Prólogo

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Hicca estaba aquella noche en una colina en Berk, su hermoso cabello castaño estaba desatado y volaba libremente por la gentil brisa fría. Tenía sus rodillas abrazadas contra su pecho y dejaba su mentón apoyado en éstas observando a su aldea descansar pacíficamente.

Todavía se le hacía bastante surrealista que su padre, su figura paterna, quien le había amado y apoyado durante aquellos cinco años que se sentía una excluida entre su propia gente, había fallecido hace dos días debido al ataque de Manodura y su Salvajibestia.

El recuerdo apareció por unos breves segundos y volvió a abrazar sus rodillas con más firmeza e inhaló profundo tratando de evitar que las lágrimas se acumulen en sus ojos.

Escuchó pasos detrás de ella y alguien se sentó a su lado, una mirada breve le hizo reconocer aquella figura humana con escamas tan negras con la noche y en sus ojos verdes tóxicos se reflejaba su misma mirada melancólica y culpable.

Había olvidado completamente que fue gracias a todos esos eventos que ella y Chimuelo tuvieron que asumir un papel del cual todavía no estaban para nada preparados y ahora era su deber velar por la seguridad y el bienestar tanto de dragones como de los vikingos; ya que al ser pareja ambos asumieron el doble de deberes y con aquella profecía que le fue inculcada a Hicca desde que era una bebé ya era demasiado peso en sus hombros. Y ella se sintió culpable de colocarle esa carga a su mejor amigo.

-¿Estás bien?- preguntó él con una voz suave e Hicca solo pudo asentir levemente con la cabeza. Chimuelo sabía que aquello era una mentira, pero se sentía todavía más culpable de lo que estaba a punto de decirle.

Sacó un pedazo de papel de su chaleco y sin abrirlo por completo se lo enseñó a Hicca, quien despegó su rostro de sus rodillas dándole la atención a su pareja.

-Hicca, renacuajo, no sabes cuanto lo siento.- Chimuelo dijo sintiéndose todavía peor.- Pero... Me acaba de llegar ésta carta. Tu abuelo...

El pecho de Hicca estaba hecho un horrible nudo.

-Lo siento tanto. Falleció.

Y el mundo se derrumbó por completo para Hicca.

El lugar se llenó con el sonido de su llanto y Chimuelo rápidamente la acunó contra su pecho, dejando que ella se desquite dándole golpes y maldiciendo a los dioses por su mala suerte.

Había perdido a su padre y a su abuelo, a la familia a la que tanto amaba, se les fue arrebatada sin que ella hubiera podido mostrarles que ella era una líder digna y que ellos pudieran estar orgullosos de ella. Chimuelo apretó su mandíbula igualmente aguantando las ganas de llorar al escuchar a su mejor amiga pasando por aquel horrible duelo y solo podía pegarla más a su cuerpo para asegurarle que estaba junto a ella y que no se iba a separar.

Ambos pasaron aquella noche llorando por ambas pérdidas y recordando los buenos momentos que pasaron junto a ellos.

La luna era la única testigo de su dolor.

The Moon's MiracleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora