Una nueva misión

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P.O.V Valentina Carvajal

El apartamento estaba sumergido totalmente en una oscuridad y silencio que era únicamente estorbado por los sollozos que escapaban de entre mis labios. Llevaba minutos sentada en el sillón de la pequeña sala abrazando mis piernas y sollozando lo más silenciosamente posible. Estaba tan concentrada en mis pensamientos que me sorprendió sentir unos brazos alrededor de mi cuerpo.

- ¿Qué tienes? - preguntó suavemente Eva sentándose a mi lado y jalándome para que escondiéndose el rostro en su cuello.

Las palabras no salían de entre mis labios, solo lágrimas. Me abracé a Eva con fuerza, intentando que mis sollozos se detuviesen, pero por más que intentaba seguían escapándose. Mi hermana me acarició la espalda y el cabello.

-¿Te hicieron algo? ¿Te ocurrió algo en la misión? - me preguntó, un destello de alarma en su tono de voz.

Negué escondida en su cuello, pero un sollozo más fuerte se escapó de mi pecho.

-Por dios, Valentina, háblame. Cuéntame que pasó. - me pidió con voz rasposa, probablemente a punto de llorar por verme como estaba.

-Eva yo...yo...- comencé a balbucear, pero el llanto no me permitía completar las palabras.

-Cariño tranquila. Estoy aquí contigo, Valentina, tranquila. - me pidió Eva abrazándome más fuerte y besando mi cabello.

Asentí abrazándome más a ella e intentando tranquilizarme. Cinco años parecían un tiempo insignificante, pero tantas cosas habían cambiado en ese período de tiempo.

Cinco años intentando comunicarme con Juliana para decirle que mis sentimientos eran reales. Una parte de mi deseaba pedirle perdón por haberle traicionado, mientras otra parte me recordaba que ella era una criminal y solo había hecho mi trabajo. En más de una ocasión intenté ir a verla, pero tenía prohibida la entrada.

El sentimiento de culpa y de tristeza no me había abandonado a lo largo de esos años. Intentaba seguir adelante, y en ocasiones lograba olvidar a Valdés. Pero eran periodos cortos, su recuerdo volvía con fuerza y mi corazón se aceleraba.

Le escribí una carta en una ocasión cuando ocurrió el intento de asesinato contra su madre. Elizabeth me dijo que se la haría llegar, pero algo me dice que no lo hizo. Sus ojos azules mostraban resentimiento contra mi persona y yo la entendía. Muy en el fondo sé que el sentimiento de culpa no era producto de haber metido a la familia en la cárcel. La culpa que yo experimentaba era por haber jugado con el frágil corazón de Juliana Valdés.

Recuerdo como si fuese ayer cuando fui a la prisión el día que se supone que Juliana saldría. Al llegar, me enteré de que hacía casi un año la pelinegra estaba con arresto domiciliario. Quise pasar a verla, pero supe que no debía. Porque si ella no me había escrito, buscado o llamado, era porque no deseaba verme y yo quería aceptar su decisión.

El corazón es el peor aliado en muchas ocasiones. Aunque habían pasado años, aunque yo había intentado salir con alguien más, mi corazón se aceleraba cuando escuchaba el nombre de la morena. Las revistas me permitían saber que Juliana estaba bien; todos decían que la familia Valdés estaba levantando a pasos acelerados su empresa.

Tres meses atrás estaba totalmente resignada. Había perdido la oportunidad con Juliana hace años y aunque pidiese perdón ella siempre sería inalcanzable. Los casos en la comisaría me mantenían distraída y desde que Eva terminó con Mateo solíamos pasar más tiempo juntas.

-¿Por qué tanto alboroto?- le pregunté a Héctor mientras entraba a mi trabajo.

-Ha llegado un nuevo caso, lo envían desde la central. - me respondió Héctor

Mimetismo (Juliantina AU)- AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora