Poema 1

144 5 0
                                    

1. Olímpica I – A Hierón de Siracusa, vencedor en las carreras (con su corcel Ferenico, en 476)

Lo mejor es, de un lado, el agua y, de otro, el oro, como ardiente fuego,

que destaca en la noche por encima de la magnífica riqueza.

Y si certámenes atléticos celebrar

anhelas, querido corazón,

ni busques otra estrella más cálida que el sol

brillante en el día por todo el yermo éter,

ni ensalcemos otra competición superior a la de Olimpia.

De allí el himno clamoroso se despliega

a través de las mentes de los sabios

para que al hijo de Crono canten los que acuden

a la espléndida y feliz morada de Hierón.

El rige el cetro justiciero en Sicilia

rica en ganados, cosechando las cimas de todas las virtudes,

y a la vez resplandece

en el primor de la música y poesía,

por las obras que nosotros creamos,

los poetas frecuentes a los lados en su amistosa mesa.

Así que descuelga la doria lira

del clavo, si es que la gracia de Pisa y Ferenico

indujo tu mente a los más dulces pensamientos,

cuando, junto al Alfeo, precipitó su cuerpo

en la carrera, sin pretexto para ser espoleado,

y unció con la victoria a su dueño.

El rey de Siracusa, que ama los caballos. Su fama destella

en esta colonia noble del lidio Pélope.

De él se enamoró el Sostenedor de la tierra, Posidón,

en cuanto a Pélope lo sacó Cloto del fulgente caldero,

con un refulgente hombro tallado en marfil.

¡Cuán numerosos son los prodigios! Pero, sin duda, también

a la tradición de los humanos por encima del verídico relato

la engañan leyendas engalanadas con variopintos embustes.

La gracia, que hace dulces todas las cosas a los mortales,

al acrecentar el prestigio llega incluso a hacer creíble

lo que es increíble muchas veces.

Pero los días por venir

Fragmentos de poemas de Píndaro de TebasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora