45)

654 153 25
                                    

Brock。

Mats me explicó que los guardaespaldas conocen muy bien la imagen de Maddox, están entrenados para reconocerlo en la calle y es su trabajo impedir que pueda acercarse a mí y a Isis. Trato de confiar en esas palabras luego de que oigo el timbre de la casa. Estoy en el vestíbulo, mirando la puerta cerrada, preguntándome si acaso ese hombre nos encontró. En el día siempre abro la puerta si alguien llama, es en la noche que tomo precauciones. Son las cinco de la tarde, tengo mi teléfono en la mano, con el dedo puesto en el botón de bloqueo. No dudaré en presionarlo tres veces seguidas si es Maddox. Digo:

—¿Quién?

—Soy yo.

Me relajo súbitamente y abro la puerta. Me puse una camiseta grande sobre la ropa interior para ir cómoda por la casa, menos mal que no estoy usando pijama.

—¿Sabes que siempre he creído que es una estupidez pedir que sean más específico cuando responden <<soy yo>>? Si no reconoces a la persona por su voz, cualquier desconocido puede presentarse con el nombre de alguien que tú conozcas —comento.

James sacude un dedo delante de mí.

—Siempre he creído lo mismo. Eres muy astuta. —Nos quedamos en silencio. Temo que esté esperando que lo invite a entrar. No puedo hacer eso.

Le pregunto a qué se debe su agradable visita.

—Te traje algo —contesta sin poner ninguna expresión que me dé una pista de lo que piensa.

—¿Un cadáver? —pregunto en tono inocente, haciéndolo sonar como una niña que pregunta por su dulce.

James levanta las cejas, dejando la mano suspendida antes de llegar a una bolsa de papel que cuelga de su otra mano.

—¿Se lo has pedido a los genios de la lámpara? —me pregunta como diciendo <<A ver, niña traviesa, ¿te has portado bien para ganarte un dulce?>>

—James, no digas eso —gimo sorprendida. Muy en el fondo de mí sé que existe la tentación de pedir ese deseo, así que no me provoquen.

James continúa como si nunca hubo una intervención. Mete la mano a la bolsa y la saca sosteniendo una caja rectangular sellada con papel transparente.

—Es un celular para Isis.

—Pero yo iba a comprarle uno este fin de semana —reclamo sin enfado—, pero tú no lo sabías. Está bien. Eres un asistente bastante competente. ¿Cuánto te debo por esto? —pregunto recibiendo el paquete.

James niega con la cabeza, de pronto lo siento tímido como ese chico que se atreve y le regala una rosa a la chica que le gusta, declarando así sus intenciones con ella.

—No me debes nada —contesta James mostrando una afable sonrisa.

—¿Vas a regalarme un celular? —Me escandalizo—. No, no. Como buen asistente y amigo, me debes decir cuánto te debo. Para buenas amistades, cuentas claras. O algo así dice mi mamá.

James sonríe con rendición mientras se pasa una mano por la nuca.

—El teléfono costo $250.000 No tenía pensado cobrártelo, por eso no me fijé en el precio cuando lo escogí.

—Pero me parece estupendo que te hayas preocupado por hacer la compra. Eres increíble, James. Díctame tus datos para hacerte la transferencia.

Paso los siguientes minutos con la cabeza inclinada sobre mi celular. Cuando le he transferido, se lo hago saber para que revise su cuenta de banco mientras yo estoy guardando mi teléfono en el bolsillo trasero del pantalón. James hace un gesto afirmativo, pero no saca su teléfono para comprobar si hice la transferencia. Mi palabra le basta.

Sol en invierno - Pronto se irá a BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora