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CHAPTER THREE una slytherin mala
MORGAN PARECÍA SER CONSIDERADA UNA MALA SLYTHERIN. No era tan tensa y altanera como muchos otros slytherins. No era una supremacista de la sangre, en realidad ella misma era mestiza, así que no podía hablar de todo eso, que algunos sí lo eran y todo el mundo los percibía como tales. Sinceramente, ¿algunas manzanas podridas y llamas podridos a todos los demás? Hablando del trato injusto.
Pero también era el núcleo de Slytherins lo que hacía que todos pensaran que ella no pertenecía a la casa. No parecía demasiado decidida a nada, concentrada y decidida a conseguir algo, y no tenía un aspecto demasiado astuto. La gente pensaba podría encajar mejor en la casa de Slytherin debido a sus proclamas en voz alta y a sus ambiciones de ser sanadora, a pesar de que ser sanadora implicaba a la gente, algo que le gustaba más que centrarse sólo en una carrera. Lo único en lo que encajaba era en el estereotipo de ser malvada, que todo el mundo pensaba sólo porque no era un tipo de persona sonriente. Como, ¿a quién le importa si no quiere sonreír a los profesores mayores que se inclinan demasiado para su gusto?
Sin embargo, las apariencias engañan. Porque Morgan tenía los ojos puestos en convertirse en profesora de Pociones, y lo haría muy bien, lo sabía. Se le daban muy bien las Pociones y siempre resultaban muy interesantes todos los brebajes que se podían preparar para crear algo completamente nuevo. Era maravilloso y a ella le encantaba. Y tal vez no era astuta; o tal vez el hecho de que la gente pensara que no era una Slytherin era suficiente para que la llamaran engañosa.
Y, de acuerdo, puede que el hecho de que quisiera romper el matrimonio de su tía también fuera bastante grosero y engañoso, pero no viene al caso. Pero la gente no pensaba que era completamente malvada como todos los demás en la casa Slytherin, con ideales rectos sobre lo que debería ser la enseñanza de la magia y todo eso, así que era una "mala Slytherin". Lo que sea. No era como si le importara.
—¡Oye, cosa caliente! —resopló Morgan, deteniéndose en seco al oír la voz, sabiendo que sólo podía tratarse de ella. Se dio la vuelta y, efectivamente, Anderson Dwellers corría por el pasillo hacia ella.
—¿En serio? ¿Eso es lo mejor que se te ha ocurrido? —le preguntó retóricamente—. Es decir, has tenido todo el verano para que se te ocurriera algo mejor.
—Oh, ¿entonces quieres decir que quieres que te llame con otro apodo cariñoso? ¿Qué tal nena o mi novia? —preguntó Anderson chulescamente.
Morgan puso los ojos en blanco: —Esos son peores, la verdad. Preferiría que solo me dijeras Morgan o que me dejaras en paz.
—Vamos Morgan, sabes que me amas —dijo él, con esa estúpida sonrisa de satisfacción en la cara de tan seguro que estaba de sí mismo. Morgan quería darle un puñetazo en las tripas y ver cómo se le caía la sonrisa, eso sí que sería divertido.
