Capítulo 5

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Después de darse una ducha, Jeno volvió al salón. Renjun le dijo que podía ir primero, ya que debía conversar con el profesor Lee. El rubio esperaba que no fuera algo relacionado con el señor Kim.

—¿Dónde está Renjun? —volvió a acercarse el chico molestándolo con su presencia. Jeno lo miró mal y lo ignoró, perdiéndose en sus pensamientos—. Lo siento. No debí actuar de esa manera... —el rubio lo detuvo.

—No es a mí a quien debes pedirle perdón —le contestó sin mirarlo. El chico levantó una de sus cejas y se sentó junto a Jeno, quien al fin lo miró—. ¿Qué haces?

—Supongo que esta es la única manera de llamar tu atención. Es decir, es el segundo día y tú ya estás detrás de él. De haberlo sabido me hubiese sentado junto a ti el primer año.

Jeno no comprendía la obsesión que su compañero tenía hacia él. —No sé por qué estás actuando de esta manera. Ni siquiera sé quién eres.

—¡Eso es a lo que me refiero! Llevamos siendo compañeros desde hace cuatro años y Renjun lleva aquí dos días y tú ya sabes todo de él. Dime, ¿sabes el nombre de alguien más aparte de Renjun?

—No tengo por qué responderte. No es de tu incumbencia si me sé el nombre de alguien. Ahora, por favor vete —el rubio lo miró mal, pero eso parecía gustarle a su compañero, quien sonrió encantado—. No quiero que me suspendan por tu culpa, ¿de acuerdo?

Detrás de ellos se escuchó a alguien tosiendo, Jeno miró enseguida encontrándose con la mirada de Renjun. —¿Sucede algo?

El chico rodó sus ojos y se levantó del asiento del pelinegro, yendo de mala manera hacia este. Renjun se alejó un poco, evitando hacer contacto físico. —Sucede que estás arruinando la reputación de Jeno y a muchos de aquí no nos gusta eso —el chico picó el pecho de Renjun—. Entonces, decidimos que te sentaras en otro lugar, ¿entiendes?

—Claro —Jeno frunció el ceño hacia Renjun—. Pero deberías preguntarle a mi compañero de asiento si desea soportar tu horrible cara —levantó sus cejas, divertido y se sentó junto a Jeno—. ¿Quieres que esa cosa se siente junto a ti, Nono?

Por supuesto que no quería, de hecho, le gustaba estar solo. Siempre había estado solo.

—No —respondió enfadado.

El chico miró a Jeno. —¿Prefieres sentarte junto a este idiota?

Jeno no lo sabía, Renjun asintió después de un rato en silencio, notando que su compañero estaba incomodándose con aquella pregunta.

—Muy bien, tengo una idea que les gustará a ambos. Iré a buscar una mesa y una silla de otro salón. El profesor Lee me ha pedido dejar a mi querido Nono en paz, así que lo dejaré solo, como antes. ¿Está bien para ustedes? —Jeno no dijo nada, pero la idea no le agradaba demasiado. El chico, por otra parte, asintió.

Renjun se levantó de su asiento y salió del salón.

Todos miraban la escena sin entender qué estaba sucediendo.

Cuando el profesor apareció iba con una mesa en su espalda, mientras Renjun llevaba su silla.

Jeno no creía que Renjun estaba hablando en serio. Todavía estaba algo perdido.

—Por aquí, profesor —le dijo el pelinegro, dejando su silla detrás de sus amigos Yongbok y Seungmin—. Mañana vendrá Yangs, así que le diré que traiga su propia mesa. No puedo pedirle a usted otra vez el mismo favor —el profesor rio divertido y despeinó al pelinegro, dejando la mesa donde le había dicho.

Otra vez estaba solo como tanto quería. Pero le molestaba, no podía ver bien los garabatos que hacía su compañero desde esa distancia.

—Muy bien clase, soy el profesor Qian Kun. Para los que no me conocen yo les haré la clase de matemáticas.

Los lindos hoyuelos del profesor se hicieron presente y la mayoría de los alumnos sonrió ante ellos.

Cuando la clase terminó, Renjun se levantó de su lugar. Sonriéndole al profesor, todos los demás le siguieron y le hicieron una reverencia. Jeno lo hizo con torpeza, pero de todas maneras lo hizo.

¿Por qué decidió irse? Se preguntó el rubio mientras veía a su ahora excompañero conversando animadamente con los chicos de adelante.

—Si no querías que se sentara allá, debiste decirle —le dijo Jaemin, mientras caminaba hacia el pelinegro. Haechan le sonrió y siguió a su amigo, abrazando por los hombros a Renjun quien le dio un golpe.

Jeno quiso irse a casa.

Al finalizar las clases el rubio se marchó de inmediato, sintiéndose algo mal. No sabía por qué, pero deseaba llegar a casa y jugar todo el día en la consola. Renjun no lo miró en ningún momento mientras él solo lo miraba de vez en cuando entre clases.

—Llegué —le anunció a su padre quien sacaba la comida del horno. El apuesto hombre le sonrió a su hijo.

—¿Pasó algo? —Jeno negó—. Ambos sabemos que pasó algo, Nono. Cuéntale a tu padre.

El rubio realmente no quería contarle problemas tan simples, pero su pecho le apretaba un poco y tal vez era buena idea escuchar a su padre.

Le narró todo desde el día anterior hasta que huyó del salón de clases una vez terminaron. Su padre asentía a todo, mirándolo a los ojos.

—Jeno respóndeme algo —su hijo asintió—. ¿Tú querías que tu compañero se sentara en otra parte? —lo pensó por un instante y negó lentamente—. Ahí está la respuesta.

—Pero apenas es el segundo día, papá. ¿Cómo es posible que me sienta así por alguien que vi dos veces?

Su padre asintió. —Yo creo que te sentiste cómodo con él, como dices solo es tu segundo día, pero para tenerte reflexionando que fue una mala idea cambiarse de asiento debió ser divertido estar con él.

Siguieron charlando de sus clases sin volver a mencionar a Renjun y Jeno subió a su habitación para jugar videojuegos.

¿Qué hará Renjun después de clases?

La noche se hizo presente cuando Jeno terminaba por tercera vez el juego, se dio un baño y fue a comer con sus padres. Estaba algo inapetente así que dejó bastante comida y volvió a su habitación para dormir toda la noche.

Al día siguiente Jeno subió las escaleras hasta el último piso y entró al salón con pereza. No había dormido bien y estaba algo cabreado. Sus compañeros le sonrieron esperando que al igual que el día anterior este tratara de sonreírles, cosa que no sucedió y solo los miró mal yendo hacia su lugar al final del salón.

Miró hacia el asiento de Renjun y se encontró con la sorpresa de que este ya estaba ahí, junto al chico de cabello blanco que había visto el día anterior. Por alguna extraña razón, se cabreó un poco más.

—Buenos días, Jeno —le dijo el pelinegro. Jeno asintió hacia él y Renjun volvió su atención a su amigo.

Ya no serían compañeros de asiento y esa idea no le gustaba demasiado al rubio malhumorado.

Compañeros de asientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora