él, me sentía seguro. Éramos niños, no sabíamos sobre amor, o sentimientos, y los niños son bastantes, curiosos, bueno, él y yo éramos BASTANTE.
Nuestro primer beso fue a la edad de 7 años, recuerdo que estábamos en su casa y él estaba enfermo, tenía gripe. J simplemente me agarro la cabeza y me dio un suave pico inocente que venía acompañado de un amargo sabor a medicina que estoy seguro de que provoco un extraño gesto en mi cara de disgusto.
C, su abuela, empezó a sospechar y notar ciertos comportamientos mientras estábamos juntos, que eran inusual entre "amigos", y le prohibió a J ser mi amigo. No soportaba estar lejos de él, todos me repudiaban en el barrio por ser "maricón", y el único amigo que tenía en el momento era él, J era mi compañero, mi primer amor. Un día, estaba en la sala de mi casa, y escuche su voz, la recordaba a la perfección, me asome por la puerta y era él, estaba parado frente a mi puerta, parecía que estaba esperando que le abriera la puerta. Mi mamá salió, y le dijo que tenía que irse a su casa, que si su abuela le había prohibido juntarse conmigo, a mí también se me prohibiría. Mi corazón se rompió una vez más.
Según mi abuela, J se convirtió en un niño insoportable, no respetaba ni a su abuela ni a sus mayores, algo inusual en él, era un niño con valores, y su madre era maestra. Su madre y su abuela decidieron enviarlo con su padre a Santo Domingo para que su padre se hiciera cargo de él. Sí, el último día que lo vi fue ese día que estaba en mi puerta, el mismo día que mi madre le rechazo la entrada. Hasta el día de hoy no he sabido nada más sobre él, ni su familia, ellos se mudaron, y me atreveré a preguntar sobre él, aún me pregunto cómo se verá ahora y si se recordara esos tontos, pero lindos momentos que tuvimos durante 2 años.
En los 7 años fue la edad que comenzó todo.
Éramos una familia feliz, mis padres tenían peleas como cualquier otra pareja antes de esto, pero todo simplemente se salió de las manos. Mis padres empezaban a pelear diariamente, y no saben lo difícil que es tener que escuchar todos sus estúpidos argumentos e insultos inundando toda la casa posando una nube gris encima de ti. Yo no tenía que escuchar esas conversaciones, esos insultos, yo era un niño. Esas peleas e insultos se convirtieron en golpes y en ataques de ira. Ambos se pegaban y se hacían daño. Todo dio un giro cuando ambos empezaron a ponerme en medio de todo, preguntándome quien tenía la razón, quien había empezado todo, me hicieron sentir como un premio por el que ambos luchaban por obtener. Siempre que discutían los 2 trataban de hacerme elegir un bando a base de cumplir mis caprichos, dándome lo que más anhelaba en el momento, sin ellos ni siquiera notar que lo que estaba pidiendo no venía fabricado en ningún tipo de material, no era algo que podía ser tocado, pero era algo que sentías; amor y paz. Gracias a sus discusiones pude desarrollar la habilidad de empezar a entender temas complicados para un niño de mi edad, empecé a madurar antes de lo previsto, y todo por ellos. Aún me sorprende como de una tormenta pude agarrar un relámpago y convertir su luz en mi iluminación dentro de ese cuarto lleno de oscuridad que me agobiaba.
Mi abuela paterna fue la única figura que me dio todo lo que necesitaba con base en lo sentimental; amor, compresión, paz, seguridad. No se imaginan lo que amo a esa mujer. Yo salía de mi casa corriendo cuando mis padres se pegaban, ya no podía estar encerrado en el cuarto escuchando sus golpes y como todo lo que estaba en la casa se rompía, como los golpes retumbaban en las paredes, sus gritos, sus insultos. Salía corriendo hacia la casa de mi abuela, que solamente estaba más o menos a 9 casas de la mía, salía corriendo para comentarle lo que estaba pasando una vez más en la casa, y recuerdo los sermones que ella les daba a ambos por tener este tipo de comportamientos delante de mí.
Las peleas y golpes fueron escalando un nivel más alto, donde por todo se pegaban y discutían, peleas que daban de que hablar en el barrio, ya era algo común en mi casa. Ya no solo era mi abuela quien se encargaba de separarlos y romper esa barrera de conflictos y discusiones en el momento, los hermanos de mi padre empezaron a intervenir también, ellos me aislaban en mi cuarto y observaban mi comportamiento y la manera con la que lidiaba con todo esto. Llegue a un punto donde no lloraba, no comentaba lo que pensaba, no decía como empezó. Simplemente, ya esto era algo normal, algo a lo que me acostumbre, algo que no me sorprendía.
Pero había algo que aunque yo quisiera evitar ese tema no me dejaba tranquilo. Mi hermanita. Ismarlyn, mi hermana, nacido el 16 de octubre del 2012, a las 1:30 P.M., cuando yo tenía 6 años. Me agobiaba mucho y me llenaba de impotencia saber que mi hermana iba a sentirse de la misma manera en la que yo me sentía si crecía viviendo ese calvario, no quería verla expuesta y mucho menos envuelta en ese mar de remordimientos que provocaban mis padres con sus peleas. Ella, a muy temprana edad, se convirtió en mi prioridad. Ya no me quejaba por como ellos me hacían sentir, o lo que yo escuchaba. Me quejaba por lo que ella podría sentir cuando creciera, por lo que podían provocar en ella, y empecé a encerrarme con ella en la habitación de mis padres durante sus peleas. La necesitaba mantener alejada de todo esto, la necesitaba cerca para estar tranquilo.
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La Musa Del Desastre
Non-FictionSiempre fue complicado expresar lo que sentía, trataba de respirar aire fresco y mantener la calma dentro de una tormenta eléctrica que me producía quemaduras térmicas, que dejaron cicatrices que tuve que aprender a curar. Ser el árbitro en un parti...