CAPITULO 1

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Cuando el despertador sonó, yo llevaba ya media hora despierto, contemplando sin ver el techo sobre mi cabeza. Lo apagué, y si poder evitar suspirar, poco a poco me levanté de la cama hasta quedar sentado. Fuera de mi ventana, a juzgar por los rayos de sol que entraban a raudales, el día se apreciaba hermoso, pero no me habría podido importar menos. Por dentro, aquel día yo era una tormenta: gris y sin ningún toque de color.

—¡Tae hyung!—gritó entonces, desde abajo, mi padre, Kim Jae-Sang—. ¡Más te vale que estés despierto ya, a menos que quieras llegar tarde a tu primer día de clases!

—¡Ya estoy despierto, padre!—le contesté, también a gritos mientras, sin muchas ganas, me desvetía para meterme en la ducha.

Aquel era,claro, mi primer día de clases en la universidad, aunque, a juzgar por mi estado de ánimo, cualquiera habría podido pensar que, en su lugar, estaba caminando directo hacia prisión. Y es que, en realidad, así era justo como se sentía. Mientras el agua de la ducha, fría como hielo derretido, me caía encima, no pude dejar de pensar que estaba caminando hacia mi inminente fin. Y no es que quiera sonar melodramático, exagerado ni nada de eso. Es solo que, cuando te ves obligado a estudiar una carrera que no te apetece para nada, es justamente así como te sientes. O bueno, al menos yo, pues hasta el último minuto había pensado que tendría el valor suficiente para decirle a mi padre que en realidad quería estudiar literatura y no derecho. Uno pensaría que, con dieciocho años, hacer tal cosa sería de lo más fácil, sin complicación alguna...pero ya ves que no es así.

—¡KIM TAE HYUNG!—Vociferó mi padre poco después, cuando yo ya había salido de la ducha y estaba terminando de vestirme—¡DATE PRISA!

Maniático de la puntualidad, mi padre siempre se había empeñado en que yo, su hijo, siguiera al pie de las letras sus pasos, por lo que supe que, de ser el caso, sería perfectamente capaz de subir hasta mi habitación y arrastrarme con él al piso de abajo. Para no darle motivos, terminé de arreglarme en un tiempo récord, y luego de tomar mis cosas y asegurarme de que llevaba conmigo todo lo que podía necesitar, bajé por fin.

—Buenos días, padre. Buenos días, madre—Saludé al llegar a la cocina, dónde ambos me esperaban, listos para comer.

Luego de los breves saludos de rigor, los tres empezamos a atacar la comida sumidos en el mas absoluto e impenetrable de los silencios. Para nosotros era sagrado el momento de comer, así que no decíamos ni una sola palabra hasta que los platos de todos quedaban vacíos. Por supuesto, cuando comíamos con amigos siempre obviábamos esta regla, pero en la intimidad de nuestro hogar, estando solo nosotros tres, era una costumbre inamovible.

—¿Tienes todo lo que necesitas?—me preguntó padre al rato, cuando, por supuesto, los tres habíamos terminado de comer.

Por toda respuesta, le dedique un respetuoso asentimiento con la cabeza.

—Recuerda ir y venir directamente, sin desviaciones—me dijo mientras me entregaba las llaves del que, a partir de ese momento y hasta el día de mi graduación, sería mi automóvil—. No hay razón para desperdiciar gasolina.

De nuevo, otro gesto con la cabeza. Él siguió dándome un par de instrucciones más, y cuando por fin me dejó libre, me levanté y les dediqué a ambos, a él y a mamá, una profunda reverencia antes de dar media vuelta y marcharme. Así, sin besos de despedidas ni las típicas frases de <<Buena suerte en tu primer día>> o <<Te quiero, vuelve pronto>> No porque no nos quisiéramos, ni mucho menos, sino que los tres habiamos aprendido a invertir muy bien nuestro tiempo, y simplemente no solíamos malgastarlo en cursilerías.

Cuando por fin llegué a la universidad y estacioné el auto en el primer lugar libre que pude encontrar, me tomé mi tiempo para admirar con detalle la que, sin ir muy lejos, sería mi segunda casa durante los próximos cinco años. Se trataba de un campus abierto, con muchos árboles y áreas verdes, mucha luz de sol e incluso un riachuelo. Todo coronado con un grupo de tres edificios enormes, de aspecto antiguo y muy sobrios, de esos que suelen verse en películas o series de televisión. Era, claro, un lugar de lo más hermoso, pero seguramente lo habría disfrutado yo más si, en lugar de llevar en la mochila los códigos penales y de conducta civil, cargara con novelas y colecciones de cuentos.

EL PROFESOR (Tae Hyung y Henry Cavill) #PURPLE2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora