Primera parte: Misa de domingo

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Erik ya no creía en Dios. O al menos no creía como había creído siempre —a fe ciega, sin dudas ni cuestiones—, sino de una manera más ambigua. Había dejado de creer como un niño deja de creer en Santa Claus, alojando en lo más profundo de su pecho aquella pequeñísima esperanza de que, en el fondo, algo de la magia tiene que ser real. Erik ya no creía en Dios simplemente porque se había desinteresado, porque le creaba demasiadas preguntas, porque había decidido que era mucho más cómodo basar su existencia en el mundo natural, quedarse con los pies en la tierra.

A pesar de ya no creer —al menos parcialmente— en Dios, Erik seguía yendo a la iglesia. Su familia siempre había sido muy religiosa, especialmente devota, y tenían una historia de prácticas católicas que se remontaba hasta que perdían la pista de los O'Brennan en el árbol genealógico. Tanto él como su hermano mayor habían sido monaguillos de pequeños en la parroquia de su barrio, y aunque ambos habían acabado dejando aquello aparte para continuar con unos estudios académicos, seguían estrechamente relacionados con la iglesia. Durante sus años de ministrante Erik había hecho buenas migas con otro chico de su edad, Andy, que a diferencia de los hermanos se había mantenido inamovible en su fe, y no había dejado nunca la iglesia. A pesar de sus vidas separadas, de sus distintos intereses y de haberse tenido que mudar a la otra punta de Dublín para ir a la universidad, Erik y Andy seguían siendo mejores amigos. Se veían, como mínimo, al menos cada domingo. Porque ahora, después de que al bueno del padre Doyle le diera un infarto repentino limpiando el polvo de la Vía Crucis, Andy era el nuevo cura. Le había sucedido como padre Callaghan. Después de llorar apropiadamente la muerte de su mentor, de enterrarle junto a seguidores y amigos en el cementerio tras la iglesia, se había puesto el cuello clerical y se había subido al altar —manos temblando, mirada modesta— para dar su primera misa. Cuando era el padre Doyle quien daba la misa, el domingo por la mañana, a Erik solían pegársele las sábanas. Cuando era el padre Callaghan la cosa era distinta.

—¿Crees que lo he hecho bien? —Andy habló en voz baja, junto a la puerta que daba a la sacristía, cuando Erik se le acercó para saludarle al final de su primera misa.

—Yo creo que lo has hecho muy bien.

—¿Sí? No sé, creo que no se me oye al fondo. Pero es que me da cosa levantar mucho la voz.

—De verdad, lo has hecho muy bien. Y al fondo se te oye perfectamente, padre—a Andy no le dio tiempo a esconder la sonrisa detrás de un mordisco a su labio.

De eso hacía ya casi dos años y Andy había encajado perfectamente en la iglesia. Había traído algo de tiempos modernos al lugar; un poco de visión de futuro, algo de progresismo —moderado, porque seguía siendo una iglesia católica apostólica romana— y mucha buena fe. Había montado proyectos para ayudar a los más necesitados, para luchar contra los abusos fuera y también dentro de la iglesia. A veces, había tomado una postura un tanto más controvertida, pero no era nada que hubiera tomado por sorpresa a nadie, mucho menos que los hubiera alejado de la iglesia. La gente que se marchó, que también hubo, lo hicieron mucho antes—cuando, nada más coger el cargo, Andy admitió que no tenía ningún problema en decir que era gay. Entonces unos cuantos le habían dado la espalda, pero muchos otros habían venido nuevos. Gente del colectivo, abandonados en otras iglesias pero con la fe aún en pie, habían encontrado en la parroquia del padre Callaghan el amor incondicional que se les había prometido y nunca se les había dado.

Así que claro que Erik seguía siendo el mejor amigo de Andy, aunque ya no creyera en Dios. Y le esperaba todos los domingos cerca de la sacristía para hablar un poco después de la misa, le contaba los cotilleos de la universidad, le ayudaba por aquí y por allá con pequeñas tareas que le llevaban de vuelta a sus años de monaguillo y—de vez en cuando, en esos momentos en los que lo sentía una necesidad, esos momentos en los que su antigua fe volvía a asomar por entre las grietas—se metía en el confesionario para recibir el perdón de Dios, de la mismísima mano del padre Callaghan.

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⏰ Última actualización: Mar 22, 2023 ⏰

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