CAPÍTULO I: Frío

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Radolph



Hace frío, me empiezan a doler las piernas, noto como se me hiela la sangre. Decido poner un leño más en la chimenea, ¿qué más da por uno? No se iba a acabar el mundo, puedo ir a por más.

Dicen que salir al bosque estos días es peligroso, hay guardias por todas partes, y más peligros que desconozco, pero no hay más remedio en tiempos de necesidad.

Sin pensarlo ni un momento, cojo la espada que me regaló mi tío, el hacha y salgo de casa sin hacer ruído.

Al salir, solo hay osuridad, ni un ruído se oye, ni insectos, ni animales, solamente nada. Camino por el sendero intentando respetar el silencio y que nadie se dé cuenta de que estoy aquí. Mientras camino pienso en lo rápido que a uno le puede cambiar la vida, de un día para otro, pasamos de ser una familia a no ser nada, a tener que luchar por no tener hambre, a pasar miedo todos los días, a tener que jugarse la vida para no morir congelado.

Llego al bosque, o a lo que queda de él. Busco algún árbol pequeño o algún tronco suelto que pueda cortar... Cuándo oigo un ruído.

Sin pensarlo, me escondo entre las hojas, oír ruídos en un pueblo como este no puede ser buena señal. En la oscuridad, solo puedo distinguir la silueta de tres personas, dos parecen ser de hombres y la otra de una mujer. Empezaron hablando bajo, y cada vez más y más alto hasta que básicamente gritaban. Ninguno de los dos vocalizaba bien, no les pude entender de que hablaban, pero cuando me di cuenta, uno de ellos empezó a golpear a la mujer mientras se reía y el otro se disponía a acabar con la vida de la joven de un espadazo.

Sin pensarlo ni un momento, me abalanzo contra él con la espada de mi tío atravesándole el pecho al hombre, el otro tardó segundos en reaccionar de la impresión, el mismo tiempo que yo tardaba en sacar mi arma del cuerpo que ahora yacía en el suelo. Intenté golpearle, pero lo esquivó, me dió un puñetazo y me tiró al suelo junto a la mujer. Pensé que no debí de haber hecho esto, era algo estúpido, sin sentido, ¿para qué la quería ayudar? Ni siquiera la conocía, me superaban en número, era una tontería. Pensé en mamá, en papá, en Lora.


Me desperté en el mismo sitio en el que había caído, ya era de día y me dolía la cabeza. No había nadie a mi alrededor, ni la chica, ni el hombre, ni a el que maté. Al que maté.

Nunca pensé que pensaría eso, ¿yo? ¿matar a alguien? Pues sí, estos años que han pasado me han educado de forma en la que no siento nada por haber hecho lo que acabo de hacer, no sé si es algo bueno o que estoy perdiendo la cabeza.

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⏰ Última actualización: Aug 31, 2016 ⏰

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